Es bueno reconocer los méritos de deportistas tan profesionales como los ciclistas. Llevan el cuerpo a sus límites, cuidan la dieta, el entreno y lo combinan con descanso y sacrificio en muchos casos de tiempo para sus vidas personales. Tiene mucho más mérito hacer todo esto y además finalizar entre los diez primeros clasificados de un Tour de Francia. Más aún hacerlo en dos ocasiones consecutivas.
Louis ha corrido en buenos equipos, siguiendo una estela abierta por el ciclismo sudafricano gracias a Barloworld, equipo que reclutó entre otros a dos campeones de Tour de Francia con el Sky como Thomas y Froome, y Robert Hunter, un buen sprinter ganador de varias etapas en grandes vueltas. Augustyn, buen escalador, coronó un mito como la Bonette, la cima más alta de Europa. Impey lució el amarillo del Tour y ha tenido mucha presencia como lanzador de otros velocistas. Van Rensburg ha contado con una buena carrera. White fue de los primeros formantes del USPostal de Lance Armstrong.
Sin embargo, quizá el mejor exponente del ciclismo de grandes vueltas sea Meintjes. Sí, un ciclista al que no se ve, que ahorra cualquier alarde para perseguir sus fines, que no son otros que una buena clasificación. Su nivel no le ha llevado a escalar muchas posiciones. Su osadía nunca se ha mostrado para complementar esa falta de piernas. La suerte le ha sido esquiva porque tampoco ha tirado la moneda.
Una situación muy curiosa se dio en la Vuelta a España de 2017. Ante un gran ritmo del Sky de Chris Froome, dominador del Tour y, a la postre, maillot rojo de aquella Vuelta en Madrid, los ciclistas más ilustres se rezagaban en el ascenso a La Rabassa, máxima dificultad en la tercera etapa. Una pronta aproximación a la montaña que dejaba el pelotón en 70 unidades. El último era nuestro protagonista, que parecía en dificultad para continuar la escalada junto a los mejores.
Pronto un relevo en Sky produciría un cambio de ritmo que dejaría el grupo en 50 unidades. ¿Saben quién iba el último? Efectivamente, Meintjes. Se quedaban algunos como Alberto Contador, uno de los grandes rivales del conjunto británico para pelear la general. El ritmo aumentaba y el pelotón ya era únicamente el grupo delantero con apenas 30 unidades. Cerrando, el sudafricano. Coronado el puerto con Sky todavía dando mecha, el último era este ciclista que terminó 12º en Madrid. ¿Adivinan cuántas veces se mostró a lo largo de la carrera? No las busquen, porque el aire le dio lo justito en la cara. Quizá en la única contrarreloj de la prueba, en Navarra.
En el Giro de Italia de 2020 se dieron muchas circunstancias extrañas. Abandonos, ciclistas que debían estar en la pomada que no estaban y al contrario, abandonos por positivos en su equipo (de coronavirus, no se alboroten los estupendos)… Se hablaba de la irrupción de Godzilla o de la caída de un meteorito que acabase con el planeta… Pero lo peor estaba a punto de pasar y era ver a Louis Meintjes en fuga y peleando una victoria de etapa. Esta pequeña broma representa lo que ha sido su carrera hasta la fecha. Poca muestra, mucha invisibilidad y demasiado conservadurismo. Un representante de ese ciclismo moderno que no emociona.
Dicho lo cual, debe haber ciclistas de todo tipo. Desde atacantes a absolutos diésel que apenas realizan un cambio de ritmo o de gesto. Sin el blanco no existiría el negro. Meintjes tiene su mérito, pero seguro que en su aún inacabada carrera tiene espacio para buscar nuevas experiencias y definir mejor su forma de correr.
Fotos: Sirotti y @ACampoPhoto