Moncalvillo, de sueño a realidad en seis años

22 de agosto de 2018, ocho de la mañana. Como si se tratara de un día más de verano, me levanto para realizar mi salida matinal en bicicleta. Me lavo la cara, desayuno y compruebo que ese amigo con el que llevo todo el verano descubriendo pueblos de La Rioja también se ha despertado. Una vez más, no habrá plantón; ninguno de los dos se ha quedado dormido. Parece un día más descubriendo nuevos lugares de nuestra región. Sin embargo, ese día será muy diferente. Esa mañana no será como las demás: subiríamos al Alto de Moncalvillo por primera vez. Ese puerto del que nos llevaban hablando semanas y que, sin duda, se había convertido en uno de los grandes objetivos del verano.

Me enfundo el culote y el maillot del entonces Quick-Step Floors. Sí, ese mismo maillot con el que Mikel Landa afrontaría la misma ascensión seis años después. ¿Cosas del “landismo” o casualidad? Prefiero pensar que fue lo primero. Me ato las zapatillas (por aquel entonces todavía no llevaba pedales automáticos) y acudo al lugar donde Álvaro (mi amigo) y yo habíamos quedado. Ya no había vuelta atrás.

Por delante, unos 50 kilómetros y una ascensión que, unos años más tarde, sería conquistada por una de las mayores figuras del ciclismo actual. 50 kilómetros de penurias, y también de disfrute. 50 kilómetros que, sin saberlo, discurrirían por las mismas carreteras en las que años más tarde los ídolos de mi infancia disputarían una Vuelta a España. “Imagina a Primož Roglič, Steven Kruijswijk o Mikel Landa”, recuerdo que pensaba mientras ascendía lentamente (muy lentamente) por aquellas rampas.

Eran ideas fundamentadas en la ilusión de ser capaz de subir un puerto digno de una Vuelta a España, pensamientos que en cualquier otro deporte no sucederían porque, ¿qué aficionado al fútbol podría jugar en el Santiago Bernabéu? En el ciclismo, esa utopía puede convertirse en realidad, y en el caso de Moncalvillo, así sucedió.

Allí me encontraba hace tan solo una semana, en el mismo lugar que hace seis años. A pie de puerto y con el mismo pensamiento que la primera vez: “Imagina ver subir a los profesionales”. Un pensamiento que se cumpliría tan solo unas horas después.

Son innumerables las ideas que se le pueden venir a uno a la cabeza en esos instantes previos a que, por fin, los ídolos de tu infancia suban ese puerto que tantas veces has disfrutado con tu bicicleta. Conversaciones con amigos, despedidas de año escalando hasta las antenas, últimas salidas de verano e incluso un previo paso de la ronda española en 2020 que nadie pudo disfrutar en vivo. Mientras llego hasta la cima, se mezclan los recuerdos personales con la realidad de ese día: decenas de aficionados en cada curva, padres subiendo en bicicleta junto a sus hijos, cicloturistas bien cargados de provisiones, y todo, en ese mismo lugar que tantos buenos momentos me ha dado.

Muchos años llevaba el ciclismo riojano esperando ese momento. Porque, a pesar de que sí es cierto que ya se subió en 2020, todavía existía esa espinita de que la afición no había podido experimentar en primera persona lo que realmente era vivir el paso de una Vuelta a España por su región. Ahora, tras una jornada que quedará marcada por la exhibición de Primož Roglič, serán muchos los niños que decidan montarse en su bicicleta para recorrer las mismas carreteras que hicieron los Richard Carapaz, Mikel Landa o Enric Mas. Serán ellos quienes, al igual que quien escribe este artículo en su día, jueguen a ser ese esloveno que volaba hacia la victoria en ese puerto que posiblemente ni siquiera conocían antes.

Imágenes Sergio Quintana – Puedes pinchar en ellas para ampliarlas.