La imagen es icónica y, de un modo u otro, forma parte de la memoria colectiva (cuasi universal) del ciclismo y del deporte. Muchos olvidan que la firmó el fotógrafo Carlo Martini, el enviado especial de la agencia Olympia di Milano. Fue impresa, por vez primera, en el número 28 de la revista Calcio e Ciclismo illustrato (el titular que preside la nota de Guido Giardini es “Una grande Squadra per un grande Capo”). Dos hombres ascienden el Télégraphe, seguidos por unas motos y varios coches de la organización. Por delante, Coppi, aferrado al lado izquierdo de su manillar. Sus portabidones están vacíos, pero en la mano izquierda aprieta un bidón junto a la maneta de freno. Su mano derecha sostiene una botella de agua que, por detrás y simultáneamente, está, también, soportada por Bartali. El campeón italiano tiene sus portabidones llenos.
Se adivinan al menos dos corredores por detrás, a unos metros de Bartali, pero es imposible identificarlos por la perspectiva. Es la representación gráfica de una Italia dividida que se une en un momento único. Una rivalidad que era tanto mayor cuanto se vio obligada a detenerse, en su gran mayoría, por culpa de la II Guerra Mundial (1939-1945).
La que apoya a Bartali, un campeón antiguo, de fuerza inusitada y a lomos de su inseparable Legnano. Devoto y que no rechazaba un cigarrillo al acabar la etapa. La imagen utilizada, primero por el fascismo, y luego por la democracia cristiana, como mascarón de proa. Tras su muerte, se supo que el ciclista ayudó a que cerca de ochocientos judíos pudieran abandonar Italia, salvándoles así de una muerte segura, transportando, durante sus entrenamientos, la documentación en el interior de su bicicleta.
Y la que enloquece con Coppi. El renovador del ciclismo que había incluido, en su desempeño deportivo, actuaciones de mejoras en el campo dietético, sanitario (con el afamado masajista ciego, Cavana) y de equipamiento, siempre con su envidiable Bianchi. El hombre que abandonó a su legítima esposa, aparecía en público con su amante (Giulia Occhini, la Dama Blanca) y al que el Papa llegó a negar la bendición en la salida del Giro por su comportamiento.
La fotografía reduce a dos hombres ante el destino. Luchando. Pero ese gesto de ¿fraternidad? alumbra otra pregunta: ¿quién ayuda a quién?, ¿quién es el ciclista que auxilia a su rival con el contenido de la botella de agua? ¿Ambos abandonan sus rencillas por un bien superior?
Bartali defendió que él le había facilitado la botella de agua a Coppi (¿acaso no llevaba él sus portabidones llenos?). Fausto, por su parte, contradecía tal afirmación, rotundamente. Para entender la historia no se debería de obviar que, en aquella época, no existían retransmisiones de las competiciones como hoy las entendemos. Y que, por lo tanto, para los cronistas de la época, que solían apoyarse en los documentos gráficos, era más sencillo (y en ocasiones inevitable) convertir lo heroico en épico; en ocasiones, haciendo bueno el brocado de que la verdad no estropee un buen titular. Vayamos a datos objetivos, incontestables.
6 de julio de 1952. Tour de Francia. Undécima etapa. Une las localidades de Le Bourg D´Oisans y Sestrieres.182 kilómetros. El día anterior, el pelotón había disfrutado de descanso. El recorrido exige franquear las siguientes dificultades montañosas: Croix de Fer, Télégraphe, Galibier, Montgenèvre y Sestrieres. El italiano Fausto Coppi es el líder de la carrera tras su victoria, dos días antes, en la cima de Alpe d´Huez. Paró el reloj 1 minuto y 20 segundos antes que el francés Robic. Al belga Ockers y al español Gelabert les distanció en 3 minutos y 22 segundos. Bartali traspasaría la línea de meta con un desfase de 3 minutos y 24 segundos sobre su compatriota.
El líder tenía 32 años y, en su palmarés, entre otras victorias, deslumbraban un Tour (1949), cuatro Giros (1940, 1947, 1949, 1952), tres Milán-San Remo (1946, 1948, 1949), una París-Roubaix (1950), cuatro Giros de Lombardía (desde 1946 hasta 1949), tres campeonatos nacionales (1942, 1947 y 1949) y un bronce mundial (1949). Gino Bartali tenía 37 años y, en su hoja de servicios, resplandecían dos Tours (1938 y 1948), tres Giros (1936, 1937 y 1946), cuatro Milán-San Remo (1939, 1940, 1947, 1950), tres Giros de Lombardía (1936, 1939, 1940) y cuatro campeonatos nacionales (1935, 1937, 1940, 1952).
En aquel momento, cabeza de la carrera era el francés Le Guilly, que acabará cuarto. En meta, Coppi vence. Tendrán que pasar 7 minutos y 9 segundos hasta que Bernardo Ruiz obtenga una meritoria segunda plaza. Bartali se deja 10 minutos y 9 segundos. La clasificación general separa a los dos compatriotas en 26 minutos y 46 segundos. Su rival más cercano, el belga Close, ha destinado 19 minutos y 57 segundos más que Coppi durante los días previos.
Los organizadores conocen que el maillot amarillo tiene dueño y, tras la finalización de la jornada, deciden doblar las primas previstas para el segundo puesto. Un modo, como cualquier otro, de intentar avivar la carrera. Más datos objetivos. El Tour acabará con el belga Ockers, segundo, y el español Bernardo Ruiz completando el pódium. Bartali concluye cuarto. Y, ahora, el dato objetivo que estropea el titular, que arruina gran parte de la dialéctica mantenida durante décadas.
En el archivo fotográfico del ciclista Marino Vigna, oro olímpico en Roma 1960, se encuentra, por Carlo Delfino, un apasionado del ciclismo, el original de la imagen. Y, ¡oh, sorpresa!, la pretendía soledad de los dos italianos se ve ensombrecida por la presencia de otro ciclista. Al lado izquierdo de Coppi, próximo a la cuneta, el belga Ockers aparece en una posición de esfuerzo, agachado y tendiendo su brazo izquierdo recto. Se intuye que aguarda que algún aficionado le pueda suministrar alguna ayuda.
La grande Squadra se hace añicos. La violencia de la soledad se resquebraja. Pero, ¿era tan grande la verdad como para estropear el titular? Y, más importante aún, ¿acaso ha servido para conocer quién cedió la botella a quién?
Fotos: Carlo Martini / Sportweek / Gazzetaweb
Ángel continúa en el proyecto tras escribir para las revistas de High Cycling. Siempre con las palabras y las lupas adecuadas.