Bernard Hinault en La Vie Claire

A comienzos de la temporada ciclista de 1984, un nuevo maillot hacia aparición en el seno del pelotón profesional. La Vie Claire, con Bernard Tapie a los mandos y capitaneada en ruta por Bernard Hinault, salía a las carreteras con la disposición de vencer en todos los escenarios posibles. Un maillot que siempre será recordado en la historia del ciclismo por su novedoso diseño, y relacionado con la figura del gran campeón bretón.

Para comenzar esta historia del idilio de tres temporadas entre el gran Bernard Hinault y el conjunto La Vie Claire, hay que poner el foco en otro Bernard, de apellido Tapie en este caso. Una autentica celebridad en territorio francés. Fue cantante, actor o político. Pero su faceta más conocida fue la de empresario que derivó en magnate de un gran holding empresarial. En la década de los ochenta ya era uno de los hombres más influyentes en su país. Y en 1983 se decide a formar un equipo ciclista. Pero no un equipo cualquiera, una estructura deportiva de alto nivel.

Y de esa estructura tenía que formar parte, como no podía ser de otra forma, el mejor ciclista del mundo en ese momento, que además era francés, Bernard Hinault. Varios años después llegaría su paso por el fútbol, como máximo dirigente del Olympique de Marsella, donde llegó a tocar el cielo deportivamente con una Copa de Europa, y muchos asuntos turbios y controvertidos que le hicieron ser un habitual en los tribunales. Y en todos los formatos de la prensa francesa, ya fuera de asuntos económicos o del corazón.

La Vie Claire fue una de las diversas compañías que Tapie adquiría en plena bancarrota con el afán de hacer de rescatador de las mismas. En este caso la empresa tenía como misión la venta de productos dietéticos y saludables. En 1983 aparece de repente en el mundo del ciclismo, aunque únicamente como patrocinador de la Paris-Niza. Y no sería hasta unos meses después cuando iba a anunciar su intención de formar un equipo ciclista de élite.

El legendario Jean de Gribaldy fue quien propuso un año antes al empresario invertir de alguna forma en el deporte de la bicicleta. Y éste aceptó el reto, aunque siempre con la mente puesta en llevarse consigo a Hinault. El bretón confirmó su fichaje con La Vie Claire en Cannes durante el desarrollo del Gran Premio de las Naciones de ese año 83, al que acudió como invitado y no como participante. Mientras que un par de días después, en el Hotel Hilton de París se presentaba la unión Hinault-Vie Claire en una multitudinaria rueda de prensa.

En semanas anteriores el tejón tuvo hecho un contrato verbal con Luis Ocaña y el empresario francés Guy Merlin para la creación de un nuevo equipo. Pero su palabra no fue suficiente y se inclinó por la oferta de Tapie para gran enfado del conquense. De igual forma dejaba plantado al conjunto Kelme, con el que había acordado una reunión para su posible incorporación al conjunto ilicitano. Su salida del Renault-Elf se produjo al parecer por demasiadas desavenencias con su director, Cyrille Guimard, otra figura con un carácter a la altura de Hinault.

En 1984 comienza a verse por las carreteras un maillot que iba a resultar icónico desde el primer día de competición. Inspirado en los cuadros abstractos del pintor de vanguardia neerlandés Piet Mondrian, y con un recuadro para cada patrocinador (no olvidemos que además de La Vie Claire aparecían Look, Terraillon -segunda denominación del equipo- y Citroën) y la mejor calidad posible en la confección de la prenda, el equipo del afamado Tapie y de Hinault ponía inicio a su andadura en el ciclismo profesional, contando con la dirección del suizo Paul Koechli, toda una eminencia en el campo de la preparación deportiva.

El primer año no fue todo lo sencillo que hubiera deseado el gran campeón bretón. Su maltrecha rodilla no iba a dejar de dar problemas y en la cita más importante de la temporada, el Tour de Francia, sucumbió ante el insolente joven Laurent Fignon, que se imponía en la Grande Boucle por segunda vez consecutiva con su jefe Guimard aplicando la estrategia en contraposición a su antiguo pupilo al que tan bien conocía. Todo ello a pesar del gran inicio de Hinault, venciendo el prólogo en Noisy Le Sec. Su primer triunfo con los nuevos colores sucedió en la última etapa de la Vuelta a la Comunidad Valenciana, en el mes de febrero. Y posteriormente se hizo con los 4 Días de Dunkerque.

En la Dauphine Libere, antesala del Tour, saltó la sorpresa al verse relegado a la segunda posición por detrás de un joven colombiano llamado Martín Ramírez. Éste formaba parte del desconocido y prácticamente amateur Leche Gran Vía, en el que también estaba Pacho Rodríguez, vencedor en dos parciales. Las prestaciones del corredor galo en la alta montaña no fueron tampoco las esperadas. Hinault, sin embargo, iba a realizar un magnifico final de temporada con triunfos de gran prestigio como el Trofeo Baracchi (junto a Moser), el Gran Premio de las Naciones, y sobre todo una brillante actuación en el Giro de Lombardía que le valió la victoria final por delante de Ludo Peeters, después de un gran movimiento en San Fermo della Battaglia.

En la temporada de 1985 se produce uno de los hechos más determinantes en la relación entre Hinault y su equipo:. No era otro que el fichaje por parte de La Vie Claire del joven americano Greg LeMond, procedente de su antiguo equipo, el conjunto Renault. LeMond ya había demostrado su potencial el año anterior clasificándose en tercer lugar en el podio final del Tour de Francia. Y se antojaba todo un reto para Tapie y Koechli el hacer encajar esta pieza en el hermético universo de Bernard Hinault. El objetivo era buscar la victoria en las carreras de tres semanas y se presentó en la salida del Giro de Italia con toda la intención de salir por la puerta grande.

Y bien es cierto que muy difícil no lo tuvo. Una ronda italiana con un recorrido anodino e insulso. Plagado de etapas llanas y con poca y floja montaña, con un pelotón controlado por los capos italianos para que se moviera la carrera, si es que se movía, a su gusto. En ese escenario, Hinault impuso su jerarquía venciendo en la crono de Maddaloni a Francesco Moser. Y desde entonces mantuvo el rosa hasta la jornada final. Todo ello sin las extrañas incidencias que comportaba en aquellos años ser extranjero y correr el Giro contra los ciclistas locales, por lo menos en gran medida.

Semanas después, en el Tour de Francia, las circunstancias fueron totalmente distintas. La ausencia de Fignon por lesión dejaba la carrera muy encarrilada para el líder de La Vie Claire. El bretón además se iba a dar un baño de masas en la salida de la ronda gala en su tierra, Bretaña. Pero el verdadero rival de Hinault no estaba muy lejos. Su compañero, el americano LeMond, se convirtió paradójicamente en la única preocupación del Tejón. Tras una aparatosa caída en Saint Etienne, en la que acabó con la nariz rota, comenzó un verdadero calvario para el ciclista bretón. Ciclista que en todo momento intentó disimular bajo ese rostro y actitud de tipo duro tan característicos.

En los Pirineos parecía sucumbir por momentos ante su propio compañero. El americano llegó a tenerle contra las cuerdas en las etapas de Luz Ardiden y la siguiente transitando por el Aubisque. En la cronometrada final en Lac de Vassiviére, LeMond asestaba otro golpe en forma de triunfo parcial, siendo de menos de dos minutos la diferencia definitiva en la clasificación general en Paris. La duda de si LeMond pudo haberse llevado aquel Tour siempre quedará sin resolver. La cuestión es que el anhelado quinto título ya estaba en las vitrinas de Bernard Hinault.

Al año siguiente, en la que iba a ser, si nada lo remediaba, la última temporada de Hinault como ciclista profesional, los objetivos del equipo estaban claros. Pero quizá no del todo en la cabeza de un campeón con la mentalidad del bretón. En una rueda de prensa en la temporada 85, Hinault había asegurado que después de conquistar el quinto, en 1986 estaría a total disposición de su compañero en La Vie Claire, Greg LeMond, para la consecución del Tour. La realidad es bien conocida por los aficionados al ciclismo. El corredor norteamericano iba a conseguir su primera victoria absoluta en el Tour de Francia. Pero obviamente aquello no fue un camino de rosas.

Hinault no parecía estar al servicio de LeMond y realizó una gran contrarreloj en Nantes. Pero el verdadero detonante de la polémica se produjo en la etapa que finalizaba en Pau, en la que el francés se escapó junto a Pedro Delgado, metiendo al americano más de 4 minutos y medio y vistiéndose de amarillo. Hinault parecía decidido a ignorar las supuestas consignas del equipo y marchaba hacia su posible sexto Tour.

Pero ese triunfo no iba a llegar. El corredor galo iba a perder unos cuantos minutos en meta respecto a LeMond en la jornada con final en el Granon. Etapa recordada por el triunfo de Chozas. Y un día después se producía la famosa pantomima en Alpe d´Huez, con la entrada de los dos ciclistas de la Vie Claire juntos y en aparente camaradería. Todo muy alejado de la realidad que se vivía en aquellas tardes de julio en las entrañas de la escuadra de Bernard Tapie. Finalmente, LeMond se hacía con su primer Tour de Francia.

Aunque colgó la bicicleta oficialmente con la disputa de una prueba de ciclocrós en su tierra, Bretaña, con su participación en la Coors Classic, la cual fue su última victoria, y en los Campeonatos del Mundo de Colorado Spring, tocaban a su fin las tres intensas temporadas de Bernard Hinault en las filas de la Vie Claire. Además de poner punto y final a su laureada trayectoria profesional. Tres campañas que dieron mucho de sí, tanto dentro como fuera de la carretera. Y un maillot que siempre quedará unido a la imagen del gran campeón galo. Y con un balance en lo deportivo bastante interesante. Aunque quizá nunca llegando a las cotas de éxito y contundencia que tuvo en sus años dentro del conjunto Renault.

Fotos: Santini / Getty Images / Flickr