Arenberg: la desconexión entre aficionados, organizadores y ciclistas.

Enhorabuena a Adam Hansen, Plugge, populistas y sus acólitos. El ciclismo se sumerge en el absurdo y diseña una especie de chicane (Fórmula 1, el cénit al que las bicicletas aspiran de forma ciega y sin las señales y aprendizajes que desprende) para acceder al tramo más famoso de la París-Roubaix: Arenberg. Ahí comienza realmente la batalla, las hostilidades y las estrategias. ¿El motivo? Reducir el riesgo en la entrada al tramo. Peligro que se traslada a los kilómetros previos a este zigzag. Imagino que ahí surcará el sosiego y la cordura, porque entrar en buen lugar a ese diseño absurdo ofrece si cabe más peligro. Si se evitasen las caídas con la medida, la colocación en el pelotón se volverá esencial, aún más si cabe. Eso hará que se vuele en los tramos previos al polémico hito. Pero recordemos, las caídas suceden donde menos se esperan. Para muestra, lo de ayer en País Vasco. Cuando los puntos están tan marcados, suele suceder menos. Como el dicho que se ha hecho viral en la sociedad de que sólo el 1 % de lo que te preocupa acaba sucediendo.

Podríamos hacer una selección de momentos donde los ciclistas se caen de forma severa en asfalto perfecto y carreteras de tres carriles o descensos perfectos según el librillo de los inconscientemente autoproclamados terrarredondistas. 

Sur la trouée d’Arenberg, on ne gagne pas forcément Paris-Roubaix. Mais on peut tout perdre. 

El recorrido de la Roubaix lleva presentado desde hace meses. Pero es que este tramo de Arenberg lleva presentado desde 1968, la primera vez que formó parte de la carrera. Vamos, que entraña peligros muy similares a otros tramos. ¿Que es el primero? Mete un tramo previo para que no lo sea. ¿Que ese tramo será peligroso? Es que el ciclismo lo es. Es que rodar en pelotón lo es. El ciclismo tiene muchas necesidades, pero parece que las únicas medidas que se toman están pensadas para perjudicar al espectador, al aficionado, o para reírse del propio ciclismo. ¿Van a poner chicanes en cada isleta o rotonda de las primeras etapas del Tour de Francia? Si extrapolamos, cero sentido. ¿Que al menos se ha tomado una decisión con algo de margen de tiempo sobre la carrera? Sí, pero vaya decisión. Todo por los riesgos de lluvia. Como si el resto de la carrera no los tuviese en mojado (o en seco, vaya). 

El aficionado ve esto con estupefacción. También algunos ciclistas como Van der Poel, gran favorito a ganar en Roubaix en 2024. «Is this a joke?», expresaba en Twitter el de Países Bajos. En español vendría a querer decir: qué narices estáis haciendo con el ciclismo. A los recortes y malas noticias que se le van dando a los aficionados, donde tanta culpa tienen, visto lo visto, los ciclistas como los organizadores, es difícil mantener alta la vela del apoyo a un deporte que cuando no es noticia por la podredumbre de sus entresijos y trampas (no sólo el dopaje), lo es por lo surrealista de sus decisiones. Siglo XXI y mismas retransmisiones que en el siglo XX. Eso sí, mejores bicicletas, ciclistas más profesionalizados y cuidados de niño burbuja como esta. La evolución se encamina hacia un pelotón que debería pelear públicamente por su deporte y no únicamente en privado. 

Hace falta más liderazgo (del bueno, no del holgazán) y mayor conexión del ciclista con el aficionado. Y no sólo por firmar autógrafos a la salida, sino dar carpetazo a asuntos como este. ¿Acaso se trata de presiones para justificar sueldos? ¿O para suavizar las críticas públicas (y deplorables en forma, oportunismo y fondo) al GP Denain que acusaban al lobby populista de no atreverse con ASO y sus carreras (cosa que es sabida por todos)? Vamos, sospecho de que se trata de una cuestión de maquillaje. La seguridad del ciclista está fuera del foco. ¿Qué será lo próximo? Soltar leones en los puertos para que suban más deprisa y haya grupos más pequeños en los descensos? Entre esto, las banderas de Escartín, los recortes de etapas reina en base a lluvia y frío inexistente y las pocas declaraciones dentro del pelotón más allá de que en ciclismo gana solo uno y cuestiones así, el ciclismo sigue poniéndose a prueba a sí mismo y a sus aficionados. 

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Así es la famosa chicane planteada.

Con todos estos atropellos al sentido común, la mente viaja a rincones inéditos de la moral. Viendo que las tendencias conspiranoicas acaban por no serlo tanto, el pensamiento es libre. ¿Y si la tendencia de favorecer el ciclismo junior como ciclismo profesional es una forma de conformar un pelotón joven, imberbe y falto de veteranía para dar puñetazos encima de la mesa? El único que parece con esa entidad es Remco Evenepoel, con el buzón casi del mismo tamaño que su talento. Dirigiéndolo hacia un fin defensivo del ciclismo, se podría erigir en un símbolo de este tipo de luchas. Seguro que algunos que buscan el clic y el aplauso fácil le seguirían y ayudarían a ahondar en una dirección necesaria, que es conectar de nuevo ese triángulo que en estos momentos cuenta con sus lados desunidos y debieran ser indivisibles. El aficionado quiere ver Roubaix, el organizador quiere seguridad, cero problemas y que el protagonista sea el ganador y no las incidencias, el ciclista hoy quiere más comodidad. Se cree, porque no se conoce la opinión de la mayoría de los ciclistas. Sus representantes les usan a su antojo. Habrá que convocar ouijas para recuperar esa combatividad que se dice que hay en este ciclismo hiperdivertido donde el trofeo de ganador suele tener ya tallado el nombre y todo consiste en una pelea de enanos por la segunda plaza. Miga a miga se hace un gran pan difícil de digerir. El ciclismo, el deporte más fuerte que existe.