Hay personas que buscan su lugar por años, sin suerte. Un periodo de confusión donde el avance suele parecerse a las barcas de un solo remo. En cambio, cuando alguien sabe cuál es su destino y acepta que tiene que ser así, obtiene mejores réditos, no está fuera de situación, sino en el preciso momento y en el tiempo adecuado. En definitiva, David López tuvo una gran virtud: decidir ser gregario de grandes proyectos.
Su salto de Cafés Baqué a Euskaltel le supuso un salto de calidad a las mejores carreras del mundo. Ese trampolín le ha aportado también algún beneficio individual, como las victorias de etapa en la Vuelta España de 2010 o en la Vuelta Alemanía de 2007. Ambas bajo el paraguas de Caisse d’Epargne, el actual Movistar, patrocinador bajo el que también fue uno de los hombres destacados en esas labores de equipo.
Con la irrupción de Sky en la élite del ciclismo mundial, su máxima comenzó a ser arropar a sus líderes con hombres fuertes en la alta montaña, precisamente donde López era un auténtico seguro. De ese modo se encaramó a una estructura que le dio mucha presencia en las grandes pruebas por etapas y donde un pedazo de cada triunfo de sus líderes (sobre todo, Froome) tiene un rincón donde incluir su nombre y apellidos: David López García.
Retirado en 2018, sus últimos compases llegaron de una forma un tanto injusta y poco cordial hacia una trayectoria impecable de cuidado de sus líderes. Sky decidió no renovar su contrato y el vizcaíno tomó la determinación de colgar la bicicleta tras nada menos que dieciséis temporadas en la élite. Un agridulce trago que no empañará lo que tan bien hizo durante tanto tiempo. Un gregario de lujo que ha salvado de serios atolladeros a muchos ciclistas.
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