El sentir general en redes sociales y vuestras respuestas en las encuestas, que hemos publicado, nos dejan la sensación de que el recorrido de la próxima edición de La Vuelta ha tenido buena acogida y generado gran expectación. No es un sentir unánime. Nunca lo será, siempre habrá opiniones discordantes, reproches o defectos acerca del recorrido. Ya sabemos que sobre gustos no hay nada escrito.
He de reconocer que el recorrido de la gran vuelta española también ha despertado en mi cierta excitación, me ha gustado. Pero también me gustaron, en su momento, los recorridos planteados en las presentaciones de las ediciones anteriores, pese a que les faltara algo de chispa. Aunque, realmente chispa era lo que sí tenían. Si acaso lo que faltaba era bien una mecha más larga o bien un material explosivo más potente.
Sin embargo, desde hace ya unos días, el júbilo inicial que me acompañaba se ha tornado en preocupación. ¿Y si la Vuelta 2021, esa edición cuyo recorrido diverge en cierta medida de los planteados los años anteriores, se convierte en un fiasco mediático y a nivel de espectáculo?
Se ha hablado bastante estas últimas dos semanas que el recorrido presentado en la capital burgalesa se aleja un poco de los estándares de la era Guillén. Aunque esa afirmación solo puede ser cierta en parte.
La salida y llegada de La Vuelta se producen en escenarios plenamente guillenianos: la Catedral de Burgos y la Catedral de Santiago de Compostela. Templos, lugares de alto valor histórico y cultural se han convertido en puntos de partida habituales, pero también otros lugares icónicos o irreverentes de nuestra sociedad como bateas, plazas de toros, buques de la Armada, etc. En definitiva, La Vuelta ha arriesgado en esta última década, buscando un factor diferencial que le permitiera posicionarse. E inherentes al riesgo, a veces suceden los desastres, como en la salida de Puerto Banús en la edición 2015 de la carrera española.
Volviendo la mirada sobre los perfiles de las etapas, también se aprecian cambios respecto a las últimas ediciones. Menos finales en rampa propiamente dichos, aunque los sigue habiendo, y una última semana dura, con casi todo tipo de terrenos a pedalear. Y también un claro guiño a la afición, que no ha podido disfrutar del ciclismo desde las cunetas en este último año, con la etapa con final en el Altu d’El Gamoniteiru.
Esta desviación del patrón guilleniano viene propiciado o auspiciado, en buena parte, por la disputa de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y la necesidad de adaptar un recorrido que invite a los ciclistas olímpicos a correr La Vuelta.
Lo cierto es que esta edición supone un ligero punto de divergencia con las anteriores y también un pequeño punto de convergencia, de reencuentro a los puristas de este deporte, que demandaban, y siguen haciéndolo, recorridos como los de antaño.
Mi preocupación reside en si este pequeño cambio en la tendencia, ese sutil reencuentro con la tradición, se ve irremediablemente descartado como guión de futuras ediciones por un mal rédito mediático o un escaso interés que pueda despertar el devenir de la carrera.
En definitiva, mi preocupación radica en si un fiasco en esta edición reafirmaría de manera irrefutable el modelo de recorridos de Vuelta a España implementado desde hace ya más de una década por Javier Guillén y su equipo técnico.
Foto: @ACampoPhoto
Pucelano, este deportista varios años colaborando con proyectos tan exitosos como Road&Mud, High-Cycling y ahora Le Puncheur. Ciclismo femenino, masculino y siempre una opinión certera, informada y que aporta a quien la lee.