Chava Jiménez, el ciclista del pueblo

Chava Jiménez, el ciclista del pueblo. Por una curiosidad del destino, las generaciones ciclistas de los nacidos a final de cada década siempre han dado mucho de qué hablar. En la mayoría de casos nos dejaron a corredores de inmensa calidad que cuando alcanzaron la madurez deportiva pasaron a ser referencia absoluta en la élite del mundo del pedal.

Así sucedió con la generación del 70. Mediada la década de los noventa cogió el testigo de la del 64 una vez que el monarca Indurain tuvo que abdicar. Desafortunadamente, por lo que más se recuerda al bloque de ciclistas nacidos en 1970 es por el serial de desgracias que vivieron y que supuso que fuese bautizada como la de la maldición del 70.

Este grupo de corredores acumuló fallecimientos prematuros como los de Pantani, Casartelli y Antonio Martín. Trayectorias profesionales no acordes al nivel real del corredor como la de Berzin. Continuas lesiones, accidentes y hasta la amputación de una falange en el caso de Mikel Zarrabeitia. Y no podemos olvidar que el mejor corredor español nacido en ese año —Abraham Olano — tuvo que cargar con la pesada mochila de ser asignado como el sucesor de Indurain.

El protagonista de nuestro artículo escapó por unos meses de nacer en 1970, ya que vino al mundo en febrero del 71. Aunque en una ligera licencia literaria fue encuadrado en esa generación. Pero de lo que sí que no pudo escapar fue de las desdichas de ésta. Nos referimos a José María Jiménez, apodado inicialmente el Chaba —apócope de Chabacano— pero que prefirió, por decisión personal, que dicho apelativo se escribiese con uve. De este modo el apodo oficial se quedó en Chava.

Si quitamos a su cuñado Carlos Sastre (se refería a él como José) y al periodista José Ramón de la Morena (optó por Jimmy) el resto de compañeros de profesión, periodistas y aficionados ciclistas lo mentaban siempre como Chava.

José María nace en El Barraco. Encuadrado desde el 82 en la Escuela Ángel Arroyo —fundada por Víctor Sastre —empezó de inicio a destacar en carreras ciclistas. Todo ello a pesar de que debido a su adicción a las patatas fritas y la Coca-Cola su porcentaje de grasa corporal en este arranque deportivo no era el propio de un chaval dedicado a dar pedales.

Mientras Indurain es el amo y señor del pelotón el Chava brilla en el campo amateur y es reclutado por el filial de Banesto. A raíz de su victoria en el Circuito Montañés del año 92, es subido al primer equipo. La intención es llevarlo entre algodones en sus primeros años en el campo Pro. Una receta que les proporcionó pingües resultados cuando la aplicaron al pentaganador del Tour.

El Chava siempre fue poco mitómano, capaz de no amedrentarse ante ninguna estrella del pedal, pero en cambio por el gigante de Villaba sintió total devoción. Precisamente la primera victoria profesional de José María Jiménez se produjo en una carrera en la que tuvo de compañero a Miguelón: Subida a Urkiola. En esta prueba a Indurain no se le cayeron los anillos por sacrificarse por su futuro gregario en Grandes Vueltas y con esta acción la figura de Miguel pasó a ser sagrada para el Chava.

Dotado genéticamente para las ascensiones el abulense fue un escalador potente, su morfología se alejaba de los cánones del grimpeur menudo y tirillas. Su inoperancia en la disciplina de la contrarreloj fue fruto de su pésima aerodinámica y de su nula capacidad de vaciar el tanque en la lucha contra las manecillas del reloj.

Nació tocado por una varita mágica, con un motor natural que acompañado de plena profesionalidad le hubiese llevado a las cimas más elevadas. Pero por desgracia sus grandes objetivos estuvieron ubicados fuera de las carreras. Su clase innata le dio para brillar en la Vuelta con victorias parciales. También para lograr un pódium y para meternos en el cuerpo en la edición de 2001 la sensación de que ese año le iba a corresponder el primer puesto del cajón final de Madrid.

Donde realmente no tuvo rival fue en su vida nocturna. Hubo varios casos de turistas que se acercaron a El Barraco para preguntar por él. Los lugareños les contestaron que a saber cuándo iba a volver a aparecer ya que se había enfrascado en un raid de garitos madrileños.

Si para un ciclista es perjudicial no seguir una dieta estricta, imaginad el efecto negativo que tuvieron que producir en su organismo unos hábitos poco saludables hasta para una persona de a pie. Roza el surrealismo que con esas costumbres lograse un palmarés que ya quisiera el 75% del pelotón.

Cuenta la leyenda que en el Dauphiné 98 empezó a hacer de las suyas. Dentro de un contexto en el que Banesto estaba dominando el Delfinado a su antojo con un Chava inspiradísimo. Eusebio Unzué temeroso de que su pupilo se pegase el homenaje padre alguna noche, le impuso un toque de queda. El abulense hizo caso omiso y tras tontear con la azafata de turno se presentó en la habitación de su hotel a horas intempestivas con el sigilo de la Pantera Rosa. Con la esperanza de que así su director no le descubriría. Pero hete aquí que Eusebio aguardó su llegada desde la cama del propio corredor. La cara del Chava fue un poema y el asunto se zanjó con un «mañana hablamos». Ese mañana se saldó con una victoria de etapa de José María… genio y figura.

Una vez falleció nuestro protagonista se convirtió en un auténtico mito. Y se formó una imagen tergiversada sobre su forma de correr y su eficiencia a la hora de obtener grandes resultados.

Podrás leer en varios medios que siempre fue un corredor tremendamente ofensivo, de ataques lejanos y ganador en fases de máxima inspiración. Esto es falso o por lo menos este combo nunca lo pudo aunar simultáneamente en su totalidad.

El Chava fue un corredor al que le costó Dios y ayuda estrenarse en una Grande. En la Vuelta del 97 —donde contaba ya con 26 primaveras — in extremis pudo descorchar la botella de los triunfos parciales tras una remontada alucinante en la llegada de Los Ángeles de San Rafael. En esa edición de nuestra ronda nacional, una vez retirado su compi Olano, José María lo probó día sí día también. El resultado hasta la etapa 19ª fue siempre de tiro al palo.

Tal fue su mal feeling inicial en los grandes escenarios que el malogrado Pedro González, tras la consecución por parte del abulense del Campeonato de España del 97, comentó que era la primera vez que narraba por televisión una victoria del Chava. Sus victorias predecesoras a este entorchado no contaron con la presencia de las cámaras de TVE. Con la excepción de una etapa de la Volta en la que Pedro libró.

Como sucede con los botes de kétchup una vez salen las primeras porciones vienen todas de golpe. Así aconteció en la posterior edición de la Vuelta donde José María Jiménez se anotó un póker de victorias de etapa. Pero en este caso la actitud en carrera del Chava distó de ser ofensiva ya que se convirtió en una verdadera lapa de los corredores del Kelme. Y si bien fue el escalador más fuerte de aquella edición se aprovechó enormemente del trabajo de los corredores del equipo verdiblanco.

En esta ronda exitosa para Banesto los dos periodistas dominadores de las audiencias radiofónicas se posicionaron de forma descarada cada uno a favor de una de las dos grandes estrellas del conjunto navarro. José María García se convirtió en el abanderado del Olanismo y José Ramón de la Morena se erigió en el presidente de la Chavamanía.

Esta situación situó en primera plana deportiva a ambos protagonistas. Pero el peaje fue crear dos bandos hooliganistas en los que declararte fan de uno de los dos corredores implicaba odiar a su homólogo.

Debo señalar, como admirador confeso de Roberto Heras, que el Chava no fue santo de mi devoción. Hasta el año 2000 por el hecho de que fue el causante de numerosas derrotas del salmantino. Toda vez que el corredor charro era propenso a no dar todo lo que llevaba dentro si en uno de sus ataques no lograba soltar al resto de rivales. El abulense en los días que coincidió en competición con Roberto pudo neutralizar varios latigazos de éste. Y no es casualidad que los grandes triunfos de Heras llegasen en ausencia del Chava o con éste en un estado precario.

Pero por mor de una amiga común — para el Chava ella más que una amiga, fue otro de sus infinitos ligues — mantuve varias conversaciones telefónicas con el abulense. Y mis sentimientos hacia él cambiaron. Si bien no pudo ubicarse en la pole de mis ciclistas preferidos, sí que se situó en uno de los escalones más altos de mis corredores referencia.

Por este motivo su muerte me golpeó de lleno, y al conocer la noticia no tardé en telefonear a María del Mar (la amistad común) que me recibió con un “hacía tiempo que no sabía nada de él. Pero no me ha sorprendido nada todo lo que le ha pasado”. Al término de esta frase emitimos un llanto al unísono.

Como dijo De la Morena el Chava decidió beberse la vida de un trago. Nos dejó con apenas 32 años. Pero con un legado que va más allá de su palmarés. Ya que consiguió conquistar el corazón de muchos aficionados como pocos ciclistas de nuestro país han podido lograr a lo largo de la historia.

Si alguna vez os pregunta vuestro nieto qué tipo de corredor fue el Chava respondedle que fue el ciclista del pueblo.

Fotos: Sirotti