Marco Pantani (parte III): el efecto 2000 y Armstrong

Pantani ya era un desorden total en vida. Varios frentes abiertos: idas y venidas con su pareja, Christina Johnson, el paso por el mundo de la droga. También el duelo directo del propio Pantani con Armstrong. Y las investigaciones acerca de su nivel de hematocrito tras su antigua caída en la Milán-Turín de 1995, donde se hablaba de valores que rondaban el 61%. Con esta carta de presentación, como es lógico, el estado de la carrera de Marco era una auténtica incógnita. Por dicho motivo, cuando su nombre lucía en la lista de inscritos del Giro de Italia del año 2000, sus fans respiramos aliviados. Era un síntoma al menos para la esperanza. El mítico Felice Gimondi, que hacía funciones de presidente del Mercatone Uno, corroboró la noticia, al tiempo que los ciclistas se prestaban a una recepción papal en el Vaticano, punto de arranque de la corsa rosa.

Pantani defendía ante la prensa que su papel iba a ser de apoyo hacia sus compañeros de equipo. La llegada al Abetone previa escalada al duro y anhelado San Pellegrino vivió el encumbramiento de Francesco Casagrande como nueva maglia rosa. Pantani se despedía de cualquier atisbo de pelear por la clasificación general. Todo eso mientras Stefano Garzelli, compañero en el Mercatone, peleaba por ganar el Giro. Hubo que esperar al último día de alta montaña, con Agnello e Izoard por el camino, para recuperar la mejor versión del ‘Pirata’. Los ataques de Gilberto Simoni hacían daño a Garzelli, pero allí estaba la otra calva de amarillo para salir al rescate. En la durísima meta de Briançon, Pantani no pudo recompensar su trabajo con la victoria parcial, que fue a parar a Paolo Lanfranchi. Pero fue segundo, al menos un buen síntoma de recuperación.

Un día después, Garzelli daba la campanada y volteaba la general. Con mucho menos ruido, había igualado a su compañero en victorias absolutas en el Giro. Todo eran palabras de elogio hacia el escalador de Cesenatico entonces. Acabada la ronda italiana, era momento de empezar a pensar en clave Tour, sin mayores esperanzas de ver al transalpino con los mejores, dada la gran participación con la que iba a contar la carrera francesa. Ullrich, Armstrong y Pantani eran los más renombrados, los ganadores de las anteriores tres ediciones. Virenque, Heras, Escartín, Jiménez, Moureau, Zulle, Olano, Jalabert… prometían batalla. Aunque teóricamente partían desde más atrás.

La relativa sorpresa de David Millar venciendo la crono inicial de Futuroscope ante el mismísimo Lance Armstrong y el US Postal cediendo ante la poderosa ONCE en la crono por equipos de Saint Nazaire abrían el Tour. Pantani estaba para entonces bastante alejado ya de los primeros puestos. Tocaba esperar a la única jornada pirenaica, con cima en Hautacam. En un día de perros, entre agua y frío, escalaron el Marie Blanque y el Aubisque entre una cruenta batalla. Los escaladores se marcharon por delante, alcanzaban la última subida con ventaja y encendieron las alarmas de Ullrich y el Telekom, asumiendo mucho protagonismo con Guerini al frente.

En ese pelotón se iba a vivir un minuto vibrante: arrancaba Pantani en las primeras rampas, como suele. Zulle le cogía rueda y le remachaba, subiendo la apuesta. Pantani retomaría el sonido de los tambores de guerra hasta que Armstrong marcó su distancia y se acabó la carrera. Dejó tirado a Marco y fue alcanzando cadáveres a excepción de Javier Otxoa, que cumplía el sueño de su vida al ganar en el Tour de Francia. El nuevo maillot amarillo había dejado por los suelos la moral de Pantani, que se hundía y cedía más de cinco minutos. Su retardo en la general iba a superar ya los diez minutos. Pensar en remontadas iba a ser un acto de fe a estas alturas.

Turno para el Mont Ventoux. Tras un día de descanso y otro de transición, llegaba el puerto calvo, el que parecía haber sido diseñado por y para los campeones. El fallecimiento de Tom Simpson en 1967, el sufrimiento de Eddy Merckx en 1970 tras la línea de llegada, o la recordada victoria de Charly Gaul en la cronoescalada de 1958 eran algunos de los grandes recuerdos de esta cima. Como no podía ser de otra forma, el Mont Ventoux no iba a decepcionar. Banesto había puesto una equis sobre la cima. Pero sus líderes, Zulle y Jiménez, cedieron de los primeros. US Postal tomaba el control y dejaba el grupo de los mejores en apenas un reguero en el que Pantani sufría y hacía la goma con mucho terreno hasta la meta.

Al pasar el Chalet Reynard, se dio el imposible. Pantani regresaba a la disciplina del grupo y una y otra vez buscó marcharse en solitario. A la legua se veía que no se trataba de la mejor versión del italiano. Pero había sacado su casta de campeón para intentar relevar a su gran ídolo Gaul en una cima mítica, la de Eros Poli sólo unos años antes, con Pantani dando una exhibición por detrás. Armstrong, con el italiano en fuga, destrozó el grupo de perseguidores y se marchaba en solitario en busca del ‘Pirata’. Cuando le dio alcance, le enseñó la rueda, le esperó y le permitió ganar en la meta. Hasta ahí, todo en orden. El problema vino en rueda de prensa, donde Lance declaró que había permitido ganar al de Mercatone.

Pantani, herido en su orgullo, no iba a parar hasta vengar el a su juicio tan feo gesto hacia su estatura histórica. En el podio no se le veía contento. El ciclista estadounidense, sin saberlo ni seguramente quererlo, se estaba metiendo en un problema por un gesto del que se iba a arrepentir. Pantani ya estaba al borde del top ten, con Jan Ullrich segundo clasificado y un sorprendente Joseba Beloki en tercera posición. Esperaban los Alpes con tres etapas gigantescas, el terreno donde Marco mejor se había expresado hasta la fecha.

De aperitivo, una maratón de 250 kilómetros y tres colosos: Allos, Vars e Izoard, la misma montaña que le vio resucitar en el Giro. Escapada en cabeza de carrera y el pelotón bien administrado por los incombustibles Livingston y Hamilton. Pero había alguien en el grupo que no iba a conformarse con marchar al ritmo marcado por el líder. Pantani aceleraba y fue triturando a todos los favoritos a excepción de Armstrong. El americano demarraba de cara a la galería y le dejaba de nuevo en evidencia. En el descenso, con todo de vuelta a la normalidad, ambos ciclistas se dedicaban unas palabras poco amistosas entre sonrisas. Botero ganaba en Briançon y el italiano volvería a arrancar en el repecho final. Esta vez sí, con el permiso del grupo y pudiendo hacer tercero en meta. Unos segundos de propina, pero lo más interesante fueron las sensaciones.

Armstrong estaba molesto con la actitud de Pantani. Pantani estaba molesto y deseoso de vengarse de Armstrong. Los dos ciclistas en pie de guerra con el etapón de Courchevel en ciernes. Pantani era ya noveno, a cuatro minutos del podio. El amarillo era ya misión imposible. Pero si bien iba a quedar claro que no podía ganarlo Marco, el escalador del Mercatone iba a demostrar que si él quería aún podía pasar de todo. En el Galibier se formaba una fuga con algunos Kelme, Nardello, Chava Jiménez y algún otro que llegaría con ventaja al pie de la última ascensión. Todo el mundo esperaba un movimiento de Pantani para seguir con la línea argumental del Izoard.

Los acontecimientos iban a esperar a la pancarta de 13 kilómetros a meta. El ataque de Marco era sólo respondido por Armstrong. Pasado el arreón, el maillot amarillo se ponía en cabeza para intentar dejar atrás a su rival. De nuevo la misma performance que en el Izoard un día antes. Pantani no le iba a dejar marchar esta vez. Ullrich sufría y Heras llegaba al dúo. Jiménez se quedaba solo en cabeza de carrera en la ocasión que más cerca se quedó de levantar los brazos en el Tour. La magia iba cobrando forma y una vez decidió que era el momento, Pantani volvió a arrancar y esta vez iba a dejar a todos tirados. Ni Heras, ni Armstrong eran capaces de seguir la estela del maillot y culote rosa. Recordó al Marco de los grandes días. Se ubicó sexto a tiro del podio de París.

Restaba un día más de montaña. No parecía que Lance tuviese mucho que temer, pero Pantani pensaría diferente. El transalpino regaló un ataque de absoluto megalómano, a sabiendas que el líder le tenía pánico. Era Saisies, el primer puerto de la jornada. Quedaban otros tres antes de alcanzar las rampas de Joux Plane. El US Postal colapsó, quedando a flote únicamente sus dos representantes más fiables en montaña. Cuenta la leyenda que, en pleno ataque de nervios, Armstrong llegó a llamar por teléfono al doctor Ferrari durante la etapa. El objetivo era pedirle consejo y tranquilizarse con la constancia de que Pantani no podía llegar en ventaja a meta con ese nivel de exigencia.

La escapada conformada por Hervé, Escartín y Pantani fue neutralizada en el llano anterior al Joux Plane. Parecía que la victoria personal iba a ser para Armstrong. O no. El italiano cedía pronto en las durísimas rampas que le vieron volar apenas tres veranos antes. Tal fue la desconexión que ni siquiera tomaría la salida al día siguiente. Sin embargo, Armstrong sufría, gracias a Pantani, en la última subida importante del Tour la mayor crisis que se le recuerda. Ganó el Tour debido a la gran ventaja que amasó. Pero el mal día y la pequeña victoria de Pantani quedaron patentes.

En cambio, Marco entraba en un pozo del que nunca podría salir…

Fotos: Sirotti