Era julio de 1984 y un joven Fignon arrasaba en el que era su segundo Tour consecutivo. Su equipo, la Renault, era claro dominador, ocupando además el tercer cajón del pódium con el campeón del mundo, Greg LeMond. Por otro lado, Hinault era humillado y, a pesar de no rendirse en ningún momento, veía cómo la calidad y soberbia de Fignon apenas si le dejaban las migajas del segundo lugar.
Meses después, el panorama cambiaba por completo. La Vie Claire, equipo de Hinault, fichaba a LeMond (que pensaba que, para desarrollarse, era mejor enrolarse con un veterano Hinault que seguir con un coetáneo como Fignon, que apuntaba a futuro dominador del ciclismo), Fignon se lesionaba, perdiéndose la temporada 85 por completo y no volviendo a ser el mismo (salvo la temporada del 89), e Hinault ganaba su tercer Giro…
Y en estas, un recorrido que parecía hecho a medida de Hinault, con mucha contrarreloj y poca montaña… y sin aparentes rivales de garantías. Kelly, Roche, Perico, los colombianos Herrera y Parra o el australiano Anderson no parecían serios rivales para ganar el Tour a la Vie Claire. Y, como era de esperar, la Vie Claire dominaba la carrera, ganando la contrarreloj por equipos y con una primera contrarreloj de 75 km (la más larga en lustros) que coronaba a Hinault como líder claro en un día en el que LeMond no estaba muy fino.
Con la llegada de unos Alpes descafeinados, tocaba el turno de la fuerza escaladora de los colombianos… y de los pactos. Camino de Avoriaz, Hinault y Herrera pillaban por sorpresa a todos los favoritos, LeMond incluido. Etapa y montaña para Herrera y más distancia en la general para Hinault. Y, al día siguiente, festival colombiano en Lans-en-Vercors, con etapa para Parra y llegando con su compañero Herrera en solitario.
Tocaba contrarreloj en Villard-de-Lans y, aunque no ganaba, era Hinault el mejor de los favoritos. Game over… la prensa y los aficionados daban por ganado un Tour que se presumía aburrido en lo que quedaba (en principio la etapa de Luz Ardiden, una llegada en minietapa al Aubisque y una contrarreloj). Hinault dominaba con más de 5 minutos sobre LeMond, que era segundo.
Pero no iba a ser todo tan fácil, y en un día olvidado muchas veces de aquel Tour, como el de Saint-Étienne, iba a cambiar la historia de aquel recordado Tour de 1985. En un día conocido como el de la sangre, ganaba un Lucho Herrera sideral, que caía en la bajada de Chabouret pero, aun así, ganaba en solitario con el rostro ensangrentado… y, sobre todo, por detrás, el Tour de Francia iba a cambiar por completo.
Y es que en el grupo del líder Hinault, en el que no iba LeMond (que había entrado en otro grupo casi dos minutos por delante), iba a producirse una caída que involucraba a Hinault con Phil Anderson, e Hinault iba a romperse la nariz.
Tardaría en cruzar la meta el caimán y, aunque no perdía tiempo por estar en el último kilómetro, ya no iba a ser el mismo en lo que quedaba de Tour. La fractura nasal se complicaría, dando paso a dificultades respiratorias y una bronquitis que iban a hacer que el Tour se pusiera más que interesante en los Pirineos, en el estreno de un final en alto que se iba a convertir en fetiche para el ciclismo español… Luz Ardiden.
La etapa reina, con Aspin, Tourmalet y Luz Ardiden, en un día con niebla y poco calor, no iba a ayudar a un Hinault que aparecía con los ojos hinchados y negros y que iba a pasar una de las jornadas más complicadas de su carrera. Cedía ante el empuje de Delgado, Roche y LeMond en los kilómetros finales del Tourmalet y, a pesar de la ayuda de Lucho Herrera, que se quedó con él en lugar de lanzarse a por la etapa, la desventaja no paraba de aumentar y el liderato estaba en peligro.
Perico Delgado ganaba la etapa en lo que parecía una estrategia perfecta del Orbea, que no lo fue tanto, mientras que por detrás Lucho Herrera casi alcanzaba al segoviano; le había penalizado ayudar a Hinault.
Pero todo eso era secundario. LeMond, que afrontaba la subida final con Roche, pedía a su coche de equipo poder colaborar y avanzar con el irlandés, mientras le decían que no porque Hinault estaba a poco tiempo por detrás. No muy convencido, LeMond hablaba una y otra vez con su coche hasta resignarse y esperar, a rueda de Roche, a ser cazado por el grupo de Hinault… y fueron cazados dentro del último kilómetro. El grupo de Hinault cruzaría la línea de meta a más de un minuto de LeMond, que no daba crédito a cómo había sido engañado. Presa de los nervios y del esfuerzo, el americano se enfrentaba a su director Koechli y a un periodista que le filmaba.
La noche fue complicada en el cuartel del equipo y LeMond anunciaba que abandonaba el Tour. El escándalo podía ser tremendo para el equipo y para el Tour, y en esto llegó el momento más importante del Tour y uno de los más mediáticos de la historia del Tour. Bernard Tapie, dueño del equipo, y Bernard Hinault convencían a LeMond para que se quedara con una promesa de Hinault: “El año que viene correré para que tú ganes el Tour, Greg”.
Ya nada importaba en lo que quedaba de Tour. Esa promesa capitalizaría lo que quedaba de Tour y, lo que es más importante, la temporada de 1986 y su Tour, que sería apasionante…
Y este del 85 aún tendría momentos interesantes, como la victoria de Roche con maillot de contrarreloj en el Aubisque, con su compatriota Kelly segundo (otro año en el que Kelly no ganaría etapa a pesar de ser cuarto en la general y conseguir el verde), o la victoria final de LeMond en la contrarreloj de Lac de Vassivière por delante de Hinault. Tour para el francés, etapa y promesas para el americano…
Y en estas, han pasado 40 años, muchas ediciones del Tour, muchas gestas, vuelcos, 8 segundos en el 89, algunos pódiums, pero, sin embargo, Francia sigue mirando hacia atrás con nostalgia para ver en aquel Tour de 1985 la última victoria francesa, en un Tour del que siempre recordaremos cómo dos compañeros de equipo empezaron a forjar una rivalidad que se convertiría en mítica un año después.

De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.