Cuando pienso en la «sequía» habitual del ciclismo español en las Clásicas del Norte (belgas, holandesas y francesas), cuando llega cada primavera, muchas veces me acuerdo de Óliver.
Hace unos días, en la Gent-Wevelgem 1.UWT, solamente hubo un ciclista español en la salida, Albert Torres (Movistar Team, 58º). Tan solo 16 países han logrado ganar en esta prueba: con 50 victorias belgas, parece un milagro, casi una excepción, la victoria de Óscar Freire en 2008. Si lo del tricampeón cántabro es una anomalía, también lo es la de otro campeón, Alejandro Valverde, cuatro veces ganador en Lieja, cinco veces en La Flèche Wallonne aunque, si lo analizamos a «toro pasado», más de uno concluirá que el murciano quizá desvió energías de más alguna primavera para ser también triple ganador del Gran Premio Miguel Indurain y quíntuple de la “Liejica”, su querida Vuelta Ciclista a la Región de Murcia. Más «rara avis» si cabe es el gran Juan Antonio Flecha: 10 veces corrió la Gent-Wevelgem (2º en 2005), 11 veces la Paris-Roubaix (2º en 2007) y 12 veces la Ronde van Vlaanderen (3º en 2008). Sin embargo, en España recordamos más a quienes hacen un top 10 en la Vuelta que a quienes se dejan la piel entre adoquines y muros, con un tiempo de perros.
El ciclismo se ha internacionalizado, pero, lejos de ver más presencia de españoles en las Clásicas del Norte en los meses de marzo o abril, los datos nos muestran que es un territorio escasamente explorado y que la tendencia es “replegar las tropas” y centrarse en otros objetivos más alcanzables. En la Amstel Gold Race, por ejemplo, hemos pasado de 32 ciclistas españoles en la salida en 2005 a solo 4 en 2022 y 7 en 2023. Detrás de los 50 triunfos belgas en Gent-Wevelgem en 86 ediciones, los 57 en Paris-Roubaix en 120 años o los 14 en Amstel Gold Race en 57, desde mi punto de vista, no solamente hay un tema de «cercanía geográfica», sino también de cultura ciclista. En España seguimos mirando estas pruebas como algo lejano, anhelado pero por lo que tal vez no merezca volcar demasiadas fuerzas durante la temporada. Un lugar que aparece solo en los libros: El Dorado. Porque no tenemos nada que nos prepare para ellas ni hay excesivo empeño de la mayoría de ciclistas en «aprender» a correr en esos escenarios.
Los ciclistas belgas, holandeses y también muchos franceses disputan cada fin de semana en primavera pruebas ciclistas de categoría amateur o nacional, o de la categoría UCI más modesta, 1.2., en la que coinciden equipos UCI continentales, equipos de desarrollo y una mayoría de clubs aficionados de la zona. Encontrar en la lista de participantes a un ciclista español en estas carreras es bastante complicado.
Hace ahora cuatro años, el 8 de marzo de 2020, el fin de semana previo a que en España se decretase el confinamiento por COVID-19, se disputó en Países Bajos, la Dorpenomloop Rucphen, una clásica UCI 1.2. Por delante, 201,4 kilómetros bastante planos por un circuito de carreteras comarcales por la zona de Noord-Brabant (Rucphen, Langeschouw, Moeren y Sint Willebrord), muy cerca de la frontera con Bélgica. Ciclistas de 14 países diferentes entre los participantes, incluyendo uno japonés y otro griego. Ningún ciclista español, lo esperable… pero al echar un ojo a la lista de los holandeses aparece un ciclista de 22 años que se llama «Oliver Sanchez Rodriguez» (sic), del equipo local Willebrord Wil Vooruit. Óliver Sánchez Rodríguez, autocorrige el procesador de textos. Y lleva razón.
Óliver es un ciclista que nació en Las Palmas de Gran Canaria el 13 de abril de 1997. Aparece con licencia holandesa, pero es tan canario como el gofio de millo o el café de Agaete. Llegó por primera vez a Países Bajos en mayo de 2015, con 18 años recién cumplidos. No estuvo mucho tiempo en su primera experiencia, apenas cuatro meses, pero en 2018 decidió volver a establecerse allí, en la zona de Breda. Sí, la Breda del cuadro de «Las Lanzas» de Diego Velázquez. La Breda de la rendición que Óliver se negaba a aceptar: no quería renunciar a su sueño de ser ciclista profesional.
Ese sueño de Óliver comenzó siendo un adolescente, con una bicicleta de carreras prestada por el dueño de una tienda en Gran Canaria. Subiendo las montañas canarionas descubrió Óliver su vocación ciclista. La alimentaba almacenando en su ordenador y en su móvil cientos de imágenes de recorridos ciclistas utilizando Google Maps y otras páginas; la mayoría eran de los Dolomitas italianos y de los Alpes suizos. Convirtió esas imágenes de lugares lejanos por explorar en sus «raíces» cuando se sentía abatido; le dolía, entre otras cosas, haber tenido una infancia sin acabar de encajar con su familia materna. No, no había ninguna figura paterna: de su padre biológico apenas conocía que era un suizo que había estado unos días de fiesta en Canarias. Fabulando con subir esas montañas alpinas sentía que se encontraba a sí mismo, que se liberaba. También cuando iba por su isla en bicicleta.
La adolescencia de Óliver, entre 2011 y 2015, le convirtió en todo un experto que nos podría recomendar, seguro, interesantes recorridos ciclistas: «Nunca jamás en mi vida creo que olvidaré todos y cada uno de los días que iba desde Las Palmas hasta San Felipe y me dedicaba a subir durante 30 kilómetros a través de Moya, Fontanales y pinos de Gáldar. Salía del instituto corriendo en invierno para que no se me hiciese de noche con la bici. He hecho esa ruta con frío, calor, lluvia, agua nieve… Y siempre paraba en el mismo bar. Me conocían. Me guiñaban siempre diciendo que como siguiese así en vez de verme en persona me verían en la televisión. Me he arrastrado, lloriqueado, encontrado fuerza, atacado, ilusionado, soñado; he perdido esperanza y he creído que merecía la pena. Desde 2011 hasta 2015. Y cuando descubrí una variante en la que no tenía que subir tanto y tenía unos kilómetros llanos… anda que no di vueltas vestido de campeón del mundo. Y cuando subía por las curvas serpenteantes desde Teror hasta Cruz de Tejeda… ese era mi Alpe D’huez. Y siempre que llegaba ese tramo, tenía que ir dándolo todo, porque sino no me sentía bien. Cruz de Tejeda, otro sitio en el que se cansaban de verme; no olvido cuando, tras entrar en mi primer bajón, decidí subir por una vertiente muy dura, sin apenas haber entrenado y llegué con una hipotermia del copón. Me abrigaron y me llevaron a la estación de buses más cercana para bajar a casa. Nunca terminé de agradecérselo. Al igual que en Artenara, otro sitio al que llegué con una hipotermia de la hostia, otro sitio en el que me trataron como a un hijo. ¡Cuánto necesitaba sentirme arropado! Seguramente porque era un crío inconsciente«, recuerda Óliver con nostalgia.
En el otoño de 2013, con 16 años, Óliver, que ya había corrido en algunas carreras en Gran Canaria, decidió buscar contactos para dar el salto a la Península. La Fundación Víctor Sastre le ofreció un hueco en 2014 para entrenar y estudiar en Ávila, pero cuando llegaron las condiciones que le podían ofrecer ese año (apenas 80 euros al mes y la ropa del equipo), Óliver Sánchez no pudo contar con el apoyo familiar que hubiese necesitado. Tuvo que quedarse en la isla. Se deprimió. Tocó fondo, o eso pensaba. Por momentos, levantaba cabeza e intentó emanciparse. Las cosas en casa no funcionaban bien y el conflicto era continuo. Resumiendo mucho su historia, Óliver sí llegó a la Península, en 2015, con 18 años. Tuvo que dormir en la calle. Encontró personas que le ayudaron, también otras muchas que le dieron de lado. Dejo de montar en bici. Volvió a hacerlo en Holanda en 2018. Finalmente, consiguió ganar algún dinero como mecánico en tiendas de bicicletas. Justamente a eso se dedicaba en un conocido hipermercado especializado en deportes en Breda cuando recibió su primera oportunidad en una prueba UCI, la Dorpenomloop Rucphen 2020.
A Óliver le pilló por sorpresa, pero sabía que esto era «una oportunidad de oro«, así la definía él mismo. Sentía que en su propio equipo le daban bastante de lado, incluso no acababa de cuadrar con sus compañeros, con los que se encontraba directamente en la línea de salida de muchas pruebas de fin de semana sin que ninguno le echase una mano para poder desplazarse a ellas. Cuando parecía avanzar, en 2019, sufrió una «caída tonta» con rotura de clavícula y tuvo que operarse y hacer rehabilitación. Comenzó 2020 entrenándose más, bajando de peso; desde 77 a 73 kg, aunque él sentía que su peso ideal era 70, pero le costaba llevar una dieta más saludable, no soportaba estar sin chocolate. Su relación con la comida formaba parte de sus problemas constantes.
Dorpenomloop Rucphen 2020, «una oportunidad de oro» para la que no se sentía preparado. «De oro si hubiese hecho los deberes cuando debía y no cinco minutos antes de que comenzasen las clases. Pero así ha sido mi vida siempre. Ya lloré muchas oportunidades en las que físicamente estaba genial, pero por motivos no pude aprovechar. Ahora toca llorar las oportunidades que jamás tuve y que ahora, siendo un chiste con piernas, tengo«, escribía Óliver en su blog unos días antes de tomar la salida.
La victoria al sprint fue para el holandés David Dekker (SEG Racing Academy), con 22 años, los mismos que Óliver. Dekker firmó al año siguiente por el Team Jumbo-Visma y después ha corrido los dos últimos años en Arkéa, así que lleva ya cuatro años seguidos en WorldTeams. En 2021 y 2023, Dekker corrió el Giro d’Italia, otro de los sueños de Óliver.
¿Y qué tal le fue a Óliver en la clásica de Rucphen? Mal. Llevaba razón, no estaba suficientemente preparado. No, esta historia no tiene un final feliz. «Oliver Sanchez Rodriguez: DNF.» Retirada. Rendición, hecho un cuadro, como el de «Las Lanzas.» El mismo resultado, por otro lado, que sus seis compañeros de equipo, porque fueron 61 los abandonos, cerca del 40 % de los participantes. Nada que reprochar a Óliver, aunque él sí sintió que se le escapaba esa oportunidad dorada. Le quiso quitar importancia, pero mi sensación es que se sintió decepcionado consigo mismo.
No hubo más pruebas UCI para Óliver. Tampoco muchas más esa temporada para el resto del equipo. Era el «año COVID.» Sí hubo entrenamientos únicos en 2020 y 2021. Aunque se sentía libre en las montañas, Óliver disfrutaba también en los muros de Países Bajos y Bélgica. Con su equipo tuvo la suerte de recorrer, entre otras, la ruta de la Ronde van Vlaanderen. No eran los Dolomitas, pero sí un lugar mítico para un ciclista.
Hay muchas barreras más empinadas que el Muro de Huy para convertirte en ciclista profesional. Posiblemente, en España uno de los sitios donde lo tengas más complicado para acabar siendo ciclista, tirando de pura estadística, sea en las Islas Canarias. Si no falla internet, el tinerfeño Dailos Manuel Díaz Armas fue el primero en lograrlo, durante solo una temporada, la 2007, la que aguantó el fugaz equipo patrocinado por el Cabildo de Fuerteventura y el Gobierno de Canarias, heredero del Kelme-Comunitat Valenciana tras la Operación Puerto. De Gran Canaria, el teldense Santi Ramírez, de la quinta de Carlos Verona, fue campeón de España Júnior en 2009 y llegó a correr en el Lizarte amateur en 2015, pero no pudo dar el salto a profesional. Ricardo Zurita, venezolano de nacimiento pero afincado en Tenerife, tuvo en 2022 la oportunidad de correr en el Drone Hopper-Androni Giocattoli de Gianni Savio, pero le pilló muy joven, no acabó de salirle bien y se recalificó como amateur el año pasado. Seguro que me dejo algún «ciclista top canario», obviando a uno de adopción: el italiano Riccardo Riccò quien, tras su sanción por dopaje, montó durante unos años una heladería en Tenerife para vivir junto a su pareja, hasta que decidió volverse a Italia precisamente por la pandemia.
A finales de junio de 2021, sin lograr encontrar ayuda profesional para superar sus recurrentes problemas de salud mental, el ciclista canario Óliver Sánchez Rodríguez decidió quitarse la vida en un bosque de Breda. Ese es el final que eligió para su historia cuando no pudo más con el dolor que sentía. Se despidió en su blog del mundo, también de quienes habitualmente le leíamos en Twitter. No esperó a que le respondiéramos. Nadie en su círculo real ni virtual supimos cómo ayudarle. Sabemos que lo que necesitaba era ayuda profesional, pero tampoco nos consuela demasiado. Tampoco saber que no era la primera vez que intentaba suicidarse, la primera fue cuando vio que se le escapaba el tren de correr en la Península, con 16-17 años. En esta ocasión sintió que se le escapaba la última oportunidad que le ofrecía el ciclismo. Tenía decidido suicidarse en los Alpes en junio de 2020 pero las fronteras se cerraron temporalmente y perdió ese billete. Un año después, cumplió lo que buscaba.
Ya tarde, en mi caso solamente se me ocurrió que podía ayudarle a cumplir con alguno de sus «sueños ciclistas.» En primer lugar, escribí a Procyclingstats y no tuvieron problema en incluir los datos reales y actualizados en su biografía (pincha aquí para leerla), incluyendo su foto, aunque solo disputase una prueba UCI en su vida. Aunque sea en un rinconcito de Internet, en algún lugar aparece que un canario corrió una clásica en Países Bajos. Creo que a él le hubiese gustado más salir sacando la lengua, burlándose de la mala suerte que le acompañó tantas veces en su vida.
Óliver se despidió con unos versos que siempre le acompañaban: «Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,/ aunque el sol se ponga y se calle el viento,/ aún hay fuego en tu alma,/ aún hay vida en tus sueños.» Pertenecen al poema «NO TE RINDAS», un texto apócrifo falsamente atribuido a Mario Benedetti desde 2013. De nuevo el arte para guiñarnos un ojo, para sacarnos la lengua: ¿por qué te rendiste, Óliver, precisamente en Breda? Solo tenías 24 años y toda una vida por delante.
Finalmente sí fuiste «profesional» por un día, Óliver, eso no te lo quita nadie. Es algo que muchos aficionados al ciclismo nunca estuvimos ni siquiera cerca de alcanzar. También cumpliste a los 19 años tu sueño de viajar a los Alpes, aunque tuvo que ser solo, no con ninguna de las chicas con las que querías compartirlo. Así lo describías desde tu blog, escrito en Breda, pero con la mente en los Alpes: «El único lugar donde estoy tranquilo son los Alpes. Ahí donde, pisándolo por primera vez, recordé historias, vivencias. Cosas que nunca sucedieron. Cosas que nunca se sintieron. Momentos que nadie vivió; pero que soñé con alguien, y esa persona, conmigo. Momentos que nunca sucederán con las personas con quienes se crearon. No hay viaje en caravana durante meses con ella. No hay una casa hecha a medida en un pueblo de Suiza. No hay niños correteando por laderas con ella. Y es que, ¡cómo echo de menos la calma de las montañas! ¡Cómo echo de menos esa calma que tanto me falta y atormenta! ¡Cómo echo de menos sentirme feliz, aunque sea por momentos! Sin buscar cosas a medias. Sin buscar peros. Simplemente, puerto arriba, tarde lo que tarde, vaya como vaya. Pero haciéndolo. Porque, una vez, hace muchos años, un crío descubrió cómo usar Google Maps, descubrió los Alpes y dijo: «quiero vivir ahí». Y la única manera en que ello pueda ser posible, es siendo ciclista. El mundo cambia. Y mi sitio en él hace mucho que se perdió. Y el sitio que he encontrado, realmente, tengo que ganármelo.»
Mi segundo homenaje para ti llega hoy, escribiendo este artículo que tanto me duele, con una única intención que espero que quienes lo leáis sepáis perdonarme: solo buscaba que el nombre de Óliver Sánchez Rodríguez apareciera en esta página entre el de otros grandes ciclistas. Entre artículos que hablan de ciclistas prácticamente de tu generación, como como Tadej Pogačar o Jasper Philipsen. Ojalá pudieras pasarte por aquí, Óliver y encontrar tu historia entre ellos. Somos muchos los que aún te recordamos a menudo. Estoy seguro de que alguna vez nos cruzaremos contigo y tu sonrisa subiendo cualquier puerto de los Alpes, justo cuando estemos a punto de echar pie a tierra, animándonos con tu buen humor: “¡No te rindas!”
Touriste-routier interesado por la historia y el salseo en bicicleta. Seguidor del ciclismo más modesto, global, diferente y, muchas veces, bizarro. Mis «grandes vueltas» cada año son el Tour du Rwanda y el Tour de Langkawi. Orgulloso colaborador en High Cycling y ahora de Le Puncheur. En redes soy «Viktor Frankenaerts» o @cyclinggeo
Gracias Alberto por compartir está tristísima historia.
Los problemas mentales son horribles. Todos los seres humanos queremos ser queridos por los nuestros; cuando esto falta surgen esos problemas.
De haberlo sabido antes y como amante al ciclismo me hubiera desplazado a Breda (vivo en Holanda) para hablar con Oliver y haberle echado una mano en lo que fuera.
DEP Oliver.
Un saludo Alberto,
Paco Avila
Alberto: gracias por haberle ayudado…efectivamente has conseguido que entrase en la historia y en los anales del ciclismo de procyclingstats inclusive su foto. Acabo de verle por ahí….
Gracias de nuevo y un saludo,
Paco Avila
Gracias, Paco. Hoy Oliver hubiera cumplido 27 años. Este artículo es un pequeño homenaje para recordarle sobre una bici y con su sonrisa. DEP