Recordando el debut como profesional de Miguel Induráin

Tras su triunfo frente a Jokin Mujica en el Campeonato de España amateur de Elda en junio de 1983, Miguel Induráin pasaba a convertirse en el ciclista más joven en vencer en ese campeonato. Ya en 1984, en mayo, Miguel Induráin hacía segundo en la Vuelta a Navarra. Una carrera en la que pudo ganar de sobra, y en la que sólo se lo impidió el hacerlo su fidelidad a su jefe de filas, el riojano Álvaro Fernández. Induráin, en la carrera de su tierra, obtuvo dos triunfos de etapa y el maillot de la montaña. La dirección deportiva de Reynolds, Unzué y Echávarri, decidió que Induráin debutase con el equipo profesional en septiembre de 1984, en el Tour del Porvenir, una prueba entonces caracterizada como Open; es decir, abierta tanto a profesionales como a
ciclistas amateur.

Allá en Valence D’Agen, aquel 4 de septiembre de 1984, se presentaron escuadras profesionales tan variopintas como Renault, La Vie Claire, Tonissteiner, La Redoute, Systeme U… y el propio Reynolds de Miguel. Y selecciones, también tan variadas, como la URSS, Checoslovaquia, Italia, Bélgica, Polonia, Países Bajos, Francia, Colombia… También de ciclismos exóticos en aquellos años, como Japón. Así que, aquel 4 de septiembre, bien que pudiera datarse como la fecha del debut en profesionales de Miguel Induráin Larraya. En una prólogo contra reloj individual sobre 5,8 kilómetros.

No tuvo un papel muy destacado aquel día Miguel. En una especialidad que el tiempo demostraría en la que él se manejaba con enorme destreza. La primera gran sorpresa llegaría en la tercera etapa de ese Tour del Porvenir. Era una cronometrada por equipos de 51 kilómetros (sí, estamos hablando de ciclistas amateurs y profesionales) entre Pont de Salars y Millau.

¡Reynolds se adjudicaba la etapa! Batía a la grandísima favorita, la selección de la URSS, de Viktor Demikenko, Piotr Ugrumov, Ivan Ivanov, Sergei Uslamine… Unzué manifestaba: “Me costaba creerlo”. El aragonés ciclista de Reynolds Carlos Hernández, además, saldría de amarillo en la etapa del día siguiente como nuevo líder de la general. Continuaba relatando Eusebio Unzué: “Al principio ninguno nos creíamos que habíamos ganado. Ya sólo por la homogeneidad del equipo lo íbamos a hacer bien, y llegaríamos a la meta con los siete corredores”. Vencer a la URSS era por entonces todo un hito en el ciclismo Open: “Los soviéticos vienen a esta prueba poco menos que a tomarse la revancha de las Olimpiadas” (Recordemos los mutuos boicots a las Olimpiadas de Moscú de 1980 y de Los Ángeles de 1984, debido a la guerra de Afganistán), continuaba el director de Orkoien. El técnico blanquiazul destacaba la media obtenida, 46,300 kilómetros por hora, en un terreno en absoluto llano. Y también resaltaba el hecho de que sus siete ciclistas habían trabajado por igual y ninguno había fallado. El ciclista madrileño Jesús Hernández Úbeda, que había corrido con Reynolds tanto en la cronometrada por equipos del Tour de Francia dos meses antes, como ésta del Tour del Porvenir, señalaba a Unzué: “Si llegamos a llevar a Induráin y a Álvaro Fernández al Tour grande, hacemos tres minutos menos en esa contrarreloj”.

Y es que la actuación del villavés nuevamente había vuelto a impresionar. La anécdota la relataba el propio Unzué: “Miguel iba tan fuerte que, al arrancar en una de las cuestas, ha roto el piñón catorce”. Una situación que volvería a repetirse unos meses más tarde. Cuando, en unas pruebas físicas en la Clínica Universitaria de Navarra, Induráin rompía debido a su fuerza una de las máquinas. Hecho que retrasó las pruebas de sus compañeros hasta su reparación. Con esa victoria de Reynolds, Miguel se situaba octavo en la general, a 17 segundos de su compañero Carlos Hernández. Pero la cosa no iba a quedar ahí.

En la décima etapa, otra cronometrada, esta vez individual, entre Lourdes y Tarbes, Miguel Induráin volvía a ganar. Una victoria que, con la perspectiva de los cuarenta años pasados, supuso un hito en cuanto a las perspectivas de la carrera profesional futura de Miguel Induráin. Porque esa tarde cambiaron muchos análisis sobre las posibilidades que Miguel en el mundo del ciclismo. Esa tarde, para quien nos lea y no conozca la trayectoria en esos inicios de Miguel Induráin, marcó un antes y un después. Fue un auténtico bombazo, seguramente desconocido y opacado por los posteriores triunfos del navarro. Que un ciclista recién llegado al mundo del profesionalismo, aunque fuese en una carrera de carácter open, triunfase en una cronometrada individual ante ciclistas como Jeff Bernard, Lech Piasecki, Philippe Bouvatier, Charles Mottet, Milan Jurco, Piotr Ugrumov, Ivan Ivanov, Eric Van Lancker, era… eso: un auténtico bombazo. No estamos hablando, ni mucho menos, de que ya aquel mismo día se vislumbrase una victoria de Induráin en el Tour de Francia. Hecho que, el propio Eusebio Unzué, retrasa a la ascensión al Izoard durante el Tour del Porvenir (Tour de la Comunidad Económica Europea) de 1986.

Fueron 30,5 kilómetros plagados de repechos que Miguel Induráin devoró a una media de 46,505 kilómetros por hora. Como Miguel había perdido tiempo en las precedentes etapas de montaña, salió antes que los grandes favoritos. Su tiempo en la llegada causó una gran sensación. Pero… Faltaban de llegar los máximos favoritos: quienes se iban a disputar la general, pues Induráin ya no tenía ninguna opción a ganarla. Pero ninguno de ellos conseguiría arrebatarle el triunfo de la etapa. Era su posterior gregario Jean François Bernard el que más se le acercaba, a veinte segundos. Y fue este hecho, el de meter 20 segundos a la gran esperanza del ciclismo francés, en una época, además, en los que las cronometradas tenían mucha importancia en el desenlace de las grandes vueltas, el que determinó en gran parte el salto cualitativo acerca de la consideración de Miguel Induráin para el futuro.

Animado por el éxito de unos días anteriores en la cronometrada por equipos, y tras haber concluido con el equipo profesional la Volta a Catalunya, también el propio José Miguel Echávarri se desplazó a Lourdes para ver in situ la prestación de su pupilo, acompañado de Eusebio Unzué, que es quien hasta entonces ejercía de director de la escuadra en el Tour del Porvenir.

En declaraciones de esa misma tarde a la prensa navarra, Miguel mostraba su sorpresa por el triunfo, y volvía a hacer gala de la sencillez con la que asumía los éxitos deportivos que hasta entonces había ido consiguiendo: “Sabía que rodaba bien, sobre todo después de la contra reloj por equipos, pero de ahí a ganar a todos los mejores…” Y continuaba: “El recorrido me venía bien, perfectamente, y la clave de mi victoria estuvo en que salí a fondo, y pasé muy bien el repecho del principio del recorrido”.

Llegaría la temporada de 1985 y su liderato en la Vuelta a España en Ourense. A partir de ahí, es una historia muy conocida…

*Fuente: http://www.memoire-du-cyclisme.eu/