El primero de mayo de 1965, un tal Eddy Merckx debutaba en el ciclismo profesional. Apenas tenía 20 años y ya todos los especialistas le auguraban un gran futuro. Por aquel entonces, Rik Van Looy contaba 32 primaveras. Pero todavía obtuvo 42 victorias en aquella temporada –fue su récord personal– y, por ejemplo, un tercer lugar en la París-Roubaix. Durante las seis temporadas en las que Van Looy coincidió con el Caníbal, el Emperador todavía consiguió 108 victorias. Entre ellas, una Roubaix y una Flecha Valona.
Mucho se ha escrito sobre la relación entre Van Looy y Eddy Merckx. El joven Merckx debutó en la misma formación, Solo-Superia, en la que Van Looy era capo absoluto. No parece que la convivencia fuera la mejor, y Merckx pronto salió hacia Peugeot. Van Looy sabía perfectamente que Merckx iba a ser el campeón del futuro. Pero por su carácter, el Emperador de Herentals no podía aceptarlo sin más. A pesar de que la madera de campeón de Merckx era indiscutible, la afición flamenca “fan” de Van Looy nunca lo abandonó. E incluso se podría decir que la fidelidad de esa afición hacia su Emperador aumentó. Van Looy, por su parte, se dedicó a no defraudar a esa su masa de seguidores. Así, con casi 37 años, Van Looy se retiró del ciclismo con 371 victorias como profesional de la ruta, y otras 58 como profesional en pista, 12 de estas en pruebas de Seis Días.
Así como a quien escribe le sucedió cuando Sean Kelly abandonó el ciclismo profesional, muchos de aquellos aficionados que consideraban a Van Looy como su Emperador nunca han reconocido otro igual. Y, todavía hoy, aquellos veteranos aficionados flamencos dividen la historia del ciclismo en un antes y después de aquel 22 de agosto de 1970 en que Rik abandonó el profesionalismo. Para ellos, ya nada ha sido igual. Una fidelidad de la que ningún otro deportista ha gozado en toda la historia del deporte belga… incluso considerando la carrera deportiva de Eddy Merckx. Fue la irrepetible historia de un emperador y su pueblo. Una historia única, solo entendible en el contexto social en el que se dio, y que parece totalmente imposible de que vuelva a suceder en un contexto tan globalizado como el actual.
Ya en entrevistas posteriores a su retirada, Van Looy señalaba que “era igual de feliz ganando una Kermesse en Herentals, entre mi gente y ante miles de mis seguidores, como la Milán-San Remo, ante gente que no conocía. Es evidente que conozco la diferencia entre ambas, pero ahora se trata de mis sentimientos de entonces, porque algo que ha sido bonito siempre será uno de los recuerdos más importantes”.
Y como balance final deportivo, afirmaba también: “Soy el único corredor que ha ganado todas las clásicas fuera de categoría. La última, la Flecha Valona, cuando casi tenía 35 años, algo de lo que me siento muy orgulloso. Pero el verdadero mérito es que he trabajado muchos años y he sacrificado muchas cosas para conseguirlo”.
Pasando ya a una somera semblanza en datos de Van Looy, también conocido como Rik II (Rik I fue Van Steenbergen), ha sido una de las más grandes figuras de la historia del ciclismo. Su clase iba paralela a su increíble carácter de luchador. Consiguió también buenas clasificaciones en pruebas por etapas, pero sus limitaciones como contrarrelojista y escalador le impidieron ganar el Giro o el Tour, aunque llegó a clasificarse en tercera posición final en las Vueltas a España de 1958 y 1963. Fue rey de la montaña en la edición del Giro de 1960. Los mejores años de su carrera lo fueron con el equipo Faema (la squadra rossa), en la que militó entre 1959 y 1963. Durante ese período ganó dos títulos mundiales en ruta, dos Tour de Flandes, dos París-Roubaix, Lieja-Bastoña-Lieja, Gante-Wevelgem, etapas en el Giro, Tour y Vuelta… Con aquel Faema obtuvo también numerosas cronometradas por equipos.
Sí, pero este repaso quedaría incompleto sin relatar los sucesos del mundial de 1963 en ruta. El disputado en la localidad flamenca de Ronse. Localidad que ostenta el récord de acumular enormes polémicas en las dos ediciones en las que los mundiales de ruta se han disputado en ella: las de 1963 y las de 1988. La de 1988, muy famosa por la encerrona de Bauer a Criquielion y la victoria final de Maurizio Fondriest, con el malogrado Criqui entrando en meta a pie.
Aquella tarde del 11 de agosto de 1963, cientos de miles de aficionados flamencos esperaban que su ídolo se vistiese con el maillot arcoíris. Se daban casi todas las circunstancias favorables para ello. Con lo que nadie contaba era con la “traición de Benoni Beheyt”, un gregario de Van Looy en la selección belga que acabó ganando al Emperador de Herentals en el sprint final por la victoria. Un suceso que conmocionó durante unos días a un país entero. Un suceso a lo “Purito-Valverde” en 2013, pero con una afición todavía infinitamente más entregada y forofa, y que bien merece un capítulo aparte.
Imágenes extraídas de cyclinglegends
Raúl Ansó es pamplonés y cumple más de una década en proyectos como Road & Mud, Urtekaria, Desde la Cuneta, Planeta Ciclismo, High-Cycling y ahora Le Puncheur. El espíritu crítico y una visión siempre interesante sobre la actualidad, además de gran historiador del ciclismo.