El Giro de Italia ya nunca más tendría a un Pantani, quien falleció casi tres meses antes de que arrancara la edición de 2004. Un Giro con un recorrido muy suavizado (Petacchi marcaría la segunda mejor plusmarca de etapas ganadas tras las 12 de Binda en 1927, con 9), en el que los protagonistas serían dos compañeros de equipo, ambos relacionados con Pantani.
Se nos presentaba el duelo de dos grandes ciclistas: uno joven y pujante que venía haciendo una gran temporada, Cunego (junto a un joven Alejandro Valverde y, según palabras de Hinault, los ciclistas del futuro y esperanzas para derrotar a Armstrong), cuyo ídolo era Pantani, y otro, veterano y actual ganador del Giro, Simoni, rival y enemigo acérrimo del pirata.
La primera parte de la carrera se caracterizó por el predominio de las buenas palabras por encima de los hechos, con ambos ciclistas portando la maglia rosa. El equipo Saeco demostraba ser el más fuerte, con claras semejanzas con la Vie Claire de LeMond-Hinault, lo que generaba tensiones internas: el capo Simoni veía cómo el joven novato le hacía sombra.
Con la llegada de la contrarreloj larga de Trieste, el Saeco afrontaba nuevos problemas. Popovich, tercero el año anterior, se ponía líder, y el ucraniano Honchar quedaba en segunda posición. El equipo debía atacar, pero ¿cómo?
En una de las etapas más largas del Giro, de más de 210 kilómetros (217 para ser exactos), con llegada a Falzes y tras pasar por Valparola, Staulanza, Furcia y Terento, la estrategia del Saeco consistía en aislar a Popovich y rematar con Simoni. Sin embargo, en la subida al Furcia, Cunego, con compañeros por delante, salió disparado, mientras Popovich decidía marcar a Simoni. En ese momento, cambiaba la historia del Giro y de sus protagonistas.
Cunego ganó la etapa en solitario tras soltar a sus compañeros de grupo en Terento, mientras Simoni se veía atrapado por las estrategias y el atrevimiento de su compañero y «gregario» Damiano Cunego.
En la última parte de la carrera apareció Pavel Tonkov, quien ganó en la llegada a Fondo Sarnonico tras dos años aciagos. Sin embargo, esta etapa no se recordaba tanto por la victoria ni por las diferencias entre los principales (que no hubo), sino por los gestos obscenos del ruso para celebrar la victoria.
Quedaban las dos etapas más duras de la carrera, cortas pero muy exigentes, con llegadas a Bormio 2000 y Presolana.
En el camino hacia Bormio 2000, Garzelli se escapó en el Gavia pero fue neutralizado en la subida final. Simoni aprovechó para atacar, pero fue alcanzado por Cioni y Cunego, formando un grupo de cinco ciclistas con Honchar y Pérez Cuapio. Cunego se puso en cabeza para lo que parecía ser un lanzamiento para Simoni, pero luego aceleró, dejando a Simoni en segundo plano y ganando la etapa en solitario. Simoni apenas logró ser cuarto.
Esta cuarta etapa para Cunego generó polémica. Tras la llegada, Simoni se marchó visiblemente enfadado, maldiciendo a su compañero, quien, según él, lo había traicionado al no cumplir un acuerdo para que le hiciera la llegada y ganara la etapa.
Quedaba el Mortirolo, un puerto que no se subía desde el fatídico 5 de junio de 1999 y que se llamaba Cima Marco Pantani en honor al pirata. El Giro parecía sentenciado para la victoria, pero Simoni aprovechó un ataque de Garzelli en el Mortirolo para unirse a él, dejando a Cunego sin muchos compañeros de equipo. Se les unió Valjavec, y juntos comenzaron a cazar y dejar atrás a los miembros de una escapada temprana. Al llegar al segundo puerto, el estrecho Vivione, las diferencias no superaban los dos minutos, lo cual era preocupante para Cunego, que estaba a un problema mecánico de complicarse el Giro.
En la subida al Vivione, la RAI entrevistó al coche de Saeco para preguntar sobre la estrategia del equipo de no apoyar al líder. La respuesta fue que Simoni iba por el segundo puesto y por la etapa, pero la RAI lo interpretó como diplomático y no lo creyó del todo.
Al final, las diferencias se redujeron y la etapa fue para Garzelli, con Simoni en segundo lugar, lo cual resultó insuficiente, pues se quedó a apenas 3 segundos del segundo puesto de Sergey Honchar (en el último tramo de Bormio 2000, Simoni perdió 4 segundos frente al ucraniano).
El Giro terminó en Milán con la novena victoria de Petacchi y la gloria para Cunego, quien merecidamente, aunque no sin polémica, ganó el triunfo final. La Gazzetta declaró a Cunego como el sucesor de Pantani, «el elegido», mientras que Cunego, orgulloso por la comparación, apelaba al sentido común. El 5 de junio, Cunego visitó el mausoleo dedicado a Pantani en Cesenático y aprovechó para ganar el primer Memorial Marco Pantani.
Un año después, Simoni fue al Memorial Marco Pantani para ganarlo y honrar a su archienemigo.
Ya han pasado 20 años desde aquel choque de trenes que, por momentos, nos recordó al Roche-Visentini del Giro 87, y que dividió a un país durante 21 etapas. Un choque de generaciones que ganaría el novato, y que sorprendentemente sería la última gran vuelta que levantarían entre ambos. El futuro vería el lento declive de Simoni y una carrera que no cumplió con las expectativas en el caso de Cunego. Sin embargo, esas tres semanas en Italia en mayo de 2004 nos dejaron un regusto a ciclismo antiguo.

De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.