Después del lanzamiento al estrellato de Marco Pantani, llegaba la temporada 1997. El italiano tenía en mente brillar en el Giro tras su gran actuación un par de años atrás. Parecía diseñado para él, con una única crono y además en subida hacia San Marino. Pero todavía le iba a perseguir la desgracia. En la octava etapa de aquella edición, que tenía meta en Cava dei Tirreni, un gato negro (literal) le hizo caer a unos treinta kilómetros de la llegada. Acababa siendo retirado en ambulancia.
Sería otro año para acudir al Tour fuera de forma por la dura recuperación de aquella durísima caída. Para no variar, el guion traería más dificultad para el escalador de Cesenatico. En la prueba francesa llegaba a la montaña con cuatro minutos de pérdida con Jan Ullrich y Abraham Olano, y eso que aún no habían pisado ninguna contrarreloj. Tras las primeras montañas, en los Pirineos esta vez, el francés Vasseur acabaría con el liderato, que defendería a capa y espada camino de Andorra-Arcalís. Allí, el alemán Ullrich soltaría una gran exhibición que le regalaría su primer maillot amarillo y definitivo. Pantani se agarraría a las embestidas de Virenque para llegar junto a él a la meta andorrana. El italiano era ya quinto, a más de cinco minutos del teutón. Pantani había vuelto.
Cuando llegó la durísima cronometrada de Saint Etienne, se corroboraba la superioridad de Jan Ullrich, que ampliaba distancias. Pantani se iba a más de nueve minutos, pero fue quinto en la etapa, a escasos segundos de Virenque, Riis y Olano. Aún estaba por llegar el menú alpino y la cima fetiche del transalpino: Alpe d’Huez. En cambio, lo fácil que era la previa al puerto alpino generaba dudas. Pantani atacó pronto en la mítica cima, destrozaba a su compatriota Francesco Casagrande y Fernando Escartín primero. Después a Riis, e instantes más tarde sería Virenque el que cedía terreno. Ullrich también. Marco se disparaba hacia la cima repleto de moral y marcando el récord de la subida. Segunda curva en el mito alpino para el ‘Pirata’.
47 segundos cedía Ullrich, casi minuto y medio Virenque. Pantani era ya tercero a esas alturas, a más de ocho minutos del líder y con un minuto de margen sobre Bjarne Riis, la gran amenaza ahora para conseguir una plaza de podio. El drama iba a llegar camino de Courchevel, etapa reina de la carrera. Pantani perdía el podio en favor del danés. Ganó Virenque, con el maillot amarillo a rueda y Marco enfermo. Pantani quería abandonar, el catarro era intenso y la decisión parecía tomada. El compañero de habitación intentaba convencer al italiano por tierra, mar y aire. Esperaba la llegada a Morzine, un día señalado por el escalador italiano, que quería demostrar que también en bajada era capaz de convencer.
Hubo que recurrir al chantaje emocional, cuenta la leyenda. Siboni le espetó que sino el equipo Mercatone iba a quedar huérfano. Roberto Conti (casualmente el anterior ganador en Alpe d’Huez antes del doblete de Pantani en la cima) mantuvo una conversación larga y tendida con el líder del conjunto italiano. Marco se encontró mejor al día siguiente y decidió continuar. Atacó en el Joux Plane, ganaba en Morzine y regresaba a la tercera posición de la clasificación. Parecía que de forma definitiva, Pantani había vuelto.
Sufrió camino de Euro Disney en la última etapa contrarreloj, que vencería Abraham Olano. Salvó el tercer puesto al resistir la ventaja que tenía ante el español y subía al cajón parisino tres años más tarde. Se había demostrado que era capaz de regresar al máximo nivel, el que tenía antes de la Milán-Turín de 1995.
La temporada 1998 iba a ser de gran importancia para Pantani. Quería conseguir a toda costa el Giro de Italia. A ello dedicaba una evolución lenta, pero segura durante la propia corsa rosa, que guardaba lo más duro para la semana final, marca de la casa. El italiano se quejó del recorrido en reiteradas ocasiones. Pero lo iba a intentar con toda su voluntad. El espectáculo que dieron los Bartoli, Bettini, Zulle, Tonkov, Guerini, Camenzid y Pantani convirtieron aquella carrera en antológica. La primera parte dominada por Alex Zulle, que imponía su autoridad en Lago Laceno. Pantani tenía que dar por bueno atacar día sí, día también sin resultado hasta dar con el objetivo camino de Piancavallo. Logró ganar etapa en el Giro cuatro años más tarde.
Tonkov iba a más, Zulle a menos. Gotti, campeón en 1997, no terminaba de tener golpe de pedal. Pantani estaría ya ubicado en segunda posición en la previa a la contrarreloj de Trieste. Portaba el verde de la montaña, pero Zulle ese día estaba súper y le enviaba a más de cuatro minutos en la general. El ciclista de Mercatone insistió en sus quejas hacia la organización, quien en palabras del ‘Pirata’ elaboraba recorridos pensados por y para los contrarrelojistas y perjudicando las opciones de quienes daban el verdadero espectáculo, los escaladores. Todo ante un tríptico de etapas de montaña que iban a pasar a la historia del ciclismo.
En la primera de ellas, Marco Pantani destrozaría a Zulle. En la temible Marmolada, con los Festina debilitados, Pantani preguntaba a su incrédulo compañero Conti por el momento del inicio de las rampas más duras de la ascensión (encontrándose inmersos en ellas). Entonces buscaba la ofensiva Tonkov, que arrastraba a Pantani y al también italiano Guerini. Zulle cedía, no era el mismo de los primeros días. Marco tomaba la iniciativa y era el turno de Tonkov para ceder. El escalador comenzó a soñar con dar un golpe maestro al Giro y a eso se encaminó. Por la cima pasó con un minuto de ventaja sobre el ruso y dos sobre el suizo. Rentas que se duplicarían en meta, donde ganaba Guerini.
Pantani era líder, había cumplido un sueño. Restaban dos finales en alto, Alpe di Pampeago y Montecampione, importantísimas para compensar las pérdidas en la contrarreloj final. En la primera de ellas, Tonkov resistía a su rueda y le vencía en meta. Los demás, aún estando en tiempo, no contaban. La segunda de esas etapas iba a cambiar la vida de Pantani para siempre. Montecampione había visto ganar a Bernard Hinault en 1982. El durísimo Croce Domini por el camino enterraría las opciones de Alex Zulle si quiera de ser podio. Pantani atacaba a 15 kilómetros de la cima y Tonkov era la única resistencia. El italiano pedía relevo, pero el ruso hizo crecer la impotencia de la maglia rosa. El líder necesitaba más renta antes de la crono de Lugano (Suiza).
A falta de tres kilómetros sucede el milagro: Pantani se quitaba el pendiente y de pronto mete un metro a Tonkov. Dos, tres, cuatro… 57″ más para la esperanza. Casi un minuto y medio de renta de cara a una crono repleta de polémica por el positivo de su compañero de equipo, Forconi. Hubo voces que afirmaron que el control por hematocrito alto correspondía a Pantani. Al igual que varios de sus compañeros de equipo, el italiano iba a culminar una gran actuación en la contrarreloj que le haría ampliar en cinco segundos la ventaja sobre Tonkov. El sueño se había cumplido: el romántico escalador había puesto el Giro patas arriba y se llevaba el Giro, a lo Charly Gaul, admirado por el ‘Pirata’.
Llegaba el Tour. No estaba del todo claro que el vencedor del Giro fuera a ser de la partida. El recorrido le favorecía aún menos que la ronda italiana. Pero por capricho el destino iba a operar. Fallecía el mentor de Pantani, Luciano Pezzi, un 26 de junio. El Tour se convertiría en un reto y una forma de homenajearle por tanto. Jan Ullrich, mientras tanto, protagonizaría todos los focos. El ganador de 1997 había atravesado una temporada en baja forma y con sobrepeso. Empezaba el Tour en Dublín (Irlanda) con un prólogo de cinco kilómetros que caería del lado de Chris Boardman. Pantani finalizó en el puesto 181º (de 189 participantes), a 48 segundos (43 de pérdida sobre Jan Ullrich). Mal presagio para el escalador, que parecía tener clara vocación de ir a por etapas.
Con el paso de las etapas llegaba la contrarreloj de Correze. La expulsión del equipo Festina generaba un gran escándalo en el mundo del ciclismo. Ullrich ganaba, pero no asustaba. Como quien no quiere la cosa, Pantani salía de allí con apenas cinco minutos perdidos con respecto al alemán, nuevo maillot amarillo. La montaña no era excesiva, pero la oportunidad se abría ante sus ojos. En la primera etapa de los Pirineos raspaba 23 segundos con respecto a los favoritos tras su ataque en el Peyresourde. Olano y Casagrande se borraban de la general por bajo rendimiento y caída respectivamente. Segundo en la etapa, no perdonaría Marco en Plateau de Beille. Ullrich pinchaba al inicio de la subida y el italiano se marchaba en solitario, recortando cerca de dos minutos.
Tras los Pirineos, llovía mucho menos, con únicamente tres minutos de retraso con el maillot amarillo. Pantani estaba en una situación que hubiese firmado, con aún dos durísimas etapas de montaña por tener lugar. Mercatone se escaqueaba de controlar la carrera afirmando que Pantani estaba interesado únicamente en victorias de etapa, como afirmó su compañero Conti. Entre nuevas redadas y polémicas, llegaban los Alpes. Y con ellos, la etapa reina: Croix de Fer, Telegraphe, Galibier y Deux Alpes. Esta última conocida por el propio italiano de su gran intento en el Giro de 1994 en la etapa que arrivaba a su cima. El calor de los primeros días se tornaba en aguanieve en las cimas.
De salida se hacía una etapa durísima. Leblanc y el Cofidis pusieron la carrera patas arriba. El Telekom del líder cometió el error de salir a todas. Pantani sufrió una caída, son mayor consecuencia. Telekom mantenía a Riis y Bolts con su jefe de filas mediado el Telegraphe, una situación preocupante. Comenzaba el Galibier y Escartín y Leblanc seguían en la ofensiva. Ullrich ya estaba solo, con un grupo de escapados que haría de puente con Serrano, Massi, Rinero, Jiménez y otros. A poco más de seis kilómetros para coronar atacaba Leblanc de nuevo y Pantani aprovechaba para saltar. Volaba, cogía a todos los escapados para ser él en primera persona quien coronase el gigante alpino. A unos diez segundos pasaba Chava y el alemán y líder cedía ya más de dos minutos.
En el descenso hubo cierto reagrupamiento en cabeza de carrera, ampliando distancias a más de tres minutos y medio. Al pie del último puerto arrancaba de nuevo Pantani, Ullrich sufría un pinchazo y el destino estaba escrito desde entonces. El maillot amarillo se hundía y alcanzaba la meta a casi nueve minutos del italiano, que sentenciaba el Tour a falta de otra etapa de montaña que le era favorable. El de Telekom llegaba a meta acompañado por sus compañeros Riis y Bolts. Si alguien pensaba que el teutón se iba a rendir, se equivocaba. La Madeleine iba a ser escenario de un brutal ataque del alemán, con Pantani a rueda. El maillot amarillo le permitía ganar, con reservas, metiendo la rueda. Tras varios plantes, en la última crono, Ullrich ganaba, pero Pantani finalizaba en tercer lugar y se apuntaba un doblete para la historia.
Marco estaba sucediendo a Felice Gimondi tras 23 años sin victoria italiana en el Tour. Era el primer y único doblete de un escalador puro. Y sucedió en el Tour más polémico de siempre. Parecía que la vida estaba equilibrada por fin para Pantani y que la suerte le iba a acompañar un poco más esta vez. El italiano afrontó un invierno en plenas facultades y vistos los recorridos de las tres grandes vueltas acabó por tener clara una cosa: su ausencia en el Tour de Francia de 1999. La organización le había despreciado con un recorrido con todavía menos montaña que el anterior. Además, en la Vuelta se estrenaba por fin un puerto a su altura, el mítico Angliru. La nueva temporada, por tanto, se presentaba con un nuevo capo del ciclismo mundial.
Pantani se lo tomaba muy en serio. En Milán-San Remo haría una apuesta importante y atacó en La Cipressa. Sería capturado por el pelotón, pero no cabe duda de que fue una de las imágenes de esos primeros meses de temporada. Tras arrasar en la Vuelta a Murcia, en el Collado Bermejo, se presentó en la salida del Giro con la intención de defender el dorsal número 1. La nueva sensación española, Chava Jiménez, Zulle, Gotti, Simoni, Camenzid o Jalabert iban a ser sus teóricos grandes rivales. Un recorrido trufado de montañas, ante las quejas de Mario Cipollini, quien decía tratarse de la presentación de la temporada de esquí en la puesta de largo del recorrido en noviembre de 1998.
Tras unos días en los que Jalabert demostró disputar el Giro con todas sus fuerzas, Pantani no iba a permitir ninguna alegría. El primer recital llegó pronto, en el Gran Sasso. Ante la tentativa de Chava Jiménez, Marco volaba. Gotti parecía ser el único en seguirle, pero por poco tiempo. En la crono de Ancona volvía a ser sobrepasado por Jalabert. Pero el italiano realizó una crono sensacional. No parecía que los rivales fuesen a apretarle tanto como doce meses antes. Pero todavía quedaban episodios interesantes en este Giro, que no iba a ser todo coser y cantar para el italiano. Aunque lo pareciese.
Camino de la cima de La Fauniera, una montaña desconocida en mitad de la 14ª etapa, pasó de todo. Entre la niebla de los grandes días, Chava Jiménez desafió el control del equipo Mercatone. Pantani no sólo se fue tras él, sino que le remachó. Chava intentó seguir su rueda junto a Gotti, pero ambos terminaron por ceder. La peor parte, para el español, que acabó cediendo un mundo en meta. En el descenso, el ‘Pirata’ esperaba compañía y fue sobrepasado por un Savoldelli que nacería aquel día como el mejor bajador quizá de siempre. Pantani y Gotti tendrían sus más y sus menos en el último ascenso, Madonna del Coletto, con el madrileño Dani Clavero como espectador privilegiado.
Un día más tarde regresaba Oropa, aquella cima que vio a Induráin sufrir ante Ugrumov en el Giro de 1993. Pantani se había quedado con la espina de no haberse llevado la etapa de La Fauniera. Su equipo trabajó duro para recluir los intentos de escapada y disputar la subida final. Un salto de cadena inoportuno dejó a la maglia rosa descolgada durante algunos instantes. Jalabert aprovechó para acelerar juntos a Roberto Heras. Pantani remontaba, daba alcance a los insurrectos y les dejaba atrás con una facilidad pasmosa. Ahora sí que parecía que la general tendría dueño y que el italiano iba a disfrutar de las montañas que restaban hasta Milán, que no eran precisamente pocas.
Se dio un festín en Alpe di Pampeago, donde se quedó con la espinita clavada un año antes. El Mercatone puso un ritmo imposible en el Manghen y poca opción tuvieron los demás. En Madonna di Campiglio, de nuevo, dio un recital y terminó de sentenciar el Giro, si es que aún había alguna duda. Restaba la etapa reina, la que atravesaba de una tacada Tonale, Gavia, Mortirolo y Santa Cristina, escenarios que le vieron nacer y que en 1999 le coronarían como doble campeón del Giro. Marco sólo había escalado el Mortirolo en una ocasión. Y así seguiría siendo, porque esa noche sería la última en la que el italiano podría descansar y vivir en paz.
Un positivo por hematocrito alto le impedía tomar la salida aquella mañana de sábado. Los tiffosi poblaban de pintadas las ascensiones. El Mortirolo se encontraba abarrotado de público esperando para aplaudir la gesta de su ídolo. Era el principio del fin para Marco, que cedió la maglia a un Gotti que no querría lucirla en respeto a su gran rival. El doble campeón del Giro pasaría a ser el ciclista del Polti, que comandaba la marcha ante los aplausos de los aficionados. Ganó el Giro, sí. Pero fue una victoria muy triste, con el mundo del ciclismo en shock por segunda vez en muy poco tiempo y tras el Tour de Francia de 1998.
Para Pantani la temporada había terminado. No había sanción, por lo que el italiano pudo haber seguido compitiendo. Sin embargo, ni el Angliru, un reclamo que soñaba la Vuelta iba a ser suficiente para atraerle, ni el Tour iban a estar en su radar. Los problemas empezaban a amontonarse en su cabeza y el castillo de naipes comenzó a caer.
Fotos: Sirotti

De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.