El curioso caso de Óscar Sevilla

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un ciclista de los de ruedas finas y manillar de cabra. No, no me he vuelto loco. No estás leyendo El Quijote ni este título está sacado de una película de Brad Pitt, aunque pudiera ser… Queremos referirnos más bien a Óscar Sevilla, el sustituto perfecto para Jordi Hurtado.

Con 48 años, es una prueba viviente de que el deporte no tiene límites. El ciclista albaceteño, de Ossa de Montiel, con residencia ahora en Colombia, fue mi primer ciclista fetiche. Por esto, me ha dado por sacar la pluma y el bote de tinta y ponerme a escribir, como si Miguel de Cervantes se hubiera apoderado de mi cuerpo.

Desde sus inicios en 1998 con el equipo Kelme, Óscar Sevilla fue una de las promesas más brillantes del ciclismo español. Pero he de reconocer que personalmente lo conocí antes. En la localidad de quien les escribe, Orgaz (Toledo), se organizaba una prueba ciclista para categorías inferiores, el Trofeo San Cristóbal. Recuerdo que un año vino un coche del Kelme (no recuerdo si fue 1996 o 1997). A todos nos llamó la atención. No era lo habitual ver coches de equipos de la élite en esta carrera.

En ese momento yo no llegué a ser consciente, todavía era demasiado pequeño y el fútbol me nublaba la mente, aunque ya picaba el gusanillo del ciclismo y, en particular, me gustaba el Kelme, al que me empecé a aficionar porque me gustaba su maillot. Esos años ya sentía especial predilección por Fernando Escartín y Roberto Heras. Perdón, que me pongo a divagar, volvamos a lo importante. Años después, revisando clasificaciones antiguas, caímos en la cuenta de que ese coche del Kelme venía por Óscar Sevilla, que quedó 2º en esa carrera. Prueba que unos años antes ganó Miguel Ángel Martín Perdiguero, quien también correría en el Kelme. Perdón de nuevo, que sigo divagando.

Ya teníamos todos los ingredientes: corredor manchego, que corrió en mi pueblo, que corría para el Kelme… solo había que meterlos en una coctelera y ¡voilá! En el 2000, en el transcurso de La Vuelta, fue cuando yo le conocí como ciclista de alto nivel. Mi padre me contaba que ese chico había corrido en Orgaz, pero yo no le recordaba. Sin embargo, en 2001 fue cuando empecé a seguirle, en ese Tour de Francia excelso donde se alzó con el maillot blanco de mejor joven y donde era casi el primero de los mortales en la montaña.

Ese 2001, de hecho, alcanzó su mejor momento, su «prime», al quedar segundo en la Vuelta a España. Llegaba además con el maillot dorado, de por aquel entonces, a la última etapa. Una crono en Madrid que no le venía mal del todo. Pero su rival era un Ángel Casero, con mayores dotes en esta disciplina, y acabó arrebatándole la general por tan solo 45 segundos. Aquel fue el pico de una carrera que, por desgracia, se frenó con una lesión en 2003.

Óscar Sevilla y Jan Ullrich en el Tour 2001 // Lars Ronbog – FrontzoneSport – Getty Images

Después de todo esto, anduvo varios años por un limbo, en el cual no terminaba de reencontrarse como corredor. Un paso breve por aquel famoso Phonak, con 2 años posteriores en el T-Mobile y poco más. Se fue evaporando como un azucarillo, en unos años convulsos por supuestas relaciones con el dopaje y el caso Manzano, que acabaron con una suspensión al ciclista de Ossa de Montiel en 2010 y 2011.

A su edad, prácticamente todos lo daban por retirado; sin embargo, cruzó el charco y marchó a Colombia. Un cambio de aires y un nuevo rumbo en su vida que le trajo las mayores alegrías. Colombia fue su segundo hogar, tanto en lo profesional como en lo personal, al obtener la nacionalidad en 2012, tras formar su familia allí. En tierras cafeteras, Sevilla encontró un nuevo aire y se transformó en una leyenda local. Victorias en la Vuelta a San Juan, la Vuelta al Valle y el Tour de Hainan (por mencionar algunas) son solo una muestra de su legado.

Y a pesar de los años (que no parece que pasen por él, sigue manteniendo esa cara de niño que siempre le caracterizó), sigue ganando. En 2025, apunto de cumplir 49 años, se coronó campeón de la Vuelta a la República Dominicana y pódium en el Tour de Beauce, demostrando que su talento sigue intacto. Tras la victoria, Sevilla daba las gracias: «Este título es para todos los que han creído en mí a lo largo de mi carrera».

Óscar Sevilla es más que un ciclista. Es un mentor y, para algunos, fue una inspiración. A lo largo de los años, ha sido fuente de sabiduría para jóvenes como Egan Bernal, y su legado trasciende las victorias. Ha sido parte de la historia del ciclismo, en España y especialmente en Colombia, pero su mayor triunfo ha sido seguir en pie, superando obstáculos y viviendo su pasión.

Hoy, con más de 25 años de carrera, Óscar Sevilla sigue demostrando al mundo del ciclismo que la determinación, el esfuerzo y el amor por su deporte son más fuertes que el girar de las agujas de un reloj.

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