Cuatro. Trece.

«Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece» Plp 4,13.

Este artículo no versa sobre el versículo bíblico que acabamos de citar. No obstante, podría decirse que guarda un pequeño símil con el mismo. 4, 13. Cuatro minutos y trece segundos; una cifra que solo se alcanza creyendo, en la fortaleza de uno mismo y de los demás.

Han pasado ya seis años desde que la cuarteta australiana de pista pulverizara en el Vélodrome National de Saint-Quentin-en-Yvelines, en los campeonatos del mundo de ciclismo en pista de 2015, el récord del mundo (no vigente) de la modalidad, en la carrera por la medalla de oro.

Lo recuerdo como si fuera ayer, a pesar de no haber podido verlo en directo. Entonces, la 61. ª edición de la Vuelta a Andalucía-Ruta Ciclista Del Sol y lucha generacional que vibraban Chris Froome y Alberto Contador acaparaba mis horas centrales del día.

El anochecer, propio de las actuales jornadas de los Seis Días, y mis desvelos nocturnos eran la ocasión que tenía de seguir, desde la distancia, los desenlaces de los mundiales de esta bonita especialidad ciclista, la pista.

Seis años no son tanto tiempo, aunque la situación del ciclismo en general, de la pista en particular y del ciclismo australiano — y su federación — han cambiado notablemente.

Australia ya no es el paradigma ciclista que entonces parecía ser. Aunque la economía australiana esquivó la crisis financiera global de 2008 y la de la deuda soberana europea de 2011, los atisbos y temores a una posible recesión y sus ajustes terminaron por pasar factura en las cuentas presupuestarias.

Y la federación aussie tampoco fue una excepción. No fue solo ese el problema, también hubo ajustes contables, cambio divisa, deuda, etc. Pero la situación económica nacional contribuyó a los cambios que después vinieron.

Aquella histórica jornada de pista del jueves 19 de febrero de 2015, en la sesión vespertina, Annette Edmondson, Melissa Dennis (entonces y de soltera Hoskins), Amy Cure y Ashlee Ankudinoff lograban una mejora de casi tres segundos sobre la anterior plusmarca mundial.

Gran Bretaña salió lanzada a defender su trono. Pero pronto, al paso por los 500 metros, la cuarteta australiana tomaba la delantera. Hasta esa fecha solo en una ocasión, desde la primera edición en 2008, el combinado británico se había visto relegado del oro. Fue en 2010, con Ankudinoff a la palestra. Medio segundo por delante al paso por el mil, y un segundo en los dos mil. La tendencia era positiva, quedaba aguantar el esfuerzo.

Poco antes del paso por los 3 000 metros Ankudinoff se apartó, dejando a sus compañeras en una situación ideal. Tenían ya segundo y medio sobre las británicas. Ventaja suficiente para alcanzar el oro mientras volaban hacia una nueva plusmarca.

En meta Dennis cruzaba en cabeza, por el exterior, seguida de Edmondson, en la posición intermedia, mientras Cure paraba el reloj, con su rueda, en cuatro minutos trece segundos y seiscientas ochenta y tres milésimas de segundo.

Gary Sutton, responsable del fondo femenino de pista australiano, sonreía. Lo habían logrado. Habían derrocado a Gran Bretaña y refutado la imbatibilidad de su cuarteta. Habían conseguido aunar su talento individual en un esfuerzo colectivo dinámico y milimetrado. Se habían erigido en un verdadero equipo.

Parecía el comienzo de una era en la persecución por equipos femenina, donde Australia sería la referencia. Pero como tantas y tantas veces, en la vida y el deporte, los caminos esperados o previstos no son los que finalmente se recorren.

Las escasas preseas cosechadas en los JJ. OO. de Río — únicamente 2, lejos del objetivo de 5 o 7 metales — fueron la gota que colmó el vaso. Kevin Tabotta — su máximo responsable deportivo; ahora en Team Bike-Exchange — dimitió. Se inició la búsqueda de su sustituto.

Simon Jones, entonces máximo responsable de rendimiento en Team Sky, fue el elegido. Los cambios no tardaron en llegar: ceses, reordenación de los programas de gasto y polémicas decisiones. Los green and gold se movían entre la estampida y la caza de talento, de sus recursos humanos.

En el deporte, como en la vida, no hay ganadores y perdedores; solo están los que consiguen vivir un día más y los que no. Paul Shirley, para El País

Los logros, aunque perduren en los anales y las retinas, son efímeros. De aquel equipo, que vivió su gran tarde de gloria en Saint-Quentin-en-Yvelines, solo Edmondson y Ankudinoff continuan luchando juntas. Para Amy Cure — retirada el pasado año — y Melissa Dennis — hizo lo propio tras Río 2016 — la música ya dejó de sonar.

Diferente «suerte» corrió Gary Sutton. Cycling Australia prescindió de sus servicios. Una puerta se cerraba al mismo tempo que otra gran oportunidad le aguardaba: USA Cycling. Con las estadounidenses continúa batallando contra sus antiguas pupilas — y victoriosamente en el computo global — y demás selecciones y viviendo nuevas jornadas de gloria.

La cuarteta australiana de persecución femenina actual dista bastante de la de aquella jornada invernal en París. Pero el deporte y la vida son así, todo cambia. Consiste en mantener el equilibrio, en seguir pedaleando mientras la música siga sonando, mientras el esfuerzo siga teniendo sentido, mientras se siga disfrutando, al tornar la vista al horizonte no se divise un cielo completamente encapotado.

Foto: Martin Early