La Grand Départ nos deja un gran inicio de Tour

Recientemente, hice una serie de crónicas del Giro en las cuales asumí el error de criticar su recorrido. Me parecía que era un recorrido a la antigua, con un montón de etapas intrascendentes y luego toda la dureza concentrada. Contra mi juicio, los ciclistas me dejaron en ridículo, y fue un Giro impresionante, de los mejores que recuerdo. Algo que una persona como yo, que cree que con el tempo y la cadencia adecuada la canción más lenta puede devenir en una tormenta, no se puede permitir. ¿Me estaré volviendo de los que solo necesitan estribillo? Espero que no.

Por lo tanto, hay que aprender de los errores, y no voy a criticar el recorrido del Tour antes de tiempo. Estas primeras etapas han sido bastante notables: dos de ellas y una en la línea de las etapas llanas del año pasado.

La primera de ellas era un sprint cantado, sin desnivel y siendo la etapa inaugural. Pero Eolo (dios del viento, no el equipo de Alberto Contador e Iban Basso) nos quiso regalar una primera etapa maravillosa, y sin caídas de por medio. El Visma-Lease a Bike se puso a tirar a unos 15 km de meta con el viento racheado, y quedaron en cabeza solo 40 corredores. Delante estaban Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard, pero (para variar) Remco Evenepoel estaba cortado; con él también estaba Red Bull al completo.

Por resumir, de la general estaban delante los dos favoritos, Enric Mas y Matteo Jorgenson. Eso sí, Visma tenía a tres corredores y daban la sensación de ir perfectamente colocados. Por su parte UAE estaba solo con Wellens acompañando a Pogacar, dando la sensación contraria: que Pogacar se había pasado el día demasiado solo. En cuanto a los equipos de los sprinters, el Alpecin se salió con cinco corredores delante, entre ellos Kaden Groves, Mathieu Van der Poel y Jasper Philipsen. El resto de sprinters, salvo Biniam Girmay y Søren Wærenskjold, estaban en el grupo trasero, así que el resultado fue el esperado: Alpecin hizo dos últimos kilómetros de libro, con Van der Poel y Groves dejando a Philipsen a 300 metros de meta para que rematase. Lanzamiento perfecto. Remco, Roglic y Lipowitz empezaban el Tour con 39» de pérdida; no era la mejor forma de empezar.

El segundo día tenía más picante y también un nombre propio: Mathieu Van der Poel. Todas las predicciones hablaban del neerlandés como el gran favorito por encima de los dos intocables. Y se cumplieron las previsiones, ya que, cuando la cosa se puso seria, se colocó entre las cinco primeras plazas y no se movió de ahí. Entre los dos susodichos, los papeles están cambiados: Visma dijo que iban a ser más agresivos, y así está siendo.En la primera etapa propusieron el abanico, y en la segunda pusieron a tope a Wout Van Aert para que atacase Vingegaard, que atacó, aunque tímidamente. Supongo que la mujer del danés no había visto el suicidio de Wout por su líder, cuando hizo las desafortunadísimas declaraciones que hizo. Mirad que se pueden criticar muchas cosas de Wout Van Aert, pero el sacrificio por sus líderes… se pueden poner mil ejemplos de ese sacrificio.

Ataque, como hemos dicho, muy tímido, pero sirvió para que en cabeza quedasen Van der Poel, Pogacar, Jorgenson, Grégoire y, esta vez sí, Evenepoel. No hubo entendimiento y por detrás los alcanzaron, para que en la última cota subieran rápido y se lanzaran en la bajada. Al final, sprint entre 26 que dominó Van der Poel a placer. Las sorpresas fueron, para mí, dos: ver a Julian Alaphilippe tan bien, con un 4.º puesto final, y ver a Tadej Pogacar tan comedido. No propuso nada en las subidas, y en el final que picaba hacia arriba dejó la responsabilidad a Mathieu. Y cuando le dejas a Van der Poel lanzar un sprint, estás perdido: sabe medir como nadie su distancia. En definitiva, otro día divertido y sin caídas.

Agencia EFE

Pero llegó el desastre. Un desastre como espectáculo, pero más desastre por el resultado de las caídas. Hasta el sprint intermedio, a 58 km, todo iba aburrido. El pelotón había decidido (como demasiadas otras veces) no luchar la etapa y dejar todo para el sprint. Una media de cicloturista en una etapa llana y ningún intento serio de escapada daban cuenta numérica del sopor que se estaba viviendo. Pero, a 58 km de meta, en el sprint intermedio, saltó todo por los aires.

En dicho sprint, todos los sprinters asumieron demasiados riesgos: hombros, empujones, muchísimo caos… hasta que Brian Coquard intentó pasar por donde no había sitio, impactando primero con Laurent Rex, al que no derribó, y más tarde con Jasper Philipsen, que cayó al suelo, quedando claro que su Tour acababa ahí. Caro peaje para la carrera en un sprint intermedio, pero se veía venir. El desafortunado Coquard hizo unas declaraciones pidiendo disculpas que le honran; realmente fue su culpa, pero no fue intencionado.

Aquí, a mi forma de ver, la carrera perdió al equipo al mando: el Alpecin, que quedaba tocado (pero no hundido), y eso llevó a que los kilómetros finales fueran un caos absoluto. El cóctel de que no hubiese un equipo controlando, mucha gente con opciones y descansada después de un día de paseo, dio como resultado un sprint absolutamente caótico donde hubo varias caídas y un montón de sustos. El Alpecin no apareció en el sprint hasta cuando ya era demasiado tarde, y la victoria se la jugaron Jonathan Milan y Tim Merlier en un agónico sprint que la foto finish dictaminó vencedor al belga.

Como curiosidad de esta última etapa, y lo poco competida que fue, queda el bochorno de Tim Wellens preguntando en el pelotón si podía escaparse para conseguir los puntos de la montaña y ahorrar a Tadej Pogacar la ceremonia de podio, a la vez que se premiaba a Wellens. No me parece mal la estrategia de UAE, pero que no le compitiesen y le consintiesen eso me pareció bochornoso.

Y mi enhorabuena a Joan Antoni Flecha, que acertó lo que estaba pasando en la retransmisión y me parece una delicia verle por la televisión. Sabe muchísimo y sabe comunicar. De hecho, escuchándole me surgió la siguiente pregunta —no sé si sugerida por él mismo—:

—Que toda la etapa haya sido a ritmo muy suave ¿puede hacer que todos lleguen más descansados y se hagan más complicados los sprints?

Es decir, quiero entender que ellos se toman estas etapas más tranquilamente para evitar sustos innecesarios (aunque luego luchen a cuchillo los sprints intermedios), pero esa calma… ¿puede ser la que precede a la tormenta? No lo sé, pero en mi cabeza (o en la de Flecha) tiene sentido.

Hasta dentro de tres etapas.

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