Tas la caída, y retirada, de Mikel Landa Meana en el Giro d’Italia 2025 es un buen momento para mirar hacía atrás y recordar uno de sus mejores momentos. Contador era entonces un veterano pistolero en esto de las grandes vueltas y contaba por victorias todas sus participaciones en el Giro de Italia y la Vuelta a España. Su capacidad escaladora, a la par que su calidad en este tipo de carreras gracias a una sobresaliente capacidad de recuperación, le convertía en un rival temido. Cuando ganaba lo era, aún más cuando perdía, pudiendo hacer saltar por los aires la más estricta predicción y, de paso, regalar a los aficionados un sueño hecho etapa de ciclismo. Conforme pasaron los años, el recuerdo del pinteño mejoró porque bajaron las victorias y, de forma proporcional, subieron los intentos de largo alcance. Esos que ponen el corazón en un puño a los espectadores, a los rivales y a las carreras. Ese era el ciclista que a su vez fantaseaba con el doblete Giro-Tour, toda vez que en 2008 había completado el único de toda su carrera: Giro + Vuelta. Más maduro, más sólido, el más completo y muy inteligente: el favorito unánime a llevarse de nuevo y por tercera vez (segunda con el descuento de 2011) el trofeo de la espiral del Giro de Italia.
En la otra esquina no existía gran cosa aparte del durísimo conjunto Astana. Los kazajos venían crecidos de haberse llevado el Tour con Vincenzo Nibali, quien dejó la vacante de líder a un jovencísimo Fabio Aru, la esperanza italiana. Junto a él, gregarios de muy buen nivel como el propio Mikel Landa, quien venía despuntando temporadas atrás en montaña, pero sin la mayor consistencia. La apuesta tenía bandera italiana, pero la carretera iba a poner a cada uno en el lugar que le correspondía. Las quinielas, eso sí, ubicaban a Aru y su Astana a años luz del madrileño. Sería camino de La Spezia, patria chica de Alessandro Petacchi, cuando el mundo iba a observar a un equipo reventar la carrera en un mero puerto de tercera categoría, un mero filtro para los velocistas donde los azules dejaron el grupo en rompan filas y Landa, crecido, ataca de forma sorprendente. El pedaleo que lleva es convincente, firme hacia la cima. El resto, a sufrir y rezar para que pare. Todo acabó agrupado, sin una pizca de diferencia entre los grandes favoritos al rosa, portado por Simon Clarke, australiano que relevó a otros dos (Gerrans y Matthews) en el liderato. Pese a ser la cuarta etapa, estaba claro que el Astana estaba para grandes cosas y que Contador, como era lógico, no había tomado la salida en el Giro de Italia para pasear su prestigio. Solo un día más tarde, camino de la cima del Abetone, el español puso orden en el corral. La etapa fue para Polanc, pero el rosa ya estaba en su poder. Richie Porte, quien se las prometía felices visto el momento dulce de los australianos, Aru, Landa y demás secundarios sufrieron los terribles latigazos de Alberto. El Giro parecía haber terminado, pero no había hecho más que empezar.
El Giro recuperó la meta en Campitello Matese, donde Berzin le dijo a Induráin que no era un líder accidental unas décadas antes. Intxausti ganó, pero el nombre del día fue Mikel Landa. El también vasco se postuló como uno de los más fuertes de la carrera, peleando en el primer mano a mano con la maglia rosa mientras su teórico jefe de filas, Aru, mostraba peor desempeño en las rampas. La crono de Urbino pareció sentenciar las cosas para el jefe de las grandes vueltas, pero no sabía que iba a necesitar de sus mejores armas para vencer a una dupla del Astana que pareció crecer con el paso de los días, al igual que el resto del equipo, muy enchufados a la carrera. Descubrieron que tenían dos bazas para hacer daño y, dirigidos por quien daba órdenes a Pantani en los 90, se dedicaron a poner en problemas al último gran corredor español de tres semanas.
En Madonna di Campiglio gana Landa, por fin una victoria a su altura como ciclista que confirme todo el potencial que venía enseñando desde que en 2011 se impusiese en las Lagunas de Neila siendo apenas un chaval. Mikel iba en serio y Aru corría en casa. Con lo que no contaban era con la inteligencia y visión de carrera de un campeón que había decidido elaborar su victoria más hermosa, y no iba a permitir que nadie se interpusiese en su camino. En la última semana, donde las cartas suelen ponerse bocarriba en el Giro, el listado de grandes montañas iba a echar el resto para regalarnos una de las ediciones más hermosas y emocionantes de la historia. Mortirolo y Finestre prometían tiempos felices para los aficionados, pero en realidad lo fueron para los recordadores profesionales, porque las rampas iban a producir postales que colocar en cualquier álbum de historia. En primer lugar estaba la etapa de Aprica con el Mortirolo pidiendo guerra. Iba a escocer una caída del líder en el falso llano que conduce a Mazzo, donde arranca la mítica subida. El Astana, lejos de esconderse, se puso a tirar con todo. En cuanto arrancó el gigante de la Valtellina, todos los líderes a su suerte. Landa marcaba un paso buenísimo que tan solo resistían Aru y Kruijswijk. Contador venía por detrás haciendo una cronoescalada, recogiendo cadáveres y con ayudas puntuales por parte de otrora rivales como Igor Antón. No se sabe si fue la victoria en el Zoncolan cuatro años atrás, donde el también rosa Contador aflojó para que el vasco ganase, pero el entonces ciclista de Movistar le dio oxígeno al pinteño, que acabó por resolver el minuto de pérdida y coger rueda al dúo del Astana. Pero lo mejor estaba por llegar.

Cogió aire durante apenas diez metros y arrancó, con el Astana en crisis diplomática. No solo habían enfadado las iras del gigante español, sino que Aru mostraba signos de debilidad y no podía seguir el ritmo. Fue ahí cuando Landa decidió que tenía más valor como freno que como remo. Se soldó a la rueda de Alberto y hasta la cima. No solo se había repuesto el líder, sino que abriría un cisma y una duda en el seno del Astana: Landa estaba más fuerte, pero era una incógnita. Además, el italiano siempre predomina en Italia, es una ley no escrita. Aru recuperó bajando y alcanzó la orilla con el susto de su vida. De hecho, acabó ganando la etapa Landa, aprovechándose de marcajes alimentados por el propio Contador. Fue ahí realmente, sin saberlo, donde ganó la carrera. El recelo del transalpino con el vasco y viceversa por el liderato del equipo iba a frenar futuras situaciones de carrera. Los nervios jugaron un papel en ciclistas mucho más jóvenes. Pero antes de llegar al valle de Aosta, donde Aru rascó tiempo mientras Alberto marcaba a un incapaz Landa, desesperado por soltarle e irse a por su compañero y así conservar el río revuelto. Pero antes de todo eso estaba el Monte Ologno. El destino regaló una situación similar al conjunto Saxo Bank del líder. Los Astana por detrás, caídos, y Contador por delante dando gas. Un golpe moral y letal para el Giro, porque les devolvió la jugada por un lado y por otro les metió un tiempo que iba a hacer colchón. En meta, era el rey, nadie podía discutírselo ya. O eso parecía.
La llegada a Cervinia, la etapa reina, produjo ese duelo en los anhelos de Landa, quien a su vez aprendió la lección y rompió primero. Así, sería el italiano quien estuviese condicionado. El escenario, Finestre. Arrancó con todo conforme los buenos llegaron a la tierra y eso fue un drama, porque el rosa se quedó. Aru, en lugar de tocar el violón, se lanzó montaña arriba en busca de su compañero. Landa iba desbocado, dio alcance al ruso Zakarin, entregado a la causa. El error del español fue lucharle (y ganarle) la Cima Coppi –premio a la cima más alta del Giro–, ubicada en Finestre. Ahí, Zakarin dejó de relevar y condenó a Landa a esperar a su líder. Contador perdía cerca de dos minutos, apajarado. Landa dejó de creer y entre lágrimas y órdenes de equipo terminó por parar. Aru enlazó, bravo, y los dos hicieron camino para intentar conquistar en Sestriere la maglia rosa. Iba a ser misión imposible por la renta del madrileño, que administró como un As. Calculó la distancia y supo que, de no hundirse, era materialmente imposible que la dupla azul del Astana le recortase tanto. Aru se llevó la etapa y Contador el Giro. Landa jugó a pequeña y se la quedó, que fue el premio del puerto, pero ni siquiera adelantó a su compañero en la general. Contador, Aru y Landa compartirían podio en Milán, con los dos españoles habiendo protagonizado un duelo que iba a unirles en batallas futuras. Así terminó la última gran conquista de Contador, la más hermosa, la mejor ganada. De nuevo, como le pasó en el Tour que le arrebataron los solomillos o en la Vuelta de Purito y Fuente Dé, ganó sin ser el más fuerte. Pero, sin duda, siendo el mejor.

Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.