Pelayo Sánchez eleva a Asturias y a Movistar sobre el Giro de Italia




‘M’ de mayo, de Pelayo Sánchez Mayo. ‘M’ de Movistar y de media montaña. El Giro comienza por fin a girar y a introducir las curvas que más se le suponen. Tramos de gravel, decían, un pequeño souvenir de su patria chica a modo de Trobaniello con menos pendiente. Bonito trazado y, por fin, decisión entre todos esos nombres a la sombra de un sol tan potente como el de Pogačar. No son muchos los ciclistas españoles que cosecharon en la salida en Turín unos días atrás (5), y solo han bastado seis etapas para recoger el fruto con una victoria de etapa impresionante que se vive en presente, pero pertenece al futuro. Ese futuro que desprende el ciclista carbayón va más allá. La ilusión por verle deslumbrar comenzó en 2023 y alcanza el mes de febrero, cuando brilló como el sol mediterráneo de Mallorca en su Challenge. El octavo lugar en la ronda de su Asturias fue el preludio de una melodía y un apellido que resuenan ya por toda Italia.

Sánchez, en Rapolano Terme, dejó con cara al antaño intimidante Alaphilippe y al canguro Plapp, que brinca fuera de Australia para confirmar que hay ciclistas fuera del lejano mes de enero. El público atisbaba que el astro galo iba a lucir sobre su pelo la triple corona, pero un maillot azul lo impidió contra todo pronóstico. Pelayo se alzó como los corredores que son realmente buenos y eligió a la perfección los momentos.

Ineos puso salsa al día. Por momentos había nervio por deshojar la margarita del UAE, cada vez con menos pétalos. ¿Será o no será? Había que intentarlo, si bien se respira en el Giro que el movimiento era más bien para azuzar el árbol y que alguna fruta madura cayese por mera acción de la gravedad. No cayeron muchas plumas, pero algunos pájaros sintieron de cerca el aliento del precipicio. A las puertas de Perugia, el terreno se quiebra, el rosa cede un día de foco y permanencia en el éxito, y se autoaparca de cara a la contrarreloj más larga del Giro. Mientras tanto, un asturiano descorchaba una botella de sidra mirando hacia un horizonte repleto de público donde lo único que la vista no alcanza a ver es su techo.

Asturias vuelve a ondear sobre el mes de mayo, sobre Italia y sobre el Giro. Lo hizo Fuente, el mítico Tarangu que hacía temblar los esquemas de Eddy Merckx. Lo hizo también el voluntarioso Chechu Rubiera, con Falzes y Selva di Val Gardena como escenarios de sus gestas. Lo intentaron otros como Santi Pérez y otro Sánchez, Samuel, sin el éxito que ha degustado Pelayo, el nombre que empezó la Reconquista y ahora hace historia a lomos de una bicicleta y regala a España y Asturias una magnífica batalla vencida.