Un Tour de Francia marcado por la velocidad, el calor y las caídas

Discurrió esta primera semana del Tour de Francia de una forma bastante entretenida. La disposición de las etapas por parte de la organización, y la combatividad mostrada por buena parte de los protagonistas, han conseguido que los aficionados sigamos este primer tercio de la Grand Boucle con bastante interés. Se agradece. Y, cuando se recuerda cómo transcurrían en años pasados estas primeras etapas, el agradecimiento es mayor.

La etapa del pasado viernes, con final en el “Muro de Bretaña”, se disputó a una velocidad inusitada. Llamó la atención que, en algunos momentos, pasase por cabeza del pelotón para neutralizar la fuga el equipo Alpecin. Aunque el final en ese muro podría ser propicio para Van der Poel, la pájara que había sufrido el día anterior no era buen augurio. Esto tuvo su confirmación cuando el ciclista, excampeón del mundo, perdió todas sus opciones unos cuantos kilómetros antes de la meta.

Una de las noticias de la etapa con final en el Muro de Bretaña fue la caída de Joao Almeida. A los pocos segundos, podíamos ver por televisión cómo Matxin ya había llegado hasta su pupilo para interesarse por su estado. Surgía la duda de si esta caída iba a afectar la continuidad y el rendimiento en carrera de una pieza clave en la disposición táctica —sobre todo en montaña— del equipo UAE. Las dudas se disiparon dos días más tarde, cuando el ciclista luso abandonaba camino de Châteauroux.

Una de las cuestiones de las que más se está hablando en estos primeros días de la ronda gala es si es adecuada la táctica que está utilizando el equipo neerlandés Visma–Lease a Bike–Rabobank. En la etapa del viernes, con final en el Muro de Bretaña, y también en la del domingo camino de Châteauroux, pudimos ver en varias fases cómo sus ciclistas pasaban a la cabeza del pelotón intentando que este se cortase. Destaca en esta función su ciclista Victor Campenaerts. Se trata, en todos los casos, de aumentar la velocidad y, por ende, la dureza, con la confianza de que este aumento vaya a tener efectos en futuras etapas, cuando el calor —que se espera— se acreciente en el Macizo Central y los Pirineos, y termine beneficiando las opciones de Jonas Vingegaard y perjudicando las de Tadej Pogacar.

Es una táctica enormemente arriesgada. Resulta también desmoralizante, porque sus efectos no se ven en el corto plazo, y tal vez no se vean nunca. Su efecto desmoralizante se duplica cuando se comprueba que, pese a ella, su máximo rival, Pogacar, ya ha obtenido dos victorias de etapa. El propio Matxin, en declaraciones a Eurosport, intentaba maximizar ese efecto declarando que lo único que hasta ese momento se había podido demostrar era que su pupilo se adaptaba perfectamente a dicha estrategia. El mismo Pogacar trataba de desmoralizar a su equipo rival imponiéndose en la etapa con final en el Muro de Bretaña…

Lo más terrible es que, a pesar de todos esos inconvenientes, esa táctica de endurecer sea la única a la que puede acogerse el equipo Visma. Porque, hasta ahora, lo único que se ha podido demostrar es la superioridad de Pogacar sobre todos sus rivales, Vingegaard incluido. La esperanza de la escuadra neerlandesa es que aún resta mucho Tour: nada más y nada menos que el Macizo Central, los Pirineos y los Alpes.

Foto: A.S.O. / Billy Ceusters

Fue la etapa del sábado, con final en Laval, la más insulsa de estas tres últimas. La etapa se resolvió en un final al esprint, en el que se impuso el actual maillot verde del equipo Lidl-Trek, Jonathan Milan. Un triunfo que ponía de actualidad el hecho de que Italia llevaba, hasta el sábado, sin ganar una etapa del Tour de Francia desde el año 2019: 113 etapas después de que se impusiera Vincenzo Nibali, un corredor transalpino lo volvía a hacer. Un dato absolutamente esclarecedor de por dónde transita —o ha transitado— el ciclismo de ese país. Milan estrenaba así su palmarés en la ronda francesa.

El desarrollo de la etapa del domingo, con final en Châteauroux, resultó de todo menos habitual. Hubiera sido lo esperado que, en la escapada fraguada en el primer kilómetro de la jornada, se hubiesen fugado dos ciclistas modestos buscando publicidad para su equipo y justificando su presencia en el Tour. Pero no fue así. Quien se fugaba era el mismísimo Mathieu Van der Poel, con su compañero Jonas Rickaert. Eran los pájaros disparando contra las escopetas. El mundo al revés. Una fuga que pareció, de entrada, una broma.

Alpecin consiguió cuota de pantalla hasta el último kilómetro, cuando fue cazado por el pelotón el excampeón del mundo. Pero lo más sorprendente del caso es que ninguna de las escuadras que, por puro protocolo, deberían haberse unido a la escapada del dúo de Alpecin intentó hacerlo. Nadie en su sano juicio hubiera llegado a pensar que el dúo llegase hasta donde llegó. Van der Poel fue cazado a menos de 700 metros de la meta. Estuvo escapado desde el primer hasta el último kilómetro.

Foto: A.S.O. / Billy Ceusters

Fue la táctica de la que hemos escrito más arriba —la de Visma–Lease a Bike–Rabobank, de intentar sorprender y endurecer la carrera en general— la que dio grandes mordidas a la ventaja de los ciclistas de Alpecin. Luego, el paso por cabeza del pelotón de los equipos con sprinters, incluso de algunos con escasas opciones pero seguramente obligados a hacerlo porque no les queda otra, fue el que certificó la caza de Van der Poel. Finalmente, era el ciclista del Soudal —una escuadra que no había pasado en exceso por esa cabeza del pelotón—, Tim Merlier, el que se adjudicaba su segunda etapa y la tercera para su equipo. Al mar, agua: la publicidad para Alpecin y la victoria para Soudal.

Con el desgaste acumulado por varias etapas de indudable dureza, el pelotón afronta en la semana entrante el Macizo Central y los Pirineos.

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