La evolución del ciclismo africano

En febrero de 2015, durante la disputa de la Tropicale Amissa Bongo, Bernard Hinault declaraba su admiración por el crecimiento del ciclismo africano, y se mostraba optimista sobre el futuro de sus corredores. El Tejón auguraba que pronto alcanzarían los cajones del pódium de las grandes carreras, vendrían a ser “los nuevos colombianos” de nuestro deporte.

¿Veremos algún día a un ciclista africano triunfar en una gran vuelta o en un monumento? Por supuesto, excluimos de esta reflexión a Chris Froome, quien, pese a haber nacido en Kenya, es británico a todos los efectos.

De la mano de MTN-Qhubeka y sus diferentes nombres posteriores; así como de importantes carreras como la ya mencionada Tropicale Amissa Bongo, el Tour de Ruanda o el Tour de Burkina Faso; el ciclismo ha crecido de manera importantísima en el continente africano a lo largo del siglo XXI. Sin embargo, parece aún lejos una explosión que en la pasada década parecía inminente. La actual crisis de la globalización, acelerada por la terrible pandemia que vivimos, es una piedra en el camino más para la esperada explosión de este ciclismo, pues actualmente necesita exportar a sus corredores para hacerlos competitivos.

El Norte de África: los pioneros

Los países del actual Magreb árabe fueron los primeros en dejarse ver en las grandes pruebas europeas, siempre de la mano de su condición de colonias o protectorados del estado francés. Así, en 1910 tres ciclistas nacidos en Argelia, pero con nacionalidad francesa, ya tomaron la salida en el Tour de Francia. Pero no sería hasta 1913, con el tunecino Ali Neftali, cuando la historia registrara el primer corredor de nacionalidad africana en la Grande Bucle.

Sin embargo, los grandes años del ciclismo norteafricano tuvieron lugar al término de la II Guerra Mundial. Entonces, argelinos y marroquíes llegaron a alcanzar cierta fama en el Tour de Francia. Marcel Molinès, francés de Argelia, lograría en 1950 la primera victoria de etapa de un ciclista nacido en África. El mismo día, su compatriota Zaaf se haría célebre para la eternidad (sobre esta época del ciclismo norteafricano, recomendamos el texto de Marcos Pereda “Vinos, flamencos y arena: el Tour de Argelia de 1949” en El Afilador, vol. 4).

En las últimas décadas, el ciclismo magrebí no ha tenido gran proyección en la máxima categoría de nuestro deporte. Pocos han sido los corredores que han asomado por el ciclismo europeo, y todos ellos con poca continuidad y difícil adaptación. El velocista argelino Youcef Reguigui ha sido uno de los pocos en alcanzar resultados destacables.

Sudáfrica. El boom ciclista en el s.XXI

El siglo XXI supone el comienzo de la edad de oro del ciclismo sudafricano, con el velocista Robert Hunter como gran figura. Ganador de dos etapas en Vuelta a España en 1999 y 2001, se convertía en el primer corredor con nacionalidad africana en ganar en una gran vuelta; hito que repetiría al imponerse en el undécimo parcial del Tour de Francia de 2007.

Desde entonces, muchos han sido los corredores que se han ido asomando a la élite del ciclismo. Sin duda los más destacados son Daryl Impey, actual corredor de Israel Stat-Up Nation; vencedor de etapas en Tour de Francia, Dauphiné, Itzulia o Volta a Catalunya; y Asleigh Moolman-Pasio, una auténtica estrella del ciclismo femenino que milita en el conjunto SD Worx y que cuenta con más de 40 victorias como profesional; entre las que destaca la general de la Emakumeen Bira.

Entre los grandes resultados del ciclismo sudafricano, no podemos olvidar a Louis Meintjes, top ten en varias ediciones de Tour de Francia y Vuelta a España. Llegó a sonar como el gran candidato para entrar en la historia logrando algún pódium en una grande. Sin embargo, su estrella ha ido languideciendo ante una aparente falta de ambición y una estrategia ultraconservadora; haciendo grises y bastante irrelevantes sus buenos puestos en las generales.

La aparición del equipo Qhubeka en 2008, su ascensión al WorldTour en 2016 y su supervivencia junto a su equipo de desarrollo aseguran una plataforma necesaria para que el ciclismo sudafricano siga asentándose en la élite de este deporte.

Eritrea (y Etiopía, Ruanda…). Presente y ¿futuro?

Con la creciente globalización del ciclismo y la importancia de los puntos conseguidos en las carreras del UCI Africa Tour, son muchos los países africanos que van aumentando su presencia en el pelotón internacional. En los últimos años, Eritrea se está posicionando como la gran potencia del ciclismo african. Fruto de una clara apuesta deportiva y propagandística del gobierno del país. Etiopía también está consiguiendo desarrollar buenos ciclistas. Aunque en este caso se encuentran más ensombrecidos por los gloriosos éxitos de los atletas de fondo de la antigua Abisinia. Finalmente, cerramos esta terna de “nuevas naciones ciclistas” con Ruanda, donde la bicicleta apareció como elemento integrador tras el terrible genocidio de 1994 (lectura obligatoria: “La Tierra de las Segundas Oportunidades” de Tim Lewis”).

Corredores como los eritreos Daniel Teklehaimanot, que llegó a vestir el maillot à pois del Tour de Francia 2015 y Natnael Berhane; el etíope Tsgabu Grmay; o el ruandés Adrien Niyonshuti, abrieron las puertas de Europa y se convirtieron en inspiración para los jóvenes ciclistas de sus países.

La gran esperanza vendría de la mano del eritreo Merhawi Kudus, aunque no acabaría de despuntar como de él se esperaba. Pareció quedarse también a medio camino en su evolución. Su compatriota Amanuel Ghebreigzabhier es otro de los corredores interesantes de la actualidad. Sin duda, otro de los candidatos para lograr la segunda victoria de etapa en una grande para Eritrea. Porque la primera fue para Biniam Girmay Hailu en el Giro de Italia de 2022. Haber ganado la Gante-Wevelgem supuso un primer hito histórico en la carrera del pelotón africano. 

La nueva generación

La nueva generación vuelve a dejarnos nombres con un futuro muy interesante. Entre ellos, el eritreo del equipo de desarrollo de Qhubeka, Henok Mulubrhan, que dejó interesantes muestras de su clase en las carreras italianas. O su compatriota, Natnael Tesfatsion, asentado en el World Tour. El etíope Mulu Kinfe Hailemichael y los eritreos Yakob Debesay y el propio Biniam Ghirmay Hailu, todos ellos nacidos entre 1999 y 2000. Mención especial al último de los tres, el más joven, que en 2020 se destapó como un corredor todoterreno capaz de brillar en la montaña burgalesa. O en carreras de un día como Doubs o Laigueglia, y que ya cuenta con importantes resultados en el calendario profesional. 

Creemos que la profecía de Bernard Hinault puede estar aún algo lejos de materializarse. La coyuntura actual podría suponer un freno al desarrollo del ciclismo africano. Los cimientos son cada vez más sólidos, y ojalá la eclosión del ciclismo africano traiga consigo una renovación en nuestro deporte. Es hora de mirar a África y al ciclismo africano sin la venda del pasado colonial y el exotismo paternalista de antaño. Disfrutemos de todo lo que puede aportar al futuro de nuestro mundo y de nuestro deporte.

Foto: @ACampoPhoto y RCS