El enjambre del Astana 2.0.25

Astana

Zumbados, zumbidos y picaduras celestes, letras que se caen de los nombres para evocar a estrellas pasadas, sueños de puntos que esperan no ser nunca de sutura ni convertirse jamás en pesadilla. La temporada se acerca a sus solsticios y entre distracciones de primer orden, casi todos capitaneados por Tadej Pogačar, el Astana vive entre la armonía y la preocupación por el final del trienio. Como cada hijo de vecino en el World Tour, sueñan con ver el mar de la tranquilidad, con asentarse en una categoría en la que fueron un día temidos y hoy pasan por ser un color más de la paleta. El descenso acaba siendo como un agujero negro de incertidumbres y promesas que solo son garantía de frustración y decepción, así que tratará de ser el destino a evitar con todas las fuerzas posibles y algunas de las imposibles.


El cambio ha sido obligado por la invisibilidad. Astana no deja de ser un pez más en el océano, con corredores que ni mediática ni realmente pueden aspirar a dar excesivas campanadas. Sin líderes que puedan plantar cara al establishment, reinventarse toca, con un par de pinceladas muy interesantes, como los trazos de Lorenzo Fortunato y Alberto Bettiol, captado por la italianización constante del proyecto, al igual que el correoso Diego Ulissi. Veteranos y noveles, pero ascendiendo el nivel medio del maillot azul, que es de lo que se trata. En los primeros compases, Christian Scaroni ha servido de avanzadilla, como ariete de un 2025 clave en las aspiraciones a avispa de los kazajos. En la actualidad, el papel de mosca (que cada uno añada el apellido que considere) lo interpretan a la perfección, con la abeja reina a los mandos. Es decir, Vinokourov padre, el capo. Seguro que se acaban cruzando en algún camino importante.

Sergio Higuita con los colores del Astana XDS
Sergio Higuita con los colores del Astana XDS

Puntuar es una de las máximas. Aaron Gate responde a ese perfil, del mismo modo que Burgos BH lo tenia en el equipo con el fin de sumar. Lo mismo con Sergio Higuita, un pedazo de corredor que corresponde con una pedazo de apuesta. En un mundo normal él sería el jefe supremo del Astana, aunque las lesiones estén atrasando los presuntos de lucidez. Sin embargo, la incorporación que más puede marcar a los kazajos es Wout Poels, ese corredor tan peculiar. Su rol ciclista es evidente, poca gente duda del aporte de resultados y victorias a poco que haya ocasión. Es verdad que, con matices, estos son los argumentos que aporta el conjunto kazajo para quedarse en primera. Kanter, Charmig y Champoussin aparte. Pero falta una cúspide, una punta de oro. Un ciclista que tras un eventual descenso acabe por ser la llave de conservar el estatus. Y en caso de ponerse alguno a tiro, pero eso es trabajo de los hombres corbata.

Cuando se cree que viene un tiempo turbulento que pone en riesgo la nave, conviene ir eligiendo el prado sobre el que aterrizar. Trece hombres de treinta son italianos, lo que llegado el caso puede facilitar hueco en el calendario que pisa suelo transalpino. Falta la estrella, el aguijón que esté a la altura de una ambición acorde a su historial de triunfos y días grandes. No Cavendish, no party, al menos en lo que corresponde al Tour, el centro de todas las miradas. Pero todo se vería, el equipo así configurado puede ser competitivo consiguiendo una wild card. Los problemas vendrán por la desbandada, por los cantos de sirena procedentes del World Tour, que ya pone ojitos a algunas de las joyas guardadas en la capital kazaja.

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