En el mundo del ciclismo, parece que la solución a los problemas de seguridad en las carreras es simplemente suspender etapas. Esta práctica se está volviendo una norma aceptada, lo cual es preocupante. En lugar de implementar más ambulancias o encontrar soluciones adecuadas, la decisión inmediata es cancelar la etapa en cuestión, sin importar si se está celebrando o si se está a punto de comenzar.
Es sorprendente que con todos los recursos y personal que tienen estas organizaciones no sean capaces de revisar los recorridos de las etapas con anticipación. Sería lógico pensar que la prevención y planificación detallada podrían evitar muchas de estas suspensiones, así como bastantes problemas que esa aparente dejadez va generando de forma directa o indirecta. Las organizaciones parecen más enfocadas en la parte administrativa y de imagen, llenando las carreras de motos, coches de invitados y personal adicional, en lugar de centrar más el tiro en la seguridad y el buen desarrollo del evento. Un tema que debería preocupar también al ciclista, como es evidente, y por el que, populismos, populistas y demagogos aparte, velamos todos. Cómo no.
Imaginemos por un momento que la final de la Champions League se suspendiera a falta de veinte minutos para finalizar porque faltan médicos para atender a dos jugadores lesionados. Esto sería inaudito en el fútbol, pero en el ciclismo hemos llegado a aceptar estas decisiones sin cuestionarlas. Sería mucho más razonable aumentar el número de ambulancias para casi 200 ciclistas, garantizando así una respuesta rápida y eficiente ante cualquier incidente. También velando por la continuidad de la prueba.
La etapa de antes de ayer, por ejemplo, se desarrolló en una zona muy peligrosa. Aunque es cierto que los ciclistas deberían bajar la velocidad en situaciones de riesgo, la responsabilidad de la organización es fundamental. Un ciclista amateur sabe que debe reducir la velocidad en situaciones peligrosas, pero parece que algunos profesionales, en su afán competitivo, ignoran este principio básico.
Este debate sobre la seguridad y organización de las carreras no es nuevo. Muchos sienten que el ciclismo de hoy ha perdido el rumbo. En décadas pasadas estas situaciones no se habrían permitido, ni nadie las hubiese planteado. Las carreteras no están en peores condiciones que antes y los ciclistas no son técnicamente inferiores, más bien al contrario. Sin embargo, vemos más caídas y accidentes a pesar de que los recorridos cuentan con dichas comodidades.
La explicación oficial es que el ciclismo se ha vuelto más competitivo, lo que obliga a los ciclistas a mantenerse en grupo hasta el final de la carrera. Esta estrategia artificialmente mantiene el suspense, pero también aumenta el riesgo de accidentes por acumulación. Como ya he comentado alguna vez en mis columnas, el ciclista que no disputa se deja ir guardando fuerzas para el día siguiente. Algo que parece lógico ha alcanzado puntos esperpénticos. Ver a un especialista como Gorka Izagirre perder 6 minutos en una contrarreloj de apenas 30 kilómetros es llamativo. Casi 6 perdieron Kwiatkowski, Boasson Hagen, Castroviejo, campeón de España en la especialidad en más de una ocasión, Pedersen… Es evidente que no disputaron la contrarreloj de esta Dauphiné 2024 a tope.
Ese remanente de fuerzas les permite ir delante e incluso sentirse con fuerzas para disputar al día siguiente. Ese filtro que las etapas han dejado de producir porque muchos ciclistas las aprovechan para ‘ahorrar’ energías puede ser una de las causas de que en determinadas jornadas quieran ir todos delante. Es el motivo por el que históricamente se daban tantas caídas en las primeras etapas del Tour de Francia, la temida primera semana. Muchos ciclistas, poco desgaste, el objetivo del año y lucha por entrar en un lugar donde no caben todos. Lógicamente, la caída en Dauphiné vino por otros motivos añadidos como el estado de la carretera.
Es necesario un análisis más profundo y crítico de estas situaciones. Ni periodistas ni comentaristas parecen dispuestos a cuestionar el estado actual del ciclismo, aceptando la versión oficial sin más, justificando hasta la extenuación cualquier episodio casi siempre en la dirección más fácil. Es una lástima, ya que un debate abierto y constructivo podría llevar a mejoras significativas en la seguridad y organización de este deporte. Cuando la única solución que plantea el ciclismo es suspender o recortar las etapas es que alguien ha dejado su trabajo sin hacer. Como reflexión final, propongo hacer un recuento de los recortes y suspensiones acumulados en los últimos cinco años. Si ésa es la única solución que se le ocurre al ciclismo, mal le va a ir, espejismo de Pogacar y cía aparte.
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.