Pese a no contar con un amplio palmarés, Markel Irízar dejó un gran sabor de boca entre los coequipiers que le han jalonado a lo largo de su carrera. Su vida quedó marcada por un reto aún más duro que el ciclismo. El cáncer llamó a su ventana, pero irónicamente iba a ser lo que le abriría tiempo después una puerta.
Precisamente también para Lance Armstrong, cuya experiencia vital fue un ejemplo para la humanidad por su capacidad de superación, volver a la alta competición fue una gesta. Hacerlo además venciendo siete Tours, polémicas aparte, una auténtica heroicidad. Antes de todo ello, Irízar y el norteamericano intercambiaron varias cartas interesándose el uno por el otro.
Desde entonces Markel, que pasó a profesionales en el Euskaltel, ha transmitido mucha energía positiva, mucho empuje y optimismo a sus compañeros. Así se le recuerda en el pelotón, donde también se le tenía bastante respeto. Y eso que sus victorias y puestos de honor se resumen rápido. Su labor era otra, mucho más oscura, ésa que no destaca tanto en televisión ni rellena titulares de diarios. No obstante, quizá tenga la misma importancia.
Levantó los brazos en la Vuelta Andalucía, donde se impuso sin ganar ninguna etapa. Por un segundo. Por otro lado, otro segundo fue importante para su carrera, el segundo puesto en esta ocasión en el prólogo de la París-Niza. Sólo un fortísimo Thor Hushovd le batió, esta vez por un puñado de segundos. Sin embargo, a nivel internacional se comenzó a conocer algo más a un corredor con una bonita historia.
Todo ello en los dos equipos de su vida, el Euskaltel y el Radio Shack, donde recaló en 2010, año en el que Armstrong, después de volver a la competición doce meses antes, pudo armar su primer y único equipo. En él estaba claro que, eliminada la parte de la plantilla que optó por Contador y su Astana, iba a estar Markel, aquel ciclista con el que tuvieron un sufrimiento común que marcaría sus carreras. En la estructura configurada entonces estuvo hasta su retirada en 2019, donde colgó la bici tras la Clásica de San Sebastián. Un honor poder retirarse en su tierra.
Y lo hizo además con veintiuna grandes vueltas disputadas, diecinueve de ellas finalizadas entre Giro, Tour y Vuelta.
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