El Port de Larrau es considerado el rey de los Pirineos, el puerto más duro (y temido) de ambos lados de la frontera. Por el lado francés, poco hay que añadir. Es una auténtica maravilla en lo paisajístico, pero también un enorme reto en lo ciclístico, más aún si no somos profesionales de darle a los pedales. Conociendo el respeto que impone la cara norte, la sur no debería pasar desapercibida, ya que pese a no contar con la dureza que plantea el lado francés, el lado navarro tiene argumentos para hacer temblar las piernas de cualquiera.
Los valles franceses son mucho más profundos que los españoles en esta cordillera, por lo que la diferencia de entidad de las montañas tenía que dejarse notar. Aún así, hablamos de 800 metros de desnivel, de 11 kilómetros de subida propiamente dicha y de una pendiente media que ronda el 7%. Eso ya de por sí es un puerto de primera categoría con todas las letras. El problema viene en la comparación con la salvajada a la que esta carretera va unida. Y es que por el lado español, Larrau ofrece pocas rampas. Es más, ninguna alcanza los dos dígitos y mantiene una constancia que podría ser su gran característica.
Se parte de Ochagavía, una bella localidad de montaña, camino de la encrucijada de caminos que supone el encuentro entre la carretera que asciende a Larrau con la que comienza a subir al Alto de Laza. Al otro lado de este se encuentra el inicio de la Piedra de San Martín. En este caso, seguiremos la carretera por la que íbamos, ascendiendo durante ocho kilómetros en falsos llanos y acompañados del frescor del río Anduña. Vegetación frondosa alrededor de esta corriente de agua que nos abandonará cuando comience el puerto real, en el cruce que antes mencionábamos.
Ese primer tramo empieza bastante rectilíneo para ser un puerto de montaña, aunque pronto empiezan las curvas casi de herradura y los árboles conceden espacio a los elementos para afectarnos, ya sea el calor o el viento. En esta primera mitad de la subida no disfrutaremos de la belleza del entorno más allá de la constancia de los preciosos bosques que nos acompañan. Los porcentajes estarán siempre entre el 6 y el 8%, sin grandes variaciones durante diez kilómetros. Después de un gran parking desaparece la arboleda y comenzamos a ascender a media ladera. Como es habitual en estos casos, la perspectiva sobre lo ascendido hace que vaya mereciendo más la pena el sufrimiento.
Con el paso de los kilómetros iremos motivándonos con este hecho, puesto que vemos por dónde irá la carretera, lo cual es un arma de doble filo. Pasamos junto al centro de esquí nórdico y el mirador de Pikatua. Las vistas y colores que están a la vista son sencillamente espectaculares. Alta montaña, picos que entrevén mantos rocosos y la cima que poco a poco se acerca. Pasaremos un par de pasos canadienses y un túnel sin iluminar. Con toda la precaución posible, pese a que el tráfico suele ser escaso, pasamos al otro lado con rapidez.
Se debe llevar luz y reflectante igualmente, pero mucho más en este tramo, que es peliagudo por no poder predecir si se aproximan vehículos o no. El paisaje sigue siendo espectacular, pero ya avistamos a lo lejos la cima. El panorama desde allí es aún mejor, con montañas que parecen sacadas de un cuento ante nuestros ojos surcadas por pistas de montaña o la propia carretera del Port de Larrau. Uno de esos puertos que tiene encanto por los cuatro costados.
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Fotos: 1001puertos.com
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