Era el Giro del año 99 el objetivo principal de un Pantani más pirata que nunca, preparaba con mimo una corsa rosa con un recorrido muy exigente.
Ya desde las primeras etapas demostraba en Gran Sasso que no iba a tener rivales. O al menos de cara a la victoria, puesto que empezaba un duelo con Gotti que alcanzaría su cénit tras la Fauniera, en la subida a Madonna del Coletto, con ambos gesticulando y llegando a tocarse las bicicletas. Pantani trituraba a sus rivales en Oropa tras su percance mecánico y reponerse y ganar, quedando claro que este Giro era una exhibición, que se completaría en Pampeago y Madonna di Campiglio, pero claro, esto no gustaba a unos rivales enfadados que iban cruzando la meta de Madonna di Campiglio molestos por un Pantani que seguía consiguiendo y luchando por las victorias parciales a pesar de tener la carrera asegurada.
El propio Pirata aseguraba que había visto la victoria a tiro y había ido a por ella sin más. Su dominio estaba siendo insultante y la carrera estaba sentenciada, a falta de la etapa reina del día siguiente en Aprica con el temible y ansiado Mortirolo.
Veinticuatro horas después, todo había cambiado en el Giro, en Pantani y en el mundo del ciclismo.
Una victoria de etapa en la que apenas Hernán Buenahora, y porque iba escapado por delante, pudo aguantarle por unos metros, para ver cómo la estela rosa se alejaba hacia su cuarta victoria de etapa.
Una tarde y noche placenteras que se verían alteradas con la visita de los “vampiros” a la mañana siguiente. Visita que no por prevista dejaba de ser incómoda.
Marco procedía a la extracción de sangre y momentos después el rumor de un hematocrito alto se propagaba por la caravana rosa, para posteriormente comunicársele a Pantani un 52% de hematocrito y que tenía que abandonar el Giro… a apenas dos etapas del final y con la victoria hecha.
El puñetazo que destrozaba el cristal de la habitación era una mezcla de impotencia e incredulidad de un Pantani que veía un abismo abrirse bajo los pies, un abismo del que nunca podría volver a salir totalmente.
Pantani debía abandonar el Giro, el día en que volvía a encontrarse con la etapa y el puerto que lo cambiaron y lo encumbraron para siempre. Mortirolo y Aprica. La etapa, que durante todo su recorrido era un clamor a favor de Pantani, se decidía en el Mortirolo, con un ataque de Gotti (silbado durante la etapa) que se marchaba con Heras y Simoni, dejando atrás al líder virtual, que no rosa, que se negó a vestir, Paolo Savoldelli.
Su salida del hotel de Madonna di Campiglio, refiriéndose y saludando a los tifosi y sintiéndose traicionado y hundido, iba a ser una muerte en vida para él. Con unos análisis que durante años han sido presa de sospechas y de rumores entre los que circulan y circulaban que la propia mafia podía haber chantajeado al médico para que cambiara las muestras de sangre.
Todo muy turbio y raro, todo muy triste y penoso.
Este día de Madonna di Campiglio iba a marcar el inicio de la adicción de Marco por las drogas y entrar en una espiral de depresión de la que apenas si podría salir para, en el 2000, ayudar a su compañero Garzelli a ganarle el Giro a Francesco Casagrande y Gilberto Simoni camino en el Izoard, o a complicar la victoria de Armstrong en el Tour hasta el punto de hacer pasar a Armstrong su peor momento en todos sus Tours en la subida al Joux Plane por el estrés del tempranero ataque de Pantani en Saisies.
Aún veríamos al Pirata unos últimos momentos de lucimiento y esperanza en el Giro de 2003, que sin embargo durarían poco tras no ser invitado al Tour del Centenario, el de 2003.
Meses después, el 14 de febrero, fallecía solo en un hostal de Rimini, pero Marco había muerto mucho antes, y es que aquella mañana en Madonna di Campiglio consiguió lo que las desgracias, atropellos y lesiones no habían conseguido, que Marco se rindiera…
De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.