Cada primavera que el pelotón se acerca a las clásicas más míticas y duras del calendario, el aficionado español se acuerda de lo que acompañaba la presencia de Flecha en dichas carreras. No porque las batallas entre el ramillete de favoritos no fueran atractivas de por sí. Sino porque le daba ese plus con sus opciones al podio y, por qué no, a dar la sorpresa.
Una vez dejó de lado su época en Banesto y sus pinitos con las grandes vueltas, Juan Antonio encontró su lugar en el pelotón. Que no era otro que pelear contra las piedras, los rivales y el infortunio. Siempre estaba ahí, siempre peleando contra bestias que son ya leyenda de este deporte. Él también por estar con la caña preparada e incluso intentar pescar con las manos en un río tan salvaje como éste.
No fue sencillo. En los infiernos del pavés el lugar se gana con los años y la consistencia para competir en ellos se merece con la acumulación de arrugas en el rostro y el endurecimiento de la piel. Así fue con Flecha, que se ganó el respeto de un pelotón que terminó por considerarle uno de los capos en estos terrenos. Cancellara, Boonen, Vanmarcke, Ballan y un sinfín de duros rivales fueron su compañía en estas pruebas en las que los kilómetros y las horas pasan despacio, aunque de forma irremediable.
Aunque prensa y aficionados valoraron a Flecha durante su carrera, no ha sido hasta que ya no galopa sobre el adoquín cuando más se le echa en falta. Imanol Erviti ha tomado temporalmente el relevo y la bandera de representar esa orfandad. Aunque sin embargo sin llegar a las cotas del catalán, que actualmente ha variado su profesión hacia las transmisiones televisivas, convirtiéndose más si cabe en una mayor referencia.
¿Cuánto tiempo pasará hasta que otro español sea capaz de mirar a los ojos a bestias como van der Poel, Van Aert y toda esta pléyade de clasicómanos de primer nivel que han surgido? No será fácil. No será igual. La huella dejada por el ‘arquero’ será prolongada. Una huella construida sobre la dureza de un carácter implacable que le ha llevado a pocas victorias, pero muy disfrutadas. Una de ellas, por ejemplo, se produjo entre la nieve en la media montaña de la Vuelta a la Comunidad Valenciana. Otra en el Tour, donde las flechas llegaron al corazón del espectador, a los que gustaba ver un ciclista tan combativo en carrera.
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