Introducción: Con motivo del 20 aniversario del fallecimiento de Marco Pantani, Le Puncheur quiere homenajear al añorado escalador italiano con una serie de artículos para descifrar su mítica carrera ciclista. Por ello, celebramos la «Semana Pantani» y le dedicamos cuatro capítulos de una serie que recomendamos a los amantes de la historia del ciclismo.
Marco Pantani (parte I): una aparición rutilante (1994-1996)
En categorías inferiores era toda una promesa, venciendo el entonces conocido como Girino. Pero no sería hasta la aparición de la alta montaña en aquella edición del famoso Giro de Italia de 1994 cuando se daría a conocer este gran escalador italiano, aún desconocido para el gran público. El 4 de junio de 1994 empezaban las etapas de montaña, las de verdad. El único test anterior había sido la leve llegada a Campitello Matese. El nuevo ogro del ciclismo, Eugevny Berzin, había sometido a Miguel Induráin en la contrarreloj de Follonica, uno de los peores días del español en la especialidad.
Pero era tiempo de rampas y puertos increíbles que sólo el Giro sabe combinar. Era un día durísimo de casi 240 kilómetros, con salida en Lienz y meta en Merano. El Monte Giovo iba a ser el juez absoluto de la etapa. Se esperaba a los mejores del pelotón, aunque el pánico a perder iba a encoger las ganas de batalla. El único que probaba fortuna era el valiente de siempre, el italiano Claudio Chiapucci. De pronto, poco después de coronar el Monte Giovo, se movía un joven en el que no se había reparado todavía durante el transcurso del Giro pese a haber resistido en el grupo de Induráin y Bugno en la única llegada en alto hasta la fecha.
Ese ciclista del Carrera de Chiapucci destapaba la caja de los truenos con un ataque sencillamente espectacular. En el descenso dejaba atrás al suizo Pascal Richard, considerado uno de los mejores bajadores del mundo. Se plantaba solo en la meta de Merano con un minuto de adelanto sobre todos los favoritos de aquel Giro, que llegaron de la mano. Ese menudo escalador del que para muchos no se había tenido noticias representaba a una nueva generación italiana con ciclistas como Gotti, Belli, Simoni, Casagrande, etc. O el propio Pantani, que ya había estado algunos años peleándose con todos ellos en el Giro Baby. Anteriormente se lo habían llevado Belli, Casagrande y Simoni. Gotti fue segundo en el de 1990.
Su nombre de pila era Marco. Su lugar de nacimiento era Cesena, el 13 de enero de 1970. Combinaba el amor por la bicicleta con su pasión por la pesca, afición que procedía de su abuelo. Sobre la bici desaparecían los miedos que una personalidad frágil y un tanto infantil le provocaban. Esa personalidad que tantos quebraderos de cabeza le iba a dar. E iba a dar a los demás. Aquel 4 de junio fue su gran día. Se había impuesto a todos los capos del Giro absoluto. Ya no eran juegos de sub23 ni simulaciones de ningún tipo. Estaba derrotando de tú a tú a los más grandes del ciclismo mundial, entre ellos el jefe supremo, Miguel Induráin, que dominaba con mano de hierro su época.
Empezaba, sin saberlo, la leyenda de Pantani. Una historia que explotaría del todo tan sólo un día más tarde. Se celebraba una de las etapas reina del Giro 1994, la que unía Merano con Aprica a través de 195 kilómetros que contenía la subida al durísimo Stelvio a mitad de la etapa. Pero también la subida al considerado en aquellos momentos como el puerto más duro del mundo: el Passo del Mortirolo. Esta etapa iba a marcar la trayectoria de Marco Pantani y a generarle una fama que iba más allá del propio ciclismo. Y no es que aquella etapa fuese coser y cantar. El Stelvio fue ascendido a paso de cicloturista por un pelotón quizás asustado por la dureza que les esperaba. Franco Vona, con la permisividad del grupo, coronaba con algunos muy leves escarceos por detrás.
Se alcanzaban las faldas del Mortirolo con todo por decidir. Vona iba en cabeza, con un grupo comandado por Claudio Chiapucci, Cacaito Rodríguez y Wladimir Belli en su busca. Era arrancar lo duro de la subida y lanzarse Pantani a por todas. Destapaba el tarro de las esencias en un puerto que misteriosamente nunca más volvería a escalar en competición. Atacó desde abajo, pasado la localidad de Mazzo di Valtellina. Soltó en primer lugar a Bugno e Induráin. Destrozó a De las Cuevas, más temerario que atrevido. Y a un valiente Berzin, que portaba la maglia rosa. Miguelón se recuperaba, encontraba su marcha y dio alcance a la maglia rosa. Dejaba tirado al ruso y se encaminaba en la búsqueda de un Marco Pantani que ascendía como un poseso por las rampas imposibles del Mortirolo.
Cazaba a Vona y ya era cabeza de carrera. Induráin no se lo pensó y se lanzó en el peligroso descenso, coronando a un minuto del italiano. La maglia rosa lo hacía apenas un minuto más tarde. El navarro no se alimentó debidamente y dio caza a Pantani en el leve ascenso a Aprica. Se formaba un terceto con Cacaíto Rodríguez, Induráin y Pantani en testa de la corsa. Berzin estaba hundido, cediendo cada vez más tiempo. De las Cuevas y Bugno circulaban a más de tres minutos de cabeza. El primer paso por la cima de Aprica parecía dar la victoria de etapa a los tres de delante, los más fuertes con diferencia. Todo estaba preparado para un cambio de rumbo en el Giro, con Induráin relamiéndose con el cambio de liderato.
Pero esperaba el durísimo Valico de Santa Cristina. No era el Mortirolo, pero contenía bastante dureza en sí como para amargarle la existencia a cualquiera. Por ejemplo, al líder del Banesto, que de pronto sufría al tiempo que Pantani volaba. Cacaíto perdía la rueda de Miguel, que empezaba a entrar en crisis, con una pájara visible. Marco había desplegado sus alas de escalador, soñando con colocarse de líder si el ruso flaqueaba. O segundo en la general. Induráin se hundía, perdiendo su opción de ganar el Giro. O no, porque Berzin también se hundió. Chiapucci y Belli daban alcance al español. Cacaíto no dio un relevo en toda la etapa, pero también sufría.
La llegada a Aprica hizo inmortal a Pantani, como a los grandes: Bartali, Coppi, Gaul, Bahamontes, Jiménez, Fuente… y Pantani. Ganaba la etapa con tres minutos sobre su compañero de equipo, Claudio Chiapucci. El gran rival de Induráin durante varios años iba a ser testigo del relevo generacional en las cumbres que se estaba produciendo en ese momento. Tres minutos y medio sobre Belli, Cacaíto e Induráin. Cuatro minutos sobre la maglia rosa. El resto no entraba ni siquiera ya en concurso. Quedaba un mundo en ese Giro. Pantani resistiría su segunda posición en la cronoescalada al Passo del Bocco.
Iba a dar un buen susto a todos con el ataque un tanto suicida en el Colle dell’Agnello. Camino de Deux Alpes, cima con la que tendría mucha relación histórica, se lanzó en busca de la sorpresa, del todo por el todo. Pasó el Izoard y sólo el falso llano del Lautaret podría derribar su intento. Llegaría junto a Induráin y Berzin a meta pese al gran esfuerzo realizado. La etapa que llegaba un día más tarde a Sestrieres se vio condicionada por las malas condiciones climatológicas. Ganaría Berzin, que sentenciaba su victoria en el Giro, y Pantani se instalaría en la segunda posición final. Un éxito de Giro que le situaba en el mapa como uno de los grandes escaladores del momento. Y uno de los nombres de moda.
Se presentaría en la salida del Tour de Francia, pero allí las cosas serían bien distintas. Induráin era otro en el mes de julio y dejó las cosas sentenciadas en la contrarreloj de Bergerac. Pantani se dejó una minutada en ella. En los Pirineos lanzó dos valientes ofensivas en Hautacam y el Tourmalet, cima anterior a Luz Ardiden. No pudo ganar ninguna de las dos etapas, pero llegaría a las etapas de los Alpes con opción de meterse de nuevo en el cajón de otra gran vuelta. Iba a dejar su impronta en el Mont Ventoux, coronando en primera posición tras el largamente escapado Eros Poli. Ningún otro favorito había podido seguir su rueda. Fue cazado en el descenso.
Le provocaría llegar con rabia al Alpe d’Huez, una montaña que le provocaría mucha inspiración a lo largo de su trayectoria. El problema aquel año 1994 fue que una fuga consentida que el Carrera no hizo ademán de echar abajo iba a arrebatarle el triunfo. Roberto Conti se hacía con la etapa y Pantani se situaba quinto en la clasificación general, a casi diez minutos de Miguel Induráin. Lo cierto es que, pese a ello, estaba a dos minutos escasos del segundo clasificado, que en aquellos momentos era Richard Virenque. Un día más tarde, camino de Val Thorens, el italiano besaba el suelo en el descenso del Glandon. Se temió por su retirada, pero el bravo ciclista de Cesena se rehízo y volvería al pelotón. Pasaba por el lado de Induráin, que no le hizo ningún comentario ni mostró interés en ese momento por su estado físico.
Pantani se enfadaba en ese momento, como declaró en meta: «puede ser el más fuerte del pelotón, que lo es, pero eso no justifica que no se preocupe por la salud de un ciclista rival». En la Madeleine atacó, dejando el pelotón de los favoritos hecho un solar. Todo volvería a la calma de cara a la ascensión final. De nuevo arrancaba y esta vez sí iba a hacer daño. Ganaría un viejo conocido, el Cacaíto Rodríguez. Pero Marco recuperaría minuto y medio a los buenos y se ubicaría tercero en la clasificación general tras la etapa. Camino de Cluses cedería. Un día en el que el gran triunfador fue otro alopécico, el letón Piotr Ugrumov. Repetiría en la cronoescalada a Morzine-Avoriaz para ubicarse segundo en la general final. Pantani fue tercero. Los Festina, los grandes damnificados, fuera del podio de París.
Acaba la temporada para él con dos podios en sendas vueltas de tres semanas. Mejor joven del Tour, ahí es nada. 1995 venía para asentar a una de las nuevas estrellas del ciclismo internacional. Pero la mala suerte iba a jugar un papel. Ya le había perseguido antes de convertirse en ciclista profesional, estuvo a punto de arruinarle su carrera. En el mencionado 1995 se centró en brillar en el Giro de Italia, con un recorrido que le favorecía. Mucha montaña y una durísima cronoescalada a Selvino parecían de su lado. Pero un atropello mientras entrenaba cerca de Cesenatico le impedía entrenar y plantar batalla al potente Mapei que encumbró a Tony Rominger como maglia rosa.
Llegaría justo de preparación al Tour de Francia. En la etapa reina de la Vuelta a Suiza, sin embargo, demostró que en las subidas seguía siendo la referencia. En julio se repetiría el guion de 1994. Disputaría las etapas de los Alpes muy retrasado en la clasificación. Zulle e Induráin se mostrarían muy superiores en La Plagne. Marco apenas entraba en el top ten, a más de 14′ del maillot amarillo, que era, por supuesto, Miguel Induráin. Camino del Alpe d’Huez se daría una fuga peligrosísima con Virenque, Escartín o Jalabert. Pero esta vez el Carrera sí iba a trabajar a destajo para controlar en favor de su líder, incluyendo un espléndido trabajo de Claudio Chiapucci. Al alcanzar la primera rampa, pasado Bourg d’Oisans, se lanzó el escalador de Cesena. Demarró y dejó a todos atónitos, mirando.
Fue cazando escapados con suma facilidad. Y llegó a meta con minuto y medio de ventaja sobre el grupo del maillot jeune. La exhibición en las 21 curvas le situaba séptimo en la general. En Mendé, el día en el que la ONCE de Manolo Saiz y Jalabert desarbolaron por completo al Banesto, regresó en la ofensiva. Esta vez no dejaría de rueda a Induráin, Zulle o Riis, en una bonita subida final. Los Pirineos le iban a servir para adjudicarse una segunda victoria, en Guzet Neige. Dejó tirado a Tony Rominger en el Port de Lers y obtuvo más renta en el último ascenso. Estaba a 10 minutos del líder, pero el quinto puesto comenzaba a ser asequible. Soñaba con subirse al tren del podio en Cauterets, la etapa reina.
Sin embargo, el fallecimiento de su amigo Fabio Casartelli en el descenso del Portet d’Aspet le afectó tanto que no volvería a atacar. Desconsolado, Pantani desconectaba de la carrera y alcanzó París 13º en la general final. De nuevo era el mejor joven y se volvía casa con dos victorias en el zurrón. Su temporada aún no había terminado. Quedaba el Mundial de Duitama, en Colombia, uno de los más duros que se recuerdan. Preparó la cita mundialista en la Vuelta, con algún destello de nuevo en los Pirineos franceses. Pero su último gran día de 1995 iba a llegar en el Campeonato del Mundo. La climatología ayudó a que fuese una carrera durísima, más aún de lo que ya era de por sí.
El Cogollo vio ataques de Marco, su escenario ideal. En la última vuelta, Abraham Olano aprovechaba la superioridad numérica del equipo español y marcaba la diferencia que le convertiría en campeón del mundo. Unos segundos separaron al italiano del vasco, pero el marcaje de Induráin fue demasiado. En el sprint final fue también batido por el navarro y tuvo que conformarse con el único metal que obtuvo en los Mundiales. De hecho, no regresó jamás a la carrera. Aún quedarían emociones por vivir para él en 1995. Disputaba la Milán-Turín en el momento que un 4×4 eligió para acceder a la vía por error.
En la salida de una curva se empotraría contra él. Se destrozó la pierna y no anduvo lejos de finalizar así su carrera ciclista. En el hospital, los valores de hematocrito que aparentemente presentaba el transalpino eran sorprendentemente altos. Esta lesión provocaría la desaparición del italiano del panorama ciclista en el año 1996. Aprovechó, eso sí, para romper su relación con el equipo Carrera y empezar de cero con el Mercatone-Uno en 1997. Una relación que llevaría a ambos a hacer historia juntos.
Fotos: Gazzetta dello Sport / Sirotti
De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.