Demi Vollering es la reina de 2023

Demi Vollering gana el Tour de Francia. Es el mes de julio, la última semana, el año 2023. La bandera de Países Bajos parece una hoja perenne en lo alto del podio de las Grandes Vueltas. Desde que en 2020 la alemana Lisa Brennauer se llevase la versión beta de la Vuelta femenina, ninguna grande ha recaído en otro país, en ciclistas que aporten otra bandera junto a su nombre. La anterior fue la estadounidense Megan Guarnier, en el lejanísimo 2016. Van den Breggen y Van Vleuten habían tiranizado entre medias el ciclismo femenino, y lo habían alzado a cotas históricas.

También puesto muy complicado a aquellas ciclistas que quisieran meter el cuello en el estrechísimo pasillo que dejaban entre ellas hacia el éxito. La retirada de Anna hizo que su gran rival copara todos los podios que quisiese. Lo mismo ha sucedido con la ciclista que estaba prevista en el relevo. En cuanto Van Vleuten ha mostrado una cara menos arrolladora, Vollering ha terminado con su reinado. Para ponerse la corona de la reina derrotada y comenzar su propia tiranía.

Esta tiranía está ejercida no sólo por una ciclista de este calibre, sino su equipo, el SD Worx que ha alzado hasta el Campeonato del Mundo a la belga Lotte Kopecky, y que también ha aupado a la suiza Reusser a ser una corredora a temer. Entre las tres y alguna otra como Lorena Wiebes, en facetas distintas, han copado los podios desde principio de año. El 2023 no tiene otro nombre. Al sprint, en las pruebas de un día, en la crono o en la montaña.

Todos los terrenos llevan su sello, el del mejor equipo del mundo en estos momentos. Miek cedió en el Tour lo que no concedió en la Vuelta. Allí Vollering dejó un resquicio al desastre y el desastre, que es líquido, se coló en su casa. Perdió la oportunidad de dar un golpe en la mesa que hubiese anticipado la caída de la monarca de Movistar.

El golpe esperó, tuvo que esperar mucho. Hablamos de una ciclista de 40 años cumplidos. Más que un reinado, ha parecido un régimen de dinastías. Vollering tuvo que remar y creer, aunque por el camino hubiese dejado de creer. Era cuestión de persistencia, de estadística. Cuando el fruto caiga, lo recogeré yo, y nadie más. Mucho tiempo siendo la segunda, la que en todas las fotos todo el mundo recortaba a la hora de ilustrar crónicas. Un nombre que se mencionaba al final de los artículos que protagonizaba Van Vleuten.

Ese papel de eterna aspirante le hacía un poco cara del clásico político que pierde elección tras elección y persevera. El paso del tiempo suele imponer la lógica, y aquí la lógica era que la neerlandesa dominase el mundo una vez la anterior dominadora hincase la rodilla en la tierra o se retirase. Aún tenía miedo la lideresa del SD Worx, aún tenía dudas, las que ella misma se provocó con la derrota infantil en la Vuelta.

La tirana que aún estaba en el trono venía de ganar un Giro Donne en el que Vollering había declinado participar. Mejor ahorrar fuerzas para darle a la campeona del mundo el último espadazo. Ha tenido la suerte de poder derrotar a su gran rival en activo. La sensación que le hubiese quedado de no haber sido así es que Van Vleuten era invencible y sólo retirándose dejó que su relevo se hiciese realidad.

Vollering no dejó pasar la oportunidad esta vez y ante una foto bastante similar a las vistas en los Lagos de Covadonga u otras escenas en su carrera, la mirada al lado para comprobar que su gran rival no está, o la mirada al espejo retrovisor para comprobar que no se ha repuesto de la derrota. Porque no hubiese sido la primera vez que Van Vleuten fuese dada por derrotada y Vollering hubiese tenido que ceder de nuevo, recibiendo un duro golpe por no haber conseguido un objetivo tan próximo.

Como no hay una forma de derrotar a una campeona invencible, la fórmula elegida fue dejar que el desgaste se hiciese su amigo para que el Giro madurase las piernas al tiempo que el frescor entrase en las suyas. En ocho días de competición como los del Tour Femmes no había mucho lugar para ganar la carrera antes de los dos últimos días. Sí que había lugar para perderlo. Era importante que la mala suerte que suele acompañar a aquellos y aquellas que se enfrentan a campeones/as era el enemigo a batir.

Su compañera Lotte Kopecky triunfó de entrada, con Wieves rematando una actuación soberbia del SD Worx, que se llevó el 50% de las etapas y el 66% del podio final. Vollering se coronó en Pau, tras el Tourmalet. Tras tanto y tanto sacrificio. Tras haber podido rendirse y no hacerlo. Por eso las lágrimas que esta vez no eran de rabia por perder lo que tenía en la mano, sino satisfacción por haber confiado en el camino, por haber perseverado en la idea de que ella, algún día, podía ser lo que sus predecesoras fueron.

A su manera, en un ciclismo femenino cada vez más mediático, Demi hizo mojar sus largas pestañas de lágrimas de alegría, por fin. Costó muchos años en los que era mencionada por los futurólogos como el futuro del ciclismo femenino internacional. Después de muchas decepciones, cerró un año soberbio, repleto de victorias de clase e incluso con el éxito de que la polémica y los errores no se llevaran por delante el éxito que estaba por venir.

Y menos mal, porque imaginemos un Tour de Francia en el que la segunda ciclista más fuerte, que era Kopecky y estaba en su equipo, recordase ese sprint a traición por la Strade Bianchi que rompió el orden en su equipo. Una guerra que hubiese perdido antes de empezar, ganándose una poderosa enemiga. Por suerte para Demi, la sangre no llegó al río y Lotte, por desgracia, ha estado con la cabeza en otros lugares que no eran las riñas con sus compañeras de equipo.

Para ella también ha habido premio, con el Campeonato del Mundo en Glasgow descansando sobre sus espaldas y el segundo puesto del Tour que la mete de lleno en la lucha por el podio de las mejores del año. Ganar Vuelta y Giro permite a Van Vleuten conservar esa segunda plaza honorífica, pero la primera debe ser para Demi Vollering, quien ha conquistado la cima del ciclismo femenino por derecho propio. Quien con su suma al palmarés del Tour Femmes ha contribuido a darle un empujón a la historia. Como quien ata un diente a la puerta para no ir al dentista.

En caso de haber fallado en esa misión de por fin subir a la cima de la montaña, no se debe dudar de que Annemiek se hubiese pensado seguir un año más. Observar que el relevo está listo para ejercer la presidencia del mundo ha impedido la remota e hipotética y feliz idea de continuar un año más. Como no ha sido así, Vollering parece que tiene el campo abierto para sí, sin rival alguna que se muestre en su camino capaz de derrotarla a ella ni a su equipo. Aunque cuando se abre hueco, se ocupa, en todos los ámbitos de la vida. Que no se duerma, que el papel de oposición cobrará vida tarde o temprano.

Fotos: ASO / Maheux