Correr enfermo: crónica desde el Tour de Marruecos

La semana pasada disputé el Tour du Maroc Cycliste (oficialmente: طواف المغرب Tawaf Al Maghreb), una prueba UCI 2.2 con bastante historia. Las dos primeras ediciones, en 1937 y 1938, las ganó Mariano Cañardo, «el catalán de Olite», y en su palmarés también figuran otros grandes corredores internacionales como el sueco Gösta Pettersson (1967), los entonces soviéticos Valeri Likhatxov (1972) y Artüras Kasputis (1987), el francés Régis Simon (1993), el sudafricano Reinardt Janse van Rensburg (2011) o el polaco-granadino Tomasz Marczyński (2015).

Este Tour de Marruecos ha supuesto mi debut de la temporada en carretera con el equipo Kamen Pazin croata. Como sabéis, en mi carrera he corrido en unos cuantos equipos de fuera, como en el Tusnad y Novák rumanos, en el Kuwait, el Kiwi Atlántico gallego-guineano y luego venezolano y la temporada pasada en el BAI-Sicasal de Angola. Este año tuve ofertas de otros equipos, incluida una de un equipo UCI Continental de Japón, pero la opción de Kamen Pazin finalmente me cuadró mejor para hacerla compatible con mi trabajo como preparador de ciclistas jóvenes en Macrociclo, donde comparto equipo con Diego Noriega y Yeyo Corral. Tampoco he estado parado estos meses de 2024 y he cogido bastante la bicicleta: hace unos días gané la prueba de casa, los 10.000 del Soplao, en Cabezón de la Sal, que se disputa en bicicleta de montaña. Así que pasé en pocos días de los caminos de lluvia, barro y charcos de Cantabria a carreteras con largas rectas, viento y arena del desierto.

No era un novato en Marruecos.

Ya corrí esta vuelta en 2017 con el equipo Kuwait-Cartucho.es y no se me dio mal del todo. Sin Davide Rebellin ni Stefan Schumacher, me tocaba liderar el equipo. Como siempre, me metí en fugas y fui 4º en una etapa en la que no acerté a rematar y 6º en otra, aunque perdí tiempo sobre todo en dos etapas y acabé 22º. Ese Tour de Marruecos 2017 es una de las pruebas más duras que he corrido. Recuerdo que llegamos a disputar una etapa, la tercera, en la que perdí más tiempo, porque apenas podíamos mantenernos sobre la bicicleta por el aire que empujaba de costado, provocando abanicos, continuas caídas y salidas de ciclistas a las cunetas.

Este año llegamos a Marruecos unos días antes y ya con el dorsal en la mano, me animé a contactar con mis compañeros de Le Puncheur. La idea era hacer crónicas desde la carrera, contar qué tal me iba cada día, pero desde el primer día fue complicado hacerlo por los largos traslados y la fatiga de cada etapa. A pesar de todo, este ciclismo en países de todo el mundo me encanta y disfruto mucho con ello.

Comenzamos en Laâyoune, El Aaiún, en el Sáhara, en zona de desierto, y tuvimos abanicos desde el kilómetro uno. Pude salvar el día entrando en el grupo principal en Tarfaya, la antigua Cabo Juby o Villa Bens. Después tuvimos un largo viaje de seis horas de autobús, la tónica general en este Tour de Marruecos 2024. Al menos, antes del traslado, la organización nos preparó unas jaimas para comer todos allí. Cosas como estas hacen especial y única una carrera, te dejan recuerdos para siempre de lo compartido.

La segunda etapa fue igualmente muy loca, se corrió como una carrera de juveniles, con continuos ataques, con el viento de nuevo muy presente. Llegó destacado un corte de 16 corredores, sacándonos un tiempo importante. Aun así, éramos optimistas. En una prueba tan larga, con diez etapas, pensaba que antes o después llegaría mi momento.

Tercera etapa agotadora en el Tour de Marruecos: 160 km de calor y montaña. Ritmo frenético desde la salida con constantes ataques. Terminamos en el pelotón principal mis compañeros, Dylan, Karic Vedad y yo. Pasé todo el día «encunetado», empecé a encontrarme mal ese día, me notaba mal la barriga y tuve que bajar al coche médico a por un paracetamol, porque notaba algo de fiebre. Sufrí para terminar.

En la cuarta etapa, salí para ver si «daba la vuelta el cuerpo», pero me encontré fatal. Apenas llevaba en el cuerpo un yogur que tomé en el desayuno, a duras penas. No podía comer, seguía con fiebre. Hice la etapa solamente con dos bidones de agua en el cuerpo. Sufrimiento y más sufrimiento para llegar a Marrakech descolgado del pelotón.

Finalmente, no tomé la salida en la quinta etapa.

Después de dos días con problemas de barriga y fiebre, era lo más sensato. Correr sin comer y con fiebre te destruye. Y a largo plazo, incluso me destrozó los riñones. Me costó mucho decidir no salir. Hace diez años hubiera terminado la vuelta en este estado, aunque me tocara «dar pedales con las orejas». Pero esta vez mi reflexión fue la siguiente: «¿Dejarías correr a uno de tus pupilos de Macrociclo estando enfermo?» La respuesta era clara: sin salud, ni se debe ni se puede competir. Mi compañero de equipo, el croata Lorenzo Marenzi, que también tenía problemas gástricos como yo, lo intentó, salió ese día y tuvo que retirarse durante la etapa.

Hace años, era lo normal correr enfermo y acabar las carreras arrastrados. Por suerte, ahora se cuida todo esto mucho más. Incluso con 37º de temperatura, aunque no tengas mucha fiebre, te pueden mandar para casa. Me gusta que ahora se cuide más al ciclista y el mensaje es claro: si no estás con salud, no se corre.

Pasé una noche más en Marruecos y cogí un vuelo directo desde Marrakech a Santander. Al llegar, todavía con fiebre, lo único que me pedía el cuerpo era dormir y descansar.

No he podido finalmente traer la crónica completa de esta vuelta ni ser protagonista en ella, como me hubiera gustado. Sé que ha estado muy disputada entre los equipos franceses del Nice Métropole Côte d’Azur y Vendée U y que también la ha peleado un veterano, el eritreo Natnael Berhane, del equipo Beykoz Belediyesi Spor de Turquía. Los marroquíes han estado en la pelea desde el primer día, se mueven muy bien en este terreno de abanicos y emboscadas. Espero volver otro año y poder hacerlo fiel a mi estilo de atacar y meterme en escapadas.

Un saludo, amigos. Ahora lo importante es recuperar y volver más fuerte, pensando en la siguiente carrera.

*Artículo realizado con la ayuda y colaboración de Viktor Frankenaerts