«Red Bull te da alas», y cual Ícaro echas a volar. Será de las primeras cosas que vinieron a nuestra mente cuando se hizo oficial el fichaje de la bebida energética por Bora Hansgrohe. ¿O es al revés? Tiempo han tardado en dar el paso. Wout Van Aert, Tom Pidcock, Anton Palzer y algún otro formaban parte del staff de forma independiente a sus mecenas principales. Entre ideas de bombero para (¿mejorar?) el ciclismo, la marca austríaca ya está aquí. Visto su modus operandi, no aterrizan en un aeropuerto si no esperan hacerse con el control de las torres y ser los números uno del aire. En rampage y ciclismo jackass, si se me permite la expresión, lo han conseguido. Si queda ciclismo profesional para entonces, quién nos dice que dentro de diez años no serán ellos los nuevos dominadores del cotarro, el nuevo régimen.
Si por algo se caracterizan las campañas de marketing (y de riesgo) de esta compañía, es por romper moldes, por innovar o llevar más allá los límites. Cada uno el término que prefiera. Pero desde descensos suicidas y vertiginosos que separan un milímetro la adrenalina de los goteros de hospital. Ahora se hacen con el control de un equipo World Tour, y no uno cualquiera. Imagino que la base alemana del mismo, con la tradicional relación con Austria, habrá tenido que ver y facilitado el proceso. Lo que no se esperaba era una amenaza de terremoto tan temprano. Tan repentino, sin verlo venir.
Por el momento, Bora-Hansgrohe continúa en la pole position para arrebatar el bastón de mando a Visma y UAE, actuales dominadores teóricos. En 2019 nadie imaginaba al Ineos desarbolado. A comienzos de 2020 nadie imaginaba que un jovencísimo ciclista recién llegado iba a arrasar a sus rivales en el Tour. En un pestañeo, el tablero giró. Roglič perdió, estaba en el lado amargo de la historia. Ahora, quizás y sólo quizás, el esloveno está en el bando invasor, en el que ríe el último.
Nadie podrá negar el buen ojo del esloveno para saltar de un barco que sonaba para fusionarse con el portaviones de Lefevere, el Soudal. La inteligencia es leer dentro de las situaciones, de las trayectorias. Igual que se vislumbra ese cambio, la incorporación de un competidor top, de esos que muerden y no sueltan la presa. Sería una buena lección de vida para el señor Uijtdebroeks, precisamente presa de sus ansiedades y ambiciones. El que se mueve no sale en la foto, dijo un sabio. De un año a otro, todo se transforma, casi nada permanece. A excepción de la audacia, esa que ayuda a tomar buenas decisiones y acercarse a la predicción del tiempo y lugar adecuados.
No es fácil. Pero a veces no tan difícil. Consiste en pensar las carreras a largo plazo, en ver hacia dónde apunta el dedo. Imaginarse los destinos y construirlos al tiempo de disfrutarlos. Con alejarse de los cantos de sirena que lanzan los agentes comisionarios, suficiente. Red Bull-Bora, o como se quieran hacer llamar, será un buen barco al que llegar. Y no un velero desde el que saltar, a lo Belén Rueda. Aunque eso será el tiempo quien lo dicte. Mientras tanto, sonaron campanas y piedras en el río de Van Aert, con quien hay estrecha relación. Sus arterias de ambición quedaron obstruidas en Visma, y, como en los cánticos cumpleañeros, siempre lo serán.
También se hablaba de la incorporación de Remco Evenepoel. Si no lo ha conseguido Ineos, ¿por qué iba a hacerlo Red Bull? Arrancar una pieza del muestrario de Lefevere es más difícil que ver a Alberto Chicote hablar bien de un plato que no es suyo. Julian Alaphilippe suspiró por una libertad que los barrotes de las diversas denominaciones del Soudal-Quick Step ha mantenido a raya. El belga sabe que necesita cambiar de un equipo en proceso a uno preparado para entrar a vivir. Sí, es joven, tiene tiempo, pero pasa inexorable, como diría Jorge Drexler. Talento apresurado busca habitación con vistas al Tour. Qué buen sustituto de Primoz Roglič sería. Para dar maillots amarillos, veremos. Para dar notoriedad y que se hablase de ellos, no habría otro igual. Con Van Aert, también belga, haría buena dupla. Además, Wout ya tiene casco.
Red Bull garantiza estabilidad, no cabe duda. Consiste en una compañía europea que proporciona certeza. Las preguntas hacia futuro están claras. Algunas, en cambio, dudan hacia el pasado: ¿cuándo se comenzó a gestar esta incorporación? ¿Hasta qué punto ha tenido que ver en los fichajes? ¿Qué plazos se marcan para hacer cima en el Everest del ciclismo? ¿Hasta dónde están dispuestos a viajar? Un 51% del equipo es buen síntoma de interés. Interés también de ir acompañados, de la mano, para observar cómo funciona. Se supone que en la previa a saltar un escalón más arriba y controlar todos los hilos. Las casualidades no existen en movimientos de esta magnitud. Bendito movimiento que va a sumar al Bora a la mesa donde comen los que se reparten los títulos. No era mal proyecto ni mala estructura, al contrario.
En tiempos de ideas revolucionarias para convertir el ciclismo en una especie de Humor Amarillo con cambios, la bienvenida al Red Bull debe ser por todo lo alto. Hasta la fecha, toda innovación que han introducido ha sido para bien. Sólo saben sumar gente a sus eventos, en muchos casos locos y trepidantes. El riesgo, el ir más allá. No es mala filosofía para enfrentarse a según qué ciclistas y sólidas estructuras que tendrá enfrente. También para romper la férrea garra de algunos dinosaurios por quedarse a comer otro día más. El nuevo tiempo ha llegado, saluden al nuevo régimen que acabará por subvertir las puntas del mantel. Si fuese UAE o Visma, miraría con atención el movimiento de las sillas. Here we go…
Fotos: Getty / Reuters
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.