Iván Romeo, orgullo pucelano

Hay días que quedan grabados para siempre, y el 23 de septiembre de 2024 ya es uno de esos días. Iván Romeo, nuestro Iván, se proclamó campeón del mundo sub-23 en la contrarreloj de Zúrich. No fue una sorpresa para quienes hemos seguido su carrera desde el principio, pero sí un momento de orgullo inmenso para todos los vallisoletanos.

Bajo un cielo gris y con el suelo mojado por la lluvia, Iván no solo compitió: voló. En esos casi 30 kilómetros de subidas y bajadas, el joven ciclista demostró una madurez y potencia que parecían de alguien con muchos más años en el pelotón. Su estrategia fue clara desde el principio: dosificar en el tramo más duro para explotar al final. Y en esos últimos 12 kilómetros, a una media cercana a los 60 km/h, Romeo dejó a sus rivales sin respuesta. «Vine hace dos semanas a reconocer el recorrido con mi padre, y sabía que me venía bien, con esas subidas y bajadas», confesaba tras la carrera. Ese reconocimiento fue clave, pero también lo fue su capacidad de gestión en una crono tan exigente.

El sueco Jakob Söderqvist, que se quedó a 32 segundos, y el suizo Jan Christen, a 41 segundos, no pudieron con el vallisoletano. Ni siquiera Alec Segaert, el gran favorito, logró alcanzarlo, hundiéndose en el tramo final. Iván no solo les ganó, sino que lo hizo con una autoridad que dejó claro que este título es solo el comienzo de algo grande.

No podemos dejar de pensar en el precedente que marca este triunfo para el ciclismo español. Hace justo 25 años, José Iván Gutiérrez conseguía también el título de campeón del mundo sub-23 en contrarreloj. El cántabro fue un pionero para nuestra generación, y ahora, un cuarto de siglo después, Iván Romeo recoge el testigo. La historia vuelve a repetirse, pero con un aire nuevo y renovado, con el futuro brillando para el joven de Movistar.

Este triunfo no se construyó solo en la carretera de Zúrich, sino en los meses de trabajo duro, en el apoyo de su familia, y en la visión clara de un objetivo. Iván sabía lo que tenía que hacer, y lo hizo. Cuando cruzó la meta, y se sentó en el famoso «sillón caliente», esperando ver si alguien podía mejorar su tiempo, su sonrisa lo decía todo. «Es uno de los días más felices de mi vida», dijo tras confirmar la victoria.

Para nosotros, los vallisoletanos, este triunfo no solo representa una medalla de oro. Es el reflejo de un sueño cumplido, de un chico que siempre tuvo claro hacia dónde quería llegar. Con esfuerzo, humildad y el apoyo de su gente, Iván Romeo ha escrito una página dorada en la historia del ciclismo español. Y lo ha hecho llevando a Valladolid en su corazón, demostrando que los sueños, cuando se trabajan con sacrificio, pueden hacerse realidad.

El maillot arcoíris ya es suyo, y aunque este sea el éxito más grande hasta ahora, todos sabemos que para Iván esto es solo el principio. Como hizo Gutiérrez en su momento, Romeo ha marcado un antes y un después para nuestro ciclismo, y estamos seguros de que volverá a darnos muchas alegrías.