El desembarco napoleónico de Remco Evenepoel en el Tour 2024

El pelotón como campo de batalla. Las tropas alineadas al cambio del paso evidente del Soudal-Quick Step de Remco Evenepoel. Marchando durante lustros entre las guerras de un solo día y las que arrecian al cabo de tres semanas. El gran general belga, capaz de izar la bandera sobre lo más alto de la Vuelta en 2022 después de décadas de sequía y concatenación de derrotas.

Gesta patrocinada por Lefevere, victorioso en la cuadratura del círculo y el aliento en sus ‘lobos’ hambrientos. Las nostalgias de Merckx han vacunado a unos aficionados que a estas alturas ni sienten ni padecen fobias por el color amarillo. París y el Tour vistieron a Van Impe de amarillo en 1976. Van Impe vistió París y el Tour de rojo, amarillo y negro. Más acostumbrados a verle a él pasear por territorio amigo y enemigo los puntos rojos del maillot. Esos que para Evenepoel fueron azules en la Vuelta a España de 2023.

Todas esas pasiones que el ciclismo levanta en los muros de adoquín flamencos falta en Francia, durante el mes de julio. La falta de expectativa ha enfriado el concepto. Ha plagado de conformismo unas cadencias que antaño tenían más que ver con anhelos de resurrección de viejas glorias. Los pioneros del ciclismo profesional y de la competición han estado fuera de radar durante esas cuatro décadas. Con pequeños picotazos o de menor intensidad, casi siempre fracasados, cuando no escondidos detrás de su propia sombra. El Tour pasó a un segundo escalón, las uvas estaban verdes. Más allá de las victorias parciales, el recuerdo y siempre el suspiro que pierde las miradas el día que el podio llega a París, en directo por televisión.

Pase lo que pase en 2024, el podio de París seguirá sin belgas. 43 años sin esa foto que añadir a un álbum rebosante durante los 80 anteriores. Niza recibe el final del tortuoso camino desde Italia hasta una de las ciudades-amigo de la organización. Para terminar, y por primera vez desde 1989, una contrarreloj abre esperanzas y plantea dilemas e inseguridades. El campeón del mundo en la especialidad es el primer favorecido por un recorrido que sonríe en belga más que nunca. No sabremos si Evenepoel recuperará la ilusión de todo un país, pero sí ha recuperado para las retinas una imagen antaño habitual, que es la del túnel del viento. Esa práctica arcaica que narraremos a nuestros nietos del mismo modo que transmitiremos lo que era una contrarreloj.

Remco Evenepoel, Tour de Francia y Bélgica

Esos movimientos de pretemporada denotan algo: intención. El tiempo es muy valioso, más en deportistas cuyo carné de identidad aún tiene muchos años por cumplir. Si alguien que no da puntada sin hilo mueve un dedo, es por alguna espuria estrategia. Si sobrevive al infortunio, a los animales de pelaje negro, al Covid, al Galibier y a su carácter, bajen ustedes al líder del Soudal-Quick Step del pedestal. Porque será un hueso duro de roer. Las montañas vienen de kilometrajes bajos, aunque se elevan a alturas bastante mayores a las de sus lugares de residencia. Allí, por encima de las nubes, el oxígeno alcanza en menor medida las piernas, y el cerebro. Los esfuerzos pesan, las malas decisiones aún más.

El problema serán los rivales, habituados a sacarse los ojos en batallas de extremos inciertos. Cada Tour es un videojuego nuevo. La partida se resetea para desarrollar sobre el tapete una partida de cartas que con guiños y muecas pondrá sobre relieve quién es el mejor ciclista del mundo durante un año entero. De poder a poder, con armas que añaden incertidumbre y confianza. Si Remco es supersónico entre Mónaco y Niza, ¿cuánto tiempo de ventaja necesitarán sus rivales para dormir tranquilos la noche anterior? No hay etapas imposibles, con grandes puertos bien situados. Más bien, llamadas al ciclismo épico que siempre es un arma de doble filo para sus protagonistas. Y para el espectador, cansado de observar la paz.

En ese filo se moverá él, luciendo a Napoleón Bonaparte. Con una espada en cada alforja y esperando la ocasión de cortar cabezas. Días de viento, contrarreloj, montañas cortas y leves que simulan más una réplica italiana de la Lieja-Bastogne-Lieja. Ese terreno en el que se citó con Tadej Pogačar el pasado abril, con el único que no ha vivido un duelo directo aún y que espera ocasión en el Tour de Francia. Cada año es diferente, pero la amplia paleta de colores con la que Evenepoel cuenta en los primeros 13 días de Tour no la tiene nadie. Tal vez Roglič, con una mayor querencia por hacer reales sus experimentos de gravedad. A él le ganó una Vuelta, contra él perdió una Volta Catalunya.

El mal recuerdo del sterrato

Rodador excepcional, se podría decir que es indispensable ese pin en el mapa sobre la ciudad de Troyes. Sin embargo, el mal recuerdo de su debut en el Giro de Italia, de donde siempre se ha ido con malas sensaciones, provoca escalofríos. Si a sus desventuras con la Corsa Rosa le añadimos el suceso de Lombardía que cerca anduvo de terminar con su carrera ciclista, el feeling con Italia no parece del todo asentado. Tampoco su sintonía con una superficie que le hizo apretar los dientes, tanto en subida como en bajada. Corría el año 2021. Era su primera grande, se arrivaba a Montalcino (2010 en la memoria) y el sterrato ponía su tinte de sabor a un Giro agridulce. Dos minutos de pérdida con un escuálido escalador como Egan Bernal, a la postre dueño y señor de aquella edición, iba a ser más un síntoma que una certeza.

Acabó por bajarse de la bicicleta algunos días después. Los miedos que entonces se hacían fuertes en el interior de su cabeza han pasado a la historia. Lo que fue una piedra en el camino es ahora un motivo de revancha y oportunidad. Una palanca que puede y debe servirle para cobrar ventaja, si no la posee ya a esas alturas. La táctica que siguió con éxito en la Vuelta a España marca el rastro que debe olfatear ahora, y que no es otro que correr mientras pueda, no dejar títere con cabeza y eliminar de forma preventiva problemas que tengan opción de reproducirse en un futuro.

Si toma ventaja y contemporiza, palabra que aún no tiene acepciones en su diccionario, mal asunto. Poco que ganar ante ciclistas con presupuestos monstruosos a sus espaldas y ambiciones aún más grandes. Matar o ser matado. Conquistar o ser conquistado. Ganar o ser ganado.

París-Niza, Itzulia y Lieja

La conquista parisina, que esta vez será nicense, tendrá un ensayo. Toda gran obra y todo gran plan necesita ser ensayado mental y físicamente. Triunfar en Niza en marzo no garantiza hacerlo en julio, es evidente. Pero puede inspirar, comenzar sinergias, inercias. De igual modo que el suelo italiano no termina de sentarle del todo bien a Remco, acostumbrarse a vencer en Francia debe ser un paso previo. El belga no ha levantado los brazos en el país galo como ciclista profesional. Un debe en su carrera, que alcanza un meritorio medio centenar de victorias, que no son pocas. En ese primer golpe de forma entran en radar la Vuelta al País Vasco y la socorrida Lieja.

Correr en casa, a favor de corriente, de viento y de historia es una buena forma de buscar sensaciones, de reafirmar el porcentaje de forma que recae en el aspecto moral y mental. El triplete en Lieja no es moco de pavo. Sólo lo han logrado Moreno Argentin, en los años 80, León Houa en las primeras ediciones (que datan del siglo XIX) y él, el gran Eddy Merckx. Recuperar el arco iris, ganar una grande, hitos que parecían fuera del alcance y hoy son realidad. La Itzulia pudo ser y no fue. Un puerto, Arrate, separó su maillot amarillo de la famosa txapela. En descargo de Evenepoel, le probaron y bien probado. Sacaron de punto a quien del mismo modo cedió ante Vlasov en la Comunidad Valenciana.

Las derrotas son victorias si hay aprendizaje detrás. Esa mejor gestión de los esfuerzos le llevaría a ganar una Vuelta a España meses después. Fuera del agua, había que achicar, cubo en mano. Ponerse nervioso y lanzar latigazos es síntoma de debilidad, y los débiles no ganan carreras. Mucho menos de tres semanas. En La Pandera y Sierra Nevada, subidas que por rampas y altitud le van a contraestilo, se defendió como debió haber hecho aquella primavera, que era poniendo su marcha, calculando sus esfuerzos y dejando sus calentones y bravuconadas para la sala de prensa. Dicho y hecho. Con ese modus operandi le ha ido mucho mejor. Ganar el Tour a la primera es harto complicado, sólo para elegidos. Él lo es. ¿Podrá? Para ello tendrá que inventarse la manera y arrasar. Veni, vidi, vinci, Leonardo da. El Tour quita.

Fotos: Soudal Quick Step