Los muros de Kigali (Tour de Rwanda)

Entre el 18 y el 25 de febrero se disputa el Tour du Rwanda 2024. El Tour de Ruanda es una prueba que se disputa en un precioso paisaje, en el conocido como “el país de las mil colinas” (“Pays des Mille Collines“), en la zona de los lagos. Un terreno con cerros, plantaciones de té y café. En definitiva, un continuo rompepiernas que da mucho juego para el espectáculo. En este artículo vamos a hablar de “cuatro muros” que afrontan desde Kigali.

  • Muro 1. El muro adoquinado “más quinqui”

Empezamos con el verdadero muro. Cuatrocientos cuarenta y nueve metros de una calle adoquinada, según la estimación vía satélite más plausible entre las que encontramos. Kwa Mutwe en kinyarwanda, la lengua bantú local. Mur de Kigali en francés, la lengua de los colonos belgas que llegaron después de los alemanes, tras la primera guerra mundial. Wall of Kigali en inglés, la lengua que se enseña en las escuelas, desde 1994 y sobre todo desde que Ruanda se convirtió en la 54ª nación miembro de la Commonwealth en 2009. El Muro de Kigali se ha ganado por mérito propio ser un símbolo del Tour du Rwanda. Nadie duda que el recorrido del mundial de ciclismo en carretera de Kigali en 2025 pasará por el mítico Mur de Kigali.

La subida comienza en el límite del barrio de Gacyamo, al sur de la capital de Ruanda, desde la esquina de una tienda y un colegio internacional. Se inicia a 1470 metros de altitud y se asciende hasta los 1518, apenas 48 metros de desnivel con una media del 10,8 %. Los primeros 100 metros, son un aperitivo: la rampa comienza al 3%, pero los 100 siguientes se llega al 18 % de pendiente máxima. Entre los 200 y 400 metros recorridos se estabiliza al 13 o 14 %, a la altura de unos antiguos baños públicos, para acabar los últimos 50 metros al 10,2 %.

El tramo de adoquín acaba con un resalto, dejando a mano derecha una antigua carnicería local con nombre internacional (United Butcher o United Buchery, así escrito). Los datos que se encuentran a veces son distintos a estos y creo que la variación radica en que, cuando se continúa el recorrido a mano derecha, hacia el lavadero de coches Ikinamba de la avenida KN20 y la iglesia Umusozi w’Ibyiringiro, se considera que el Mur de Kigali acaba un poco más arriba, a 1520 metros de altura, con 700 metros al 6,6 % de media y hasta un 12 % de desnivel.

El tramo del Mur de Kigali es en Google Maps la dirección KN 18 Avenue, entre otras dos avenidas, la KN2 en la base y la KN20 en la cima. Un minuto en coche, según Google. En Kigali, las calles y avenidas no tienen nombre, sino unas letras que indican la colina en la que se encuentra (en este caso, la colina KN) y un número para la calle concreta (la 18). Parece complicado el sistema de localización, pero tiene sentido en un lugar como Ruanda, conocido como “Pays des Mille Collines“, el país de las mil colinas.

Desde hace poco, podemos visitarlo con el modo Street View y una de las cosas que más me ha sorprendido es que es una calle con varias “quincailleries.” En castellano, «quincallerías» o comercios dedicadas a vender artículos económicos de metal. Estas tiendas de quincalla dieron nombre en España al grupo sociocultural de las personas «quinquis» (o «mercheras»).

¿Qué se encontrarán los ciclistas a su paso por el Mur de Kigali? A pesar de que en las primeras ediciones esos 400 metros de subida se hacían entre una muchedumbre que apenas dejaba espacio a los ciclistas, desde que es una prueba 2.1. esa multitud se muestra ordenada y muy respetuosa, sin molestar ni mucho menos a los corredores. ¡Ya nos gustaría ver esto en las cimas de las Grandes Vueltas por etapas! Aficionadas y aficionados ruandeses se agolpan a ambos lados animando, algunos también desde los tejados. Cada año, igualmente, vemos a ciclistas que no tienen más remedio que echar pie a tierra en este espectacular tramo. También vemos casi siempre la publicidad de los principales patrocinadores de la prueba, como la cerveza (SKOL o Amstel) o el té de Ruanda.

Las comparaciones no son buenas, pero nos lanzamos a ellas en este artículo a riesgo de que los puristas de las grupetas nos den collejas (y con razón). El Mur de Kigali se parece, en cierto sentido, salvando mucho las distancias físicas, geográficas e históricas, al Kapelmuur o Muur van Geraardsbergen del Tour de Flandes. Al menos en extensión y pendientes. El tramo del Kapelmuur tiene 475 metros de longitud, un desnivel de 93 metros, con una pendiente media del 9,3 % y una pendiente máxima del 19,8 %. La principal diferencia es que en Kigali este tramo acaba a más de 1500 metros de altitud y en Flandes no pasa de los 62 metros sobre el nivel del mar. Así que si el Kapelmuur es el muro flamenco por antonomasia, el Mur de Kigali es nuestro “muro quinqui” favorito.

Aunque es el símbolo ciclista ruandés actual, el Mur de Kigali no es en realidad el que decide habitualmente la prueba. Es una vuelta de resistencia, una semana muy dura en la que cada año el desnivel acumulado supera los 16.000 metros en un país elevado y montañoso. En un continuo sube y baja entre colinas, el Mont Kigali, con 5,9 kilómetros a una media del 6 %, es seguramente una subida mucho más decisiva.

  • Muro 2. El muro histórico en el país de las segundas oportunidades

El Tour du Rwanda surgió como prueba amateur en 1988 pero, tras tres ediciones ganadas por ciclistas locales, desapareció durante los convulsos años noventa. Ruanda es recordada por el genocidio que tuvo lugar en el país entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994, en el que el gobierno hutu asesinó aproximadamente al 70 % de la población tutsi, alrededor de 800.000 personas en cuatro meses; se estima que 250.000 personas están enterradas en el Kigali Genocide Memorial, en la KG14, apenas seis kilómetros más al norte de la KN 18 Avenue. El país fue recuperándose y convirtiéndose en mucho más estable y el Tour du Rwanda volvió como prueba nacional en 2001 y con categoría UCI internacional desde 2009, primero 2.2. y desde 2019 como 2.1.

¿Cuántas ediciones lleva el Tour du Rwanda? No está claro. Tomando como referencia un artículo de Joseph Delves, podemos decir que la prueba ha vivido cuatro épocas: 1988-1990, 2001-2006, 2007-2008, 2009-2018 y 2019-Hasta la actualidad. Entre 1988 y 1990 se disputaron las tres ediciones de lo que actualmente llamamos Tour du Rwanda. La primera fue disputada por equipos locales y la ganó Célestin N’Dengeyingoma. En 1989 y 1990, ya tuvieron presencia tres equipos regionales ruandeses más varios equipos de países de la zona (Uganda, Burundi, Kenia, Tanzania y Zaire). Ruanda era desde hacía décadas una sociedad inestable, marcada por una división entre dos grupos étnicos, hutus y tutsis, establecidos por los antiguos colonizadores belgas en función del aspecto físico (los tutsis con rasgos faciales más parecidos a los europeos que los hutus).

El equipo fuerte ruandés era el Cine Elmay promovido por Emmanuel Mayaka, dueño de un cine en Bilyogo, un barrio de Kigali. Dos de sus ciclistas se llevaron el Tour en 1989 (Omar Masumbuko) y 1990 (Faustin M’Parabanyi). A pesar del parón de la prueba por el conflicto en el país, en los Juegos Olímpicos de Barcelona en verano de 1992, acudió un equipo de 4 corredores, dos de la zona de Kigali (los amigos Masumbuku y M’Parabanyi, ambos de perfil escalador) y dos ciclistas de Butare, al sur del país (el todo-terreno Emmanuel Nkurunziza, y el esprínter Alphonse Nshimiyiama). Finalmente Masumbuku no pudo competir porque se comprobó que había nacido en Burundi. Sus otros tres compañeros compartieron pelotón con Fabio Casartelli, Lance Armstrong, Erik Zabel o Davide Rebellin, entre otros, antes de tener que abandonar en la novena vuelta, desfondados con sus bicis pesadas, sin asistencia ni avituallamiento.

Los ruandeses no volverían a competir durante casi una década, en la que no menos de la quinta parte de la población fue asesinada en un genocidio horrible entre abril y julio de 1994. La suerte de los tres primeros ganadores del Tour du Rwanda está ligada a esta historia: el hutu N’Dengeyingoma murió lanzando una granada contra los tutsis; Masumbuku, también hutu, participó activamente en la matanza y moriría tiempo después, enfermo, en prisión; y el único tutsi de los tres, M’Parabanyi, perdió a casi toda su familia, sobreviviendo por poco. M’Parabanyi recuerda cómo estuvo a punto de ser asesinado por el propio hermano de su antiguo amigo y compañero Masumbuku. Los otros dos olímpicos, también tutsis, corrieron una suerte dispar: Nshimiyiama fue asesinado y Nkuruziza sobrevivió de milagro tras ser atacado con machetes.

Con el comienzo del siglo XXI, el país empezó a recobrar la normalidad. Desde el año 2000, con la presidencia de Paul Kagame, que también había participado activamente como uno de los líderes en la guerra civil y genocidio, se intentó evitar la separación de hutus vs. tutsis. Kagame apoyó el ciclismo y desde el año 2001 se disputó de nuevo el Tour du Ruanda, como prueba sobre todo de carácter nacional. Los ruandeses Bernard N’Sengiyumva en 2001 y Abraham Ruhumuriza, cuatro veces seguidas (2002-2005) fueron los protagonistas de este segundo período. El keniano Peter Kamau ganó en 2006. Los ciclistas ruandeses no eran profesionales y muchos, como el propio Ruhumuriza, se ganaban la vida con la bicicleta, pero como taxistas o trasportistas.

En 2005, el estadounidense Tom Ritchey, desarrollador de la “mountain bike”, visitó el país y lució su característico bigote recorriéndolo con su bici. Acababa de divorciarse tras más de 25 años de matrimonio y las gentes de Ruanda le cautivaron y devolvieron los ánimos. Se embarcó en dos proyectos: proporcionar mejores bicicletas de transporte (usadas especialmente para llevar el café y el té de la zona) y desarrollar el ciclismo del país. Para esta segunda tarea, contó con un compatriota, Jacques “Jock” Boyer, quien en 1981 había sido el primer estadounidense en disputar el Tour de Francia pero que cumplió condena entre noviembre del año 2002 y enero de 2006 por abusar de una menor.

Jock Boyer llegó a Ruanda a finales de 2006. Junto a su pareja, Kimberly Coats, y el apoyo de la federación nacional (Ferwacy) desarrollaron el proyecto de un equipo ciclista, el Team Rwanda, desde 2007. Los primeros ciclistas del grupo fueron Abraham Ruhumuriza (quíntuple ganador del Tour de Ruanda), Adrien Niyonshuti, Rafiki Jean de Dieu Uwimana, Nathan Byukusenge y Nyandwi Uwase, seleccionados tras pruebas de esfuerzo y rendimiento. El veterano Ruhumuriza (29 años) ganó su quinto Tour du Rwanda en 2007 y el joven Niyonshuti (22) se llevó el de 2008 por delante de Byukusenge.

Adrien se convirtió en un referente y fichó a partir de 2009 por el MTN-Qhubeka sudafricano de Doug Ryder, donde permaneció hasta 2017; desde fuera, el Team Rwanda siguió apoyándole de cara a su reto de participar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en la disciplina de “mountain bike” (39º y penúltimo) y en los de Río 2016 en la prueba de ciclismo de carretera (que no pudo acabar). Adrien, con su dura historia personal y familiar (nacido en 1987, creció durante la guerra civil de los noventa), era la cara más visible del proyecto de Boyer, que siguió desarrollando el ciclismo ruandés y compitiendo en ocasiones en pruebas fuera del país, incluso en Estados Unidos.

En el período entre 2009 y 2018, el Tour du Rwanda consiguió convertirse en una prueba internacional de la categoría UCI 2.2. (la más baja). Seguía siendo una prueba secundaria del UCI Africa Tour frente al Tour du Faso (en Burkina Faso) o la Tropicale Amissa Bongo (en Gabón), pero su crecimiento era innegable. En esa internacionalización llegaron las victorias internacionales del marroquí Adil Jelloul (2009), el eritreo Daniel Teklehaimanot (2010), el estadounidense Kiel Reijnen (2011) y los sudafricanos Darren Lill (2012) y Dylan Girlestone (2013). Fueron años dude aprendizaje tanto para los organizadores y también para el Team Rwanda de Boyer. Pronto llegarían tanto el crecimiento de la prueba como los resultados deportivos. Entre 2014 y 2018 los ruandeses encadenaron cinco victorias en la general, con Valens Ndayisenga (2014 y 2016), Jean Bosco Nsengimana (2015), Joseph Areruya (2017) y Samuel Mugisha (2018).

Era una época en la que sobre todo corrían selecciones nacionales africanas y donde ya pudimos ver el desarrollo de grandes ciclistas que hicieron podio, como el eritreo Natnael Berhane (2º en 2010), el sudafricano Louis Meintjes (2º en 2013), el eritreo Metkel Eyob (2º en 2016 y 2017), el keniata Suleiman Kangangi (3º en 2017). Jock Boyer y Kimberley Coats desarrollaron desde el año 2014 el Africa Rising Cycling Center (ARCC) en Musanze y transfirieron la dirección del centro y del equipo a la Federación ruandesa (FERWACI) a finales de 2017, regresando a Estados Unidos. Desde entonces, Coats y Boyer han denunciado en varias ocasiones casos de corrupción y abusos desde los responsables de FERWACI, lo que les ha apartado de colaborar nuevamente con el país.

En 2019 el Tour du Rwanda inició un nuevo período con su ascenso de categoría, a UCI 2.1. Comenzaron a competir equipos europeos, sobre todo franceses y belgas al principio. Poco a poco, especialmente al conseguir mantenerse y no anularse durante la pandemia frente a otras pruebas africanas, la vuelta de Ruanda se ganó a pulso ser, posiblemente, la prueba internacional más importante en la actualidad en África.

  • Muro 3. El muro económico y turístico: “sportwashing”

La población ruandesa se vuelca con el Tour du Rwanda y no es extraño: está muy habituada a las bicicletas. Para el 20% de los ruandeses, en un país de cerca de 13 millones de habitantes, la bici es el principal medio de transporte. El éxito de Ruanda no es flor de un día. Para que el Tour du Rwanda desbancara al Tour du Faso y a la Tropicale Amissa Bongo de Gabón como principal vuelta por etapas del continente africano, ha hecho falta la apuesta decidida del gobierno por el ciclismo.

Detrás de la compañía aérea nacional y de muchos otros negocios en Ruanda está el dinero del estado de Qatar, que sigue ligado por tanto al ciclismo de manera discreta pese a que todo apuntaba a que había dado un paso a un lado tras el criticado Mundial de Ciclismo en Carretera de 2016. No podemos dejar de decir en este artículo que el fútbol se ha llevado muchas veces una cantidad de dinero público bastante mayor del gobierno ruandés.

En 2018 se filtró que la publicidad “Visit Rwanda” en las mangas de las camisetas del Arsenal londinense costaba 30 millones de euros y el país recibía precisamente 60 millones en ayuda humanitaria británica; lejos de hacer autocrítica, también se ha incluido esa misma publicidad en la camiseta del París Saint Germain, no sabemos a qué coste. Sea como fuere, el Mundial de Ciclismo de 2025 puede ser una forma importante de promoción turística del país y que ese “Visit Rwanda” atraiga a aficionados al ciclismo del todo el mundo.

El Tour du Rwanda y el Mundial de Ciclismo 2025 se podría considerar en gran medida un ejercicio de “sportwashing” o lavado de imagen a través del deporte realizado por estados poco democráticos. No queremos olvidar tampoco la más que probable vulneración de derechos humanos en Ruanda. Marc Herman, un periodista que cubría el Tour de Ruanda en 2016 para un diario vasco, describía así el escenario:

En Kigali las calles están limpias y el alcantarillado funciona. Internet es rápido, no hay barriadas pobres y el aire, que en muchas naciones con perfiles económicos similares apesta a desagüe, huele a la cosecha del té (…) La penúltima etapa del Tour de Rwanda terminó en Kigali, en una avenida de adoquines tan absurdamente empinada que me hizo pensar que estaba en el lugar equivocado. Pero una hora antes de que llegaran los corredores, la gente del barrio comenzó a alinearse a ambos lados de la carretera. (…) En lugar de pedir a la gente que se echara atrás, los oficiales alzaron sus porras para golpear arbitrariamente a la multitud como el que corta las malas hierbas. Como no funcionó, se decantaron por golpes secos, de arriba abajo. Cada pocos segundos alguien resultaba seriamente golpeado, pero era una masa compacta y alguno tuvo más suerte que otro.

Una curiosidad más amable: ¿por qué no se van a encontrar muchos restos de plásticos en las calles de Kigali los ciclistas, tampoco en el Muro de Kigali? Las bolsas de plástico llevan años prohibidas en Ruanda. Además, si África es conocida por su término UBUNTU, un vocablo zulú del sur del continente que significa algo así como “Yo soy porque todos somos“, en Ruanda tienen su propia palabra nacional comunitaria, UMUGANDA, que en kinyarwanda significa “reunirse para un fin común.”

El último sábado de cada mes, es obligatorio desde 2009 que todos los ruandeses y ruandesas entre 18 y 65 años, realicen trabajos para la comunidad hasta las 11 de la mañana, que incluyen la limpieza y cuidado de calles, edificios y jardines. De este modo, ciudades como Kigali se han convertido en lugares limpios, ordenados y seguros, y el país es actualmente señalado por muchas publicaciones como el destino turístico más seguro del continente.

De cara al Mundial de Kigali 2025, ya se sabe que la Federación Ruandesa no va a arriesgar, teniendo en cuenta todo lo que se juegan como imagen del primer mundial de ciclismo en África. Van a contar con los propios organizadores del Tour de Francia, Amaury (A.S.O.), además de con la empresa belga Golazo. Frente a otros países africanos que están rompiendo vínculos con la “metrópoli colonizadora europea” (por ejemplo en Burkina Faso), el ciclismo en Ruanda ha sabido establecer sinergias que han contribuido a que no sea casual que Kigali organice este mundial.

  • Muro 4. El muro deportivo: “Ubuhungiro”

¿Qué tiene en común Valens Ndayisenga, Bonaventure Uwizeyimana, Janvier Hadi y Samuel Mugisha? Son ciclistas ruandeses que han destacado en la última década. Sin embargo, ninguno de ellos estará en el Tour du Rwanda 2024 ni en el Mundial de Kigali en 2025. Ubuhungiro significa exilio (o refugio) en la lengua kiñaruanda: los cuatro ciclistas abandonaron Ruanda y han acabado en Estados Unidos. Se les ve poco en redes, salvo a alguno, que hace ostentación en Facebook de su cuerpo muy musculado junto a un coche deportivo… Una imagen muy atractiva para otros compatriotas, mucho más que los sacrificios que vivían como ciclistas.

El último de ellos, Samuel Mugisha fue un caso especialmente sonado. Su equipo en 2022, el ProTouch sudafricano, de categoría UCI Continental, gestionó con dificultades el visado para que sus ciclistas africanos pudieran disputar el 4 de septiembre de 2022 la Maryland Cycling Classic 1.Pro en Estados Unidos, la prueba de mayor categoría UCI que corrieron en todo el año. Al llegar al aeropuerto, Samuel Mugisha fue recogido en coche por personas conocidas suyas y Samuel no acudió ni al hotel del equipo ni a la prueba. El equipo ProTouch denunció su desaparición (voluntaria) y lamentó que se trataba de un golpe duro para su proyecto como equipo UCI continental; de hecho, ProTouch no continúa como equipo en 2023.

Es lógico preguntarse por qué estos y otros ciclistas ruandeses han terminado eligiendo como opción el colgar la bicicleta, abandonar el país y dedicarse a otras cosas. Algunos de ellos, como vemos, compitieron internacionalmente tanto con la selección como con equipos extranjeros. Se crearon expectativas en torno a su progresión y esta no llegó a los niveles que se esperaba. Sufrieron en muchas pruebas de Europa, pese a haber destacado en su país.

Y, sobre todo, vieron que su futuro posiblemente no pasaba por el ciclismo profesional de máximo nivel. Nadie les culpa por lo que decidieron, nos podemos poner en su lugar, pero esa salida es síntoma de que algo no acaba de funcionar. Hay grandes ciclistas africanos, muchos de ellos de Ruanda, donde el ciclismo es un deporte nacional, pero no está claro si alguno de ellos podrá lograr el nivel al que ha llegado por ejemplo el eritreo Biniam Girmay Hailu (ganador de etapa en el Giro de Italia 2022) o incluso el que alcanzó un héroe nacional como Adrien Niyonshuti, cuyo mejor resultado internacional fue el 4º puesto en el campeonato continental africano contrarreloj en 2010.

Otro episodio nos muestra las dificultades deportivas de Ruanda. En la última etapa del Tour du Rwanda 2022, con llegada al Canal Olympia en Kigali, llegaban a los últimos metros juntos tres ciclistas: el ruandés Moise Mugisha (25 años, del equipo ProTouch sudafricano) y los franceses Sandy Dujardin (24) y Alexandre Geniez (33), ambos del TotalEnergies. Dentro ya del último kilómetro, Dujardin y Geniez felicitaron a Mugisha indicándole que la victoria era suya. El bueno de Moise entró con los brazos en alto flanqueado por los aplausos de los dos ciclistas franceses y de todo el público ruandés, que celebraba la victoria de un corredor local en la prueba por etapas más importante de África tres años después.

La de Moise Mugisha era la primera desde que el Tour du Rwanda ascendió a la categoría UCI 2.1. en 2020 y atrajo a más equipos ProTeam y Continentales europeos. En una temporada en la que nos estamos habituando a los dobletes e incluso tripletes del mismo equipo, en las redes sociales casi todos vivimos esta foto de la línea de meta de Kigali como un gesto generoso y de agradecimiento del Total Energies. Dujardin y Geniez, que ya habían ganado etapa en esta edición, fueron más aplaudidos que el propio Mugisha. Sin embargo, no todo el mundo vio lo mismo en esta imagen. Kimberley Coats, una de las promotoras junto a Jock Boyer del Team Rwanda primero y del proyecto Africa Raising Team después, no podía contener en su blog la indignación y nos obligaba a volver a ver el vídeo de los últimos kilómetros con otros ojos.

Moise Mugisha, un ciclista combativo y con gran talento, llevaba toda la semana metido en una fuga tras otra. Fruto de sus esfuerzos, acabaría también ganando meritoriamente el maillot de la montaña, algo nada sencillo en una tierra conocida como “el país de las mil colinas.” En esa etapa final, Moise Mugisha estuvo prácticamente todo el tiempo en cabeza de carrera y coronó el mítico Mur de Kigali en primer lugar en varias ocasiones. Fue Moise quien más contribuyó a seleccionar la escapada. Los franceses aprovechaban terrenos más favorables para atacar. A pocos kilómetros del final, Geniez ataca en busca de su tercera victoria y por detrás solo le persigue ya Mugisha, acompañado de un Dujardin posiblemente también fundido.

Para Geniez, que pocos días después sería condenado a cuatro meses de cárcel en Francia por violencia intrafamiliar, este era muy probablemente su último día de competición como profesional. Pero las piernas de Geniez ya no daban para más y, fundido, le tocaba asumir que ahí acababa todo: Mugisha, más fresco, le alcanzó junto a su compañero Dujardin. En una situación de carrera así, era el momento para Dujardin: podía atacar o seguir aguantando a rueda de Mugisha y, con su mayor punta de velocidad, jugársela al sprint. En un dos contra uno, aparentemente el ruandés tenía todas las de perder… aunque había demostrado ser el más fuerte de la escapada.

Ahí llegó el pacto, algo decidido por los franceses y no pedido por Mugisha. Geniez y Dujardin nos privaron del final y, con su condescendencia, dieron la imagen en redes sociales de que Moise Mugisha no podría haber ganado por sus méritos propios esa etapa si no llega a ser por el “regalo galo.” Y esa es la imagen más recordada de esa última etapa del Tour du Rwanda 2022, la última lograda por un ciclista local. Una victoria venida a menos para un ciclista ruandés gracias a la condescendencia de dos ciclistas franceses. Probablemente, con esa situación final de carrera, Moise Mugisha tenía pocas posibilidades de ganar, pero la imagen de su derrota peleando hubiese sido mucho mejor para el ciclismo africano.

De cara al Tour du Rwanda 2024, los organizadores han invitado a varios equipos de la máxima categoría o WT, pero prácticamente todos acudirán con sus plantillas de desarrollo o sub23. Esto despierta ciertas expectativas positivas para los equipos africanos de poder lograr mejores resultados que en los últimos años. En cualquier caso, hay dudas respecto al papel que puede desempeñar la selección de Ruanda en el Mundial de 2025: sin un ciclista que a día de hoy pueda estar al nivel de poder seguir a los mejores, sería ya un éxito si logran meterse en “la habitual fuga consentida” de los primeros kilómetros, porque – salvo sorpresa mayúscula – hay pocas esperanzas de que alguno logre completar el recorrido de la prueba en línea.

Fotos: Tour de Rwanda / Eurosport

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