Rik Van Steenbergen, el ciclista con alma de mercenario

Don Rik Van Steenbergen. El Rey Rik I. En pie. Más que un mito del prolífico ciclismo belga e internacional, que lo es y con letras de oro, es una leyenda de lo práctico, un caso que en un mundo tan material como el del primer cuarto de siglo XXI entendería a la perfección si le prestase la atención debida. Pero sobre todo un talento enorme, de los mayores que hayan pisado una competición ciclista jamás.

Se habla de las victorias de Merckx, del abultado número de ellas que logró amasar, con distintos recuentos que van desde los que incluyen el prorrateo de las pagas extras a los que calculan dibujando bisectrices raquíticas atravesando sus resultados en Monumentos y Grandes Vueltas. Como somos de primeras impresiones, es fácil caer en la cuenta de que Eddy ha sido el ciclista que en la historia más ha poblado su estantería de trofeos.

Pero no fue él, sino Rik. Antecesores del Procyclingstats elevan el número de ellos por encima de los mil quinientos incluyendo el extenso y vasto catálogo de critériums y galas en pista que conquistó. Una auténtica pasada. Ganar en tres ocasiones el Campeonato del Mundo y levantar los brazos al menos una vez en todos y cada uno de los tres Monumentos en los que se dejó caer te da derecho propio a elegir qué, cuándo, cuánto y por cuánto. ¿O no? Incluso a elegir la fuente de letra que vaya a lucir en tu epitafio.

Seguro que más de una persona se verá identificada con lo siguiente. O tal vez conozca un caso similar. Eres talentoso, excelente en un trabajo que en la medida de lo posible te gustaría no hacer porque no te apasiona. Sueñas con el día que te liberen de tan pesadas cargas y de las cadenas que te unen irremediablemente a tu quehacer diario, a tu deber cotidiano. El ciclismo se vende como otra cosa, es cierto. Como algo bucólico que te permite viajar, conocer, ser conocido y entremezclar hobbies con dinero en el banco.

No era el caso de Van Steenbergen, que no era especialmente un enamorado de la bicicleta. El trabajo se suele sufrir como un medio de vida, de conseguir el sustento para vivir, de financiar tu proyecto vital, sea cual sea y contando con que la ausencia de un proyecto puede ser uno en sí y totalmente válido. Rik aseguraba que competía por dinero, y mostraba incomprensión por aquellos que regalaban pedaladas en favor del aire. Como el futbolista que prolonga su carrera un par de años con los meniscos pegados a su sitio original con superglue y esparadrapo.

Totalmente lícito, más aún desde el aspecto humano. Padre de cinco hijos, el ciclista belga tenía ante sí un dilema de fácil respuesta: competir o… competir. No era posible otra opción que no fuera acumular días de competición y victorias, cuantas más victorias mejor. Cheques y talones por ganar o simplemente participar, como se contaba de aquella Vuelta a España de la que al parecer cobró noventa mil de las antiguas pesetas.

Critériums, jornadas de ciclismo, eventos, etc. Aquello era el territorio del belga, más que los velódromos, las cotas o el empedrado. Su territorio era ése, que según cuentan las leyendas en torno al belga, antes de preguntar dónde al parecer preguntaba primero por cuánto. Las victorias en las pruebas que todos estamos pensando no eran en algunas ocasiones tan provechosas porque había costumbre de repartir con sus coequipiers.

El real provecho de ganar tanto y tan bueno era más labrarse ese cartel para después ser recompensado con los dineros pagados por acudir a un acto. Y ya se sabe, cuanto más caché, más parné. Y rima y todo. Los premios del ciclismo por equipos eran pecata minuta. Con la extinción del ciclismo por naciones, el equipo fue aportando hándicaps a los planteamientos de ciclistas como Rik. La aparición de las marcas comerciales compensaban en parte las cuestiones del reparto con un sueldo que con las décadas ha ido mejorando. En combinación, eso sí, con acuerdos particulares con marcas o entidades.

La imagen entonces no estaba tan trabajada. Por contra, el caché sí tenía su importancia. El ciclismo entonces movía, mucho más en Bélgica, donde los ciclistas todavía son los héroes del pueblo, los que en otros países son los endiosados futbolistas o famosos de programas decadentes protagonizados por decadentes que nacieron en formato Gran Hermano.

El caché de las personas se mide en ocasiones por el cartel de participantes en tu carrera final, en tu funeral. Y al sepelio de Van Steenbergen, a comienzos de siglo, acudieron más estrellas que a muchas pruebas actuales consideradas la creme de la creme por pertenecer al World Tour. Se cuenta que todos los clásicos belgas vivos como Merckx, De Vlaeminck o Van Looy estuvieron reunidos en el acto presentando honores a un personaje que, como ellos, sería siempre inmortal.

Fotos ganando a Coppi en el velódromo que hoy valdrían oro. Seguro que el protagonista las vendía a buen precio. Rik podría narrar sus aventuras en el primer Giro de Italia en el que tomó la salida. Quiso hacer la gracia y ganarlo, aunque sólo le dio el esfuerzo para ser segundo, batido por un espléndido Fiorenzo Magni. Eso sí, de nuevo por delante de Coppi. Y en su terreno. Fue en la época de los suizos, rivales en la carretera y también en el cartel, en el caché, estaban muy cotizados por aquel entonces.

Fotos: L’Equipe / RTBF.BE

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