En una carrera con más de 100 ediciones, es difícil quedarse con una sola, y más aún cuando uno no las ha visto todas ni ha leído sobre algunas. Pero hace 50 años vimos el fin de un ciclo cuando menos lo esperábamos. Y no por ello dejamos de disfrutar de todos los sucesos que aquel Tour trasladó a la historia del ciclismo: de cómo los Campos Elíseos nos alumbraban por primera vez, de cómo un francés evitaba que Anquetil fuera superado, de cómo la leyenda a veces supera a la realidad…
Eddy Merckx parecía, por momentos, en el año 1974, ir dando muestras de un lento declive. Y, pese a ello, se encargó de ganar la triple corona y empezó la temporada de 1975 arrollando en las clásicas, con victorias en San Remo, Lieja o Roubaix, y podio en Flandes… Pero no iba a poder correr el Giro, y la única vez que no había competido en Italia —en 1971— Merckx fue derrotado por momentos como nunca antes lo había sido…
El Tour de 1975 era un Tour equilibrado, con abundante montaña, contrarrelojes y puertos clásicos, además de etapas con kilometrajes variados. Un Tour que afrontaba primero los Pirineos antes que los Alpes, y en el que el temible Puy de Dôme iba a ser juez entre cordilleras.
Y no olvidemos la participación de lujo: con ganadores del Tour como Gimondi y Ocaña, aspirantes como Van Impe o Zoetemelk, la esperanza francesa y ganador del Dauphiné, Thévenet, y el fenómeno italiano Francesco Moser, entre otros… y Merckx, con el maillot arcoíris.
Y tras tanta emoción previa, en apenas dos días —con un prólogo (ganado por el joven Moser) y una primera etapa en doble sector— Merckx ponía tierra de por medio con todos sus rivales, sacándoles al menos más de un minuto.
Quedaban dos contrarrelojes antes de llegar al tapón pirenaico de Saint-Lary-Soulan. Merckx ganaba ambas, pero su principal rival, Thévenet, resistía a menos de tres minutos del belga (2’20”).
Si Francia tenía esperanzas de ver a un nuevo campeón galo, tocaba remontada. El resto de rivales no parecía estar en disposición de retar a ambos.
Y ahora, con la montaña por delante, el Molteni iba a notar una ausencia importante: Joseph Bruyère. Esta iba a ser clave en la etapa de Pla d’Adet, en la que Merckx se quedaba sin compañeros en la subida final. Llovían los ataques, y Thévenet —segundo en la etapa tras Zoetemelk— se colocaba a minuto y medio del belga… había Tour.
Y si ya parecía que esta memorable edición del Tour tenía buenos ingredientes, llegaba la subida al volcán, al Puy de Dôme, y Merckx era golpeado en el costado por un aficionado justo cuando ya cedía con Thévenet, nuevamente segundo, esta vez tras Van Impe.
Resultado: Merckx tomando tranquilizantes y analgésicos, y su ventaja reducida a menos de un minuto, concretamente 58 segundos.
Día de descanso para recargar pilas… y etapa reina, y mítica: Niza – Pra-Loup, casi 220 km y cinco duros puertos.
Y esta etapa resume el Tour: Thévenet atacando sin parar a Merckx en la subida a Champs; Merckx contraatacando en el kilómetro final de Allos para afrontar el descenso en solitario; inicio de Pra-Loup con un Merckx escapado que parecía tener ganado el Tour; el coche de Bianchi despeñado en ese descenso, por suerte sin víctimas… y la pájara más famosa de la historia del ciclismo. A unos tres kilómetros de meta, el cuerpo de Merckx parecía decir basta. (Posteriormente diría que los medicamentos que tuvo que tomar tras el golpe del Puy de Dôme habían sido la causa). Fue superado por un Thévenet triunfal, pero también por Gimondi, Van Impe y Zoetemelk… el liderato cambiaba de Bélgica a Francia. Sin saberlo, habíamos asistido al último día en amarillo del mejor ciclista de la historia. Tocaba ahora verlo con el maillot de campeón del mundo.

Y para confirmarlo, al día siguiente —donde los campeones dejan su impronta, como dijo Louison Bobet— Thévenet, en una jornada con ataques de Merckx, coronaba en solitario el Izoard y ganaba en Serre Chevalier con casi dos minutos y medio sobre un grupo comandado por Merckx… El Tour parecía sentenciado. Y más lo iba a parecer horas después, cuando en la salida de Valloire, Merckx hizo el afilador con Ritter, cayó, se destrozó la mandíbula y, no solo no abandonó, sino que fue tercero en la etapa, sacando incluso unos segundos a Thévenet.
Para complicar aún más las cosas, Merckx se vería obligado a alimentarse solo con papillas y líquidos hasta el final del Tour. En la última contrarreloj, en Châtel, no ganó, aunque consiguió un meritorio tercer puesto, recortando algunos segundos al líder, aunque seguía a más de tres minutos.
Ahora sí parecía acabado el Tour. Los rumores de un posible abandono del belga, que llevaban varias jornadas circulando con fuerza, finalmente se desvanecían. Y con la llegada a París, con la llegada a los Campos Elíseos, con Merckx de arcoíris, ocurrió lo increíble: el belga atacaba y ponía en apuros al líder Thévenet, demostrando toda su grandeza. Y por fin, tras años de abucheos y hartazgo, Francia se ponía en pie para aplaudir y vitorear al Caníbal, a ese que no se había rendido pese a los golpes y lesiones, y que, aun así, acababa el Tour en segunda posición…
Los aplausos y vítores en este Tour fueron para Merckx. Su esfuerzo, su forma de dignificar la carrera y a su vencedor, el tesón de un campeón que consiguió que, hace 50 años, el estreno de los Campos Elíseos brillara con luz propia por primera vez, como pocas veces lo ha hecho, como pocas veces lo hará… Y ya han pasado 50 años… Vive le Tour.

De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.