Arrate, la magia de la Itzulia y del ciclismo vasco

Éibar huele a ciclismo. Arrate también. Además de un sólido equipo de fútbol, la ciudad del Bajo Deba es una referencia del ciclismo vasco pese a encontrarse bien oculto entre montañas y profundos valles que la arquitectura ha conseguido salvar. No sólo es un santuario que da nombre a la subida. Sino que lo es del ciclismo profesional, amateur y cicloturista, campos en los que todos lo conocen.

La Subida a Arrate se comenzó a celebrar en el lejano 1941. Su constante relación con los ciclistas de primer nivel y las carreras en las que éstos buscaban la gloria y engordar un ya de por sí amplio palmarés ha hecho de esta ascensión un auténtico mito. Si le añadimos la gran afición a la bicicleta en toda la comarca, tendremos uno de los santuarios del ciclismo vasco. Con unos cicloturistas que ansían sentir la misma experiencia que sus ídolos, sus sufrimientos y éxitos. Y con ello revivir en cada rampa los ataques y desfallecimientos que han podido disfrutar desde la cuneta o al otro lado del televisor.

Grandes escaladores como el eterno Federico Martín Bahamontes se han inscrito en la cima de Arrate. El ‘Águila’ fue el recordman de la antigua Subida con cinco títulos consecutivos y en batalla algunos de ellos con su némesis Jesús Loroño, Julio Jiménez, también en duelo con el toledano ganador de un Tour. El mítico Poulidor, el inagotable Ocaña en uno de sus años mágicos o el a la postre exitoso Stephen Roche han adornado un palmarés que envidian muchas otras pruebas de primer nivel.

En 1987 la Subida pasaría a formar parte de una prueba por etapas conocida como la Bicicleta Eibarresa, que posteriormente sería conocida como la Euskal Bizikleta (Bicicleta Vasca). Arrate seguiría presente en cada edición y sumaría ganadores de leyenda en cada edición. Nombres como Induráin, Bugno, Olano, Berzin, Heras o Ugrumov consolidaron en estas rampas sus victorias finales en la carrera. Posteriormente, con la desaparición de la prueba, pasaría a fusionarse con la Itzulia (Vuelta al País Vasco). Se ha convertido en una llegada de etapa clásica, punto decisivo y necesario para conquistar la preciada txapela.

El final clásico por Usartza ha visto de todo. Desde cambios de líder inesperados a exhibiciones portentosas como las de Alberto Contador o la más reciente de Primoz Roglič. Unas rampas que, pese a no ser las más duras de la zona, regalan momentos que forman parte de los highlights de cada temporada. Y que marcan el devenir de una carrera tan prestigiosa como peleada por los mejores corredores del momento.

En las últimas ediciones se ha intentado buscar nuevos alicientes. Como las diferentes subidas al santuario por vertientes mucho más breves en longitud y mucho más intensas en rampas. En esa búsqueda del más difícil todavía se ha visto con éxito cómo los diferentes pasos por las laderas de esta preciosa montaña han ofrecido espectáculos impagables a los tantos y tantos aficionados que se daban cita. Carreras rotas desde bien lejos, ciclismo para soñar.

Una afición que además se traslada en masa, y no sólo desde la comarca, sino desde todo País Vasco y lugares limítrofes. Una fiesta del ciclismo en el que el respeto y la deportividad brillan por igual. Pero no sólo del ciclismo profesional vive esta cima, que es de las más transitadas por los cicloturistas, como demuestran los datos de cualquier editor de rutas o cualquier visita a esta montaña mágica. La belleza de las vistas y la ascensión hace que, combinándola con otros puertos de la zona como Trabakua, Ixua, Karabieta y muchos otros, sea un reclamo excepcional para los amantes de la bicicleta. Los mejores tiempos, por cierto, son para Valverde y Pogačar, casi empatados a tiempo.

Fotos: PC