Ouagadougou, 5 de noviembre de 2023. Sobre un modesto y desgastado podio de madera, posiblemente el mismo que se usa desde hace más de 30 años, un joven sonríe ante los aplausos de una multitud ensordecedora en el Boulevard Thomas Sankara, antigua Avenida de Charles de Gaulle en la época colonial, en el centro de Ouaga, como llaman los lugareños a la capital de Burkina Faso. Paul Daumont acaba de adquirir el rango de héroe nacional con su victoria en la general de la que hasta hace menos de una década fuera la vuelta ciclista más importante de África. Aparecen en escena en la línea de meta una docena de militares armados hasta las cejas.
Se dirigen al podio y uno de ellos sube a saludar al ganador. Es el capitán Ibrahim Traoré. Presidente interino, jefe de estado desde el golpe de estado de septiembre de 2022, escoltado por una docena de militares armados. Esto parece más el día de las Fuerzas Armadas de Burkina que una celebración deportiva. El detalle es claro: Traoré entrega el trofeo a Daumont, pero es el ciclista quien aplaude al militar y no a la inversa. Los alrededor de 35 grados de temperatura no desaniman a ningún aficionado burkinabè. Hoy han venido a celebrar algo más que una victoria ciclista. Esto es una fiesta, la gente de todas las edades ha venido a la línea de meta a divertirse, a «desfasar» como decíamos en mis tiempos mozos.
Cuando mi jefe, Jorge Matesanz, me propuso escribir en Le Puncheur de cara a la temporada 2024, acepté con una sola condición: poder hacer las crónicas de las pruebas del UCI Africa Tour. Las razones no sé si le convencieron demasiado: casi ningún medio especializado va a cubrirlas y no me va a llevar mucho trabajo, precisamente porque el calendario ciclista africano se ha reducido bastante en los últimos años. De hecho, en enero tendría que estar escribiendo sobre La Tropicale Amisssa Bongo 2.1.
Pero un golpe de estado militar en Gabón el pasado agosto que ha derrocado a la familia Bongo tras 57 años en el poder ha supuesto la cancelación indefinida de una de las principales vueltas por etapas africanas, la de mayor categoría UCI junto al Tour du Rwanda. Por eso decidí volver a los orígenes, al Tour du Faso, la prueba que inició mi pasión por el ciclismo en África y que, pese a disputarse hace más de dos meses, es oficialmente la primera carrera del UCI Africa Tour 2024.

Recuerdo que hace veinte años seguía con frecuencia los artículos y fotografías que publicaba ASO (Amaury Sport Organisation) sobre una carrera que siempre ha tenido un gran potencial audiovisual, pero poco queda en la red de aquellos «años ASO» (2001-2008) en los que el Tour du Faso creció sin parar y utilizaba incluso el «merchandising» amarillo y leonino de la Grande Boucle, antes de que la empresa francesa se retirase porque era una prueba siempre deficitaria en sus cuentas anuales y que le generaba más quebraderos de cabeza que satisfacciones. Tenemos, eso sí, muchos documentales y artículos sobre todos estos años, siempre ha sido una carrera que «quedaba bien en pantalla» y también inspiraba relatos épicos.
En la última edición, no hay ni rastro de los maravillosos resúmenes que suele ofrecer TV5 Monde Afrique, muestra evidente del veto de los medios franceses, y también es escasísima la repercusión en otros medios internacionales. La Fédération Burkinabè de Cyclisme que organiza la prueba ha publicado cierta información oficial, a cuentagotas, con vídeos de escasa calidad, clasificaciones incompletas o desactualizadas (¡menudo desfase!), mucha propaganda gubernamental más que otra cosa y sin preocuparse demasiado por la difusión. No me ha quedado más remedio que actualizar mi francés para ver la televisión de Burkina, BF1, y leer las crónicas de periódicos del país.
En cualquier caso, en esta vuelta africana por etapas hay cierta sensación de desfase, pero en el sentido de la RAE de desfasar: «no adaptarse a las circunstancias, las corrientes o las costumbres de determinado momento.» Mi sensación es que la historia del Tour du Faso, la misma cada año, ya ha sido contada una y otra vez, desde la primera edición de 1987. Cambian algunos personajes, pero no lo esencial. Un pelotón de ciclistas con maillots especialmente coloridos donde predominan los símbolos panafricanos (el rojo, el verde y el amarillo en distintas combinaciones en cada selección nacional). Entre 1100 y 1400 kilómetros con idas y vueltas a las escasas carreteras del país, todas prácticamente rectas, todas básicamente llanas, aunque llenas de «nidos de pollos» («nids-de-poule«), a veces verdaderos pozos («puits«), palabras para los baches o socavones en francés.
Polvorientos y vistosos tramos de tierra, mucho antes de que empezáramos a hablar de «sterrato.» Calor extremo. Mucho calor. Un calor que iguala algo más otro desfase, el deportivo, entre la equipación y la preparación de unos y de otros, de africanos y europeos. Cunetas llenas de lugareños, pueblos enteros con sus niños y mayores deseosos de sentir que por una vez algo pasa en sus ciudades y aldeas, no solo en la capital. Entregas de premios con un «speaker» espídico, animada música en directo y casi los mismos patrocinadores locales cada año: la lotería nacional Lonab, la cerveza Castel, el banco BCB, el agua mineral Lafi, la textil SOFITEX, las empresas del Groupe Fadoul… Sí se echa en falta la fábrica de bicicletas y motos Peugeot-SIFA (Société industrielle du Faso), cerrada en 2009.
Por cierto, en Argentina y Uruguay, coloquialmente un faso es un cigarrillo. ¿Se nota demasiado que toda esta introducción es una cortina de humo porque tengo poco que contar sobre el Tour du Faso 2023? ¡Vayamos con la crónica! Entre el 27 de octubre y el 5 de noviembre de 2023 se han disputado las diez etapas del Tour du Faso 2023, con un recorrido muy similar al de otros años, no está la situación en el país como para ponerse a innovar. Siempre más de la mitad de las etapas tienen origen y/o final en Ouagadougou por razones logísticas: no hay muchos kilómetros debidamente asfaltados ni alojamientos suficientes para toda la caravana fuera de la capital, aunque esto último se sustituye por campamentos «bivouac» en algunas etapas. Las jornadas tampoco son muy largas, entre 75 y 140 kilómetros este año.

Solamente 71 ciclistas (38 de ellos debutantes en el Tour) se presentaron en la salida: tres selecciones del anfitrión Burkina Faso (Equipe nationale, Régionale du Centre y Régionale de l’Ouest), siete selecciones modestas de la zona (Camerún, Costa de Marfil, Ghana, Benin, Mali, Togo y Níger), la selección de Marruecos y un único equipo europeo, un club amateur de Bélgica bajo el nombre de «Flanders» (¡hola, holita, Ned!) dirigido por el belga Herman Beysens y con el patrocinio de Thielemans & Co, una marca de puertas y ventanas de aluminio de Merchtem, en el Brabante Flamenco. Se esperaba también que acudieran otras selecciones potentes como Ruanda y Argelia y más clubes amateur europeos, pero, por diferentes motivos, este fue el reducido pelotón de partida.
Ni rastro tampoco de los dos principales equipos UCI continentales de África, el Sidi Ali Unlock de Marruecos y el BAI-Sicasal de Angola. Entre los favoritos se encontraban por supuesto los marroquíes (sobre todo con Achraf Ed Doghmy y Adil El Arbaoui), los belgas (encabezados por Rutger Wouters y con el veteranísimo Guy Smet, 51 años, ganador en 2008, como jefe de ruta), algunos habituales de las selecciones vecinas (los cameruneses Clovis Kamzong y Arture-Jodele Tella o los marfileños Abou Sanogo y Isiaka Cissé) y, sobre todo, los ciclistas burkineses (liderados por Paul Daumont, acompañado por otros 17 compatriotas, entre ellos otro veterano, Harouna Ilboudo, ganador en 2016).
En las diez etapas de la 34ª edición, la de 2023, ha habido ataques y pelea por ganar cada día alguno de los tres sprints intermedios o «point chauds.” Trop chaud! Por calor no será, como decimos, aunque sea la época del año de temperaturas más suaves en el país, tan solo entre 35º y 40º. No hemos visto esa misma lucha por ganar la clasificación de la montaña, simplemente porque no existe: este terreno plano no da para poner más pancartas al sol. De cualquier forma, es una prueba que se corre siempre con tensión, por los habituales pinchazos y caídas.
Hemos tenido un final similar casi en cada etapa, como si el guion se repitiese o estuviese escrito a priori. El interés de casi todos los equipos por un final al sprint, ha permitido las 5 victorias para Burkina (las 5 para Paul Daumont), tres para Marruecos (una para El Arbaoui y dos para el 3º en la general, Ed Doghmy) y una para el belga Rutger Wouters, que fue líder un día y 2º en la general final. Solamente en la novena etapa triunfó una escapada con hombres que no contaban para la general y la victoria del ciclista local Boureima Nana. La general individual y el prestigioso maillot verde de los puntos, sin discusión, para Paul Daumont, que ha peleado todas las bonificaciones.
Uno de los más combativos, el camerunés Rodrigue-Eric Kuere Nounawe, logró el maillot rosa de los sprints intermedios. Marruecos, además de tres victorias parciales, ganó la clasificación por equipos. Y hasta aquí mi crónica. Dos párrafos son aparentemente suficientes para contar lo que ha sido esta edición 2023. Todo muy previsible, quizá demasiado, como si estuviese casi pactado en un guion previo el protagonismo que iba a tener cada equipo. ¿Y si, en cierta medida, lo estaba? Vayamos para atrás unos cuantos años.
El Tour du Faso siempre fue una competición ligada a la política, desde su primera edición e incluso antes. En agosto de 1987, se celebró una primera edición auspiciada por el gobierno del revolucionario Thomas Sankara, conocido como el «Ché Guevara africano.» En un discurso de 1986, Sankara regaló una de sus citas más conocidas: «Soy como un ciclista que sube una cuesta empinada que tiene precipicios a izquierda y derecha. Está obligado a seguir pedaleando, si no quiere caerse.» Sankara fue quien sustituyó el nombre colonial del país dado por Francia, República del Alto Volta, por el actual, Burkina Faso, que significa «patria de los hombres íntegros (o incorruptibles).»
El polifacético líder revolucionario compuso igualmente la letra del himno nacional vigente, que incluye las siguientes estrofas, muy aclaratorias: «Contra la esclavitud humillante de mil años, la codicia venida de lejos para someter centenares de años, contra la maldad cínica metamorfoseada en el neocolonialismo y sus pequeños agentes locales, muchos flaquearon y algunos resistieron. Pero los fracasos, los éxitos, el sudor, la sangre han fortalecido a nuestro pueblo valiente y fertilizado su lucha heroica (…). Una sola noche ha unido a nuestro pueblo con todos los pueblos del mundo en la conquista de la libertad y el progreso. ¡Patria o Muerte, Venceremos!» Sankara quería crear una identidad nacional, unir los intereses de otros países de la zona y alejarse del control de Francia en esta zona de oeste de África. Porque para Sankara ya era hora de apartar al «hombre blanco» del poder.
Para defender estas premisas, también necesitaban la participación de equipos europeos. La Unión Soviética apoyó a Sankara en 1987 mandando a su selección júnior suplente (con los ucranianos Igor Lyushenko y Sergei Savinotchkine, el estonio Oleg Vassiljev y el kazajo Evgueni Moskalev). A pesar de que técnicamente eran un equipo «amateur», los «rusos no rusos» arrasaron, con 7 victorias en 10 etapas y la general final para Lyushenko. El mensaje internacional comunista duró bien poco, puesto que el 15 de octubre de ese mismo año Sankara era asesinado en un magnicidio en el que participó su mano derecha, Blaise Compaoré, otro militar que asumiría el poder entre 1987 y 2014.

Compaoré mantuvo formalmente, es decir, solo «sobre el papel», la mayoría de los elementos de Sankara (himno, despliegue y demás parafernalia). En lugar de suprimirlo, hizo crecer al Tour du Faso, una potente herramienta de propaganda de las bondades de su régimen. En cualquier caso, le dio un giro considerable. Los soviéticos no volvieron y la carrera buscó acercarse a Europa y, por supuesto a Francia. Compaoré convirtió el Tour du Faso en los «10 días de oro» en los que los burkineses peleaban «de tú a tú» con ciclistas europeos… y, en numerosas ocasiones, les conseguían ganar. Se estableció una relación complicada entre la necesidad nacional de lograr triunfos deportivos y los intereses de los equipos internacionales invitados. ¿Y a qué vienen estos equipos de fuera al Tour du Faso?
Los países cercanos de la zona (Costa de Marfil, Mali, Níger, Camerún, Senegal, Guinea, Ghana, Benin, Togo, principalmente), con un nivel nunca superior al de Burkina, suelen acudir como comparsas, para evidenciar la unión y fraternidad con el país organizador. Nunca uno de estos países ha ganado una general final en el Tour du Faso, si exceptuamos al marfileño Issiaka Cissé, que logró su título en 2013 por la descalificación por dopaje del burkinés Abdoul-Aziz Nikiéma.
Otros países africanos más potentes en ciclismo (Marruecos, Argelia, Egipto, Libia, Sudáfrica, Eritrea, Angola, Ruanda, Egipto) han tenido una participación más intermitente, muchas veces a causa de problemas administrativos o burocráticos para acudir. Sobre todo, con marroquíes, argelinos y egipcios hay la sensación de que no han sido muy bien recibidos en algunas ediciones, tal vez porque se adaptaban muy bien al terreno plano y dejaban muchas veces en evidencia a los ciclistas burkineses, saltándose las «reglas de juego» no escritas, tradiciones como la habitual de dejar ganar a un ciclista del país anfitrión en la etapa final en Ouga.
Otras potencias en ciclismo como Eritrea o Ruanda apenas han participado en alguna edición puntual del Tour du Faso, posiblemente porque no encontraban demasiado atractivo en una carrera tan calurosa y plana como esta, ajena a su perfil ciclista generalmente más escalador. Las complicadas relaciones internacionales también han condicionado mucho la presencia de unos u otros equipos, muchas veces anunciados en la lista provisional de participantes (como Argelia y Ruanda este año) y finalmente ausentes en la línea de partida.
Los equipos europeos amateur (de Francia, Bélgica, Holanda y Alemania, sobre todo, y más puntualmente otros de Eslovaquia, Suiza, Italia o, incluso, de España) vienen a disfrutar de la aventura, participar en una prueba internacional oficial y, en general, para asumir su papel de enemigo, de «rival colonial» al que vencer como sea y con el que nunca se podía colaborar. Se les presenta ante el público como selecciones nacionales sin serlo, porque Burkina Faso necesitaba competir contra Francia o Bélgica, contra los sucesores de Hinault o Merckx, no contra un grupo de aficionados al ciclismo patrocinados por algún negocio europeo local. Algunos de estos ciclistas han buscado en África un éxito en una carrera UCI que pudiera abrirles las puertas de un equipo profesional o aumentar sus posibilidades de participar en mundiales o Juegos Olímpicos.
Muchos de ellos suelen aprovechar para compartir material ciclista menos desfasado con los participantes africanos e incluso para llevar a cabo proyectos solidarios, como los pozos de agua construidos en el país gracias a la financiación del equipo de Flandes. Cuando los lugareños les aplauden y gritan desde las cunetas «Allez les toubabs!» (les toubabs son los blancos en la lengua wolof, una de las que se habla en el país), más de uno se siente por un día el campeón del Tour de Francia. Y no podemos culpar a ninguno de ellos por disfrutar de su minuto de gloria, del orgullo que produce una experiencia como esta, a muchos kilómetros de su casa, donde la mayoría apenas sería capaz de ganar ni a su grupeta cuando está en juego quién paga las cañas de después de una salida.
El Tour du Faso vivió su esplendor más mediático a finales de los años 90 y principios de los años 2000 con varios documentales rodados por europeos. La participación de ASO en la organización y la presencia en el país de referentes como Bernard Hinault hacía pensar que el Tour du Faso no pararía de crecer, que se convertiría más pronto que tarde en el Tour de Francia africano, como se conocía popularmente. Sin embargo, desde la salida de los organizadores que se encargan también, entre otras pruebas, del Tour de Francia y del Dakar, a partir de 2009, la que fuese principal vuelta por etapas africana no ha levantado cabeza.
Tres ediciones no han podido disputarse: las de 2014 y 2020 por motivos sanitarios (pandemias de ébola y coronavirus COVID-19, respectivamente) y la de 2022 por motivos de seguridad. La democracia llegó por primera vez al país en 2015, con un nuevo presidente electo, Kaboré, pero precisamente entonces comenzaron los atentados, sobre todo yihadistas, como el producido en enero de 2016 en el Splendid Hotel de Ouaga que pocas semanas antes había alojado, como cada año, a muchos de los equipos ciclistas europeos. En 2022 se produjeron dos golpes de estado y se volvió al régimen militar, primero con Paul-Henri Sandaogo Damiba a la cabeza y finalmente con Ibrahim Traoré, el militar al que aplauden en el podio de este Tour du Faso 2023.
Curiosamente, gran parte de la población ha apoyado estos golpes porque confiaban en volver a ser un país tranquilo y pacífico, sin terrorismo, aunque el precio fuera no tener democracia y romper relaciones con Francia. Por eso en 2023 en el Tour du Faso no tenemos ni rastro de los habituales equipos regionales franceses amateur, los más fieles cada año. También un detalle sobre cómo han cambiado las relaciones internacionales en los últimos tiempos: la embajada de Estados Unidos patrocina el maillot de mejor joven, ganado por el burkinés Sauturnin Yameogo.
En la edición de 2023, los actos y las declaraciones de los protagonistas en los medios nacionales nos hacen tener claro cuál es la finalidad de los organizadores. Despliegue de poderío militar y de una supuesta estabilidad y seguridad que aún no es tal. El Tour du Faso tiene un nombre oficial un pelín más largo: «34ème Tour Cycliste International du Faso 2023 Sous le Très Haut Patronage de Son Excellence le Capitaine Ibrahim TRAORE, Président de la Transition, Chef de l’Etat.» Y, aunque no os lo creáis, tengo pruebas gráficas de que todo eso cabe en una pancarta que aclara que el Tour du Faso de este año se celebra gracias al «capitanísimo.»
Otro detalle de que el Tour du Faso ha cambiado es que desde hace varias ediciones ha perdido presencia la autoridad moral del emperador mossi, el Mogho Naaba, descendiente del legendario fundador Ouédraogo. Gran aficionado al ciclismo, el Mogho Naaba actual, Baongo II, ha financiado él mismo en diferentes ocasiones la compra de bicicletas al equipo nacional y hacía una de sus pocas apariciones públicas en este final del Tour du Faso en el centro de Ouga.
Ahora se limita a recibir al equipo unos días antes de la primera etapa para hacerse una foto grupal y desearles suerte. No está el horno para bollos: el pasado julio hubo un intento organizado de quemar el palacio del Mogho Naaba que ha sido condenado por el gobierno actual, pero que se asemejaba demasiado a los ataques que meses antes sufrieron la embajada francesa y otros centros culturales galos en el país. Hace pocas semanas los medios también publicaban que el francés dejará de ser lengua oficial en Burkina.

El director del equipo local de Flandes, Herman Beysens, el único club amateur europeo en el Tour du Faso 2023 (ni rastro de los franceses, como decimos) declaró tras las primeras etapas que no iban a pelear la clasificación general, solo las victorias de etapa, aunque al final solo se han llevado una.
De entre las declaraciones de los ciclistas del equipo flamenco, la prensa burkinabè resalta aquellas que alagan el buen hacer de los organizadores, como estas palabras del líder Rutger Wouters, que ha logrado más de 20 victorias este año en «kermesses» y pruebas de un día en Bélgica este año, con mucho más nivel que el Tour du Faso, y en Burkina ha ganado una sola y quedado 2º en la general final: «En Bélgica, nos dicen que Burkina es peligroso, que no hay seguridad. Pero nosotros hemos venido y constatado que eso es totalmente falso. Se vive muy bien en Burkina.«
Sin embargo, el Servicio de Asuntos Extranjeros del Reino de Bélgica ofrece una información muy diferente a los viajeros belgas: «No se recomienda viajar a Burkina Faso. Tras el golpe de Estado del 30 de septiembre de 2022, es necesaria una mayor vigilancia en las ciudades de Uagadugú y Bobo Dioulasso. Las fuerzas de defensa y de seguridad, las ONG, los empresarios, pero también muchos civiles, son objetivos de acciones terroristas cada vez más frecuentes en todo el país. El riesgo de secuestro es muy alto.«
Sorprende por otro lado, que la selección de Marruecos, con varios hombres rápidos, se vaya con «solo» tres victorias de Burkina, cuando previamente Ed Doghmy o El Arbaoui habían mostrado ser bastante mejores al sprint que Daumont en otras competiciones; o Daumont estaba en la forma de su vida y los marroquíes cansados de una larga temporada, o estos últimos también estaban conformes con su victoria final en la clasificación por equipos y en varias etapas.
Lo que no es lógico es que el apellido Daumont haya aparecido casi cada día por delante de los seis apellidos marroquís. En condiciones normales, como ocurrió este año en el Tour du Sahel en Mauritania, lo lógico era que la selección de Marruecos arrasase este año y, ante la ausencia de Argelia y de clubes europeos, venciera al sprint a la inmensa mayoría de ciclistas subsaharianos. Hoy en día, el nivel del ciclismo de Marruecos o Argelia está muy por encima del de los países del oeste de África.
El director de la modesta selección de Níger, Amadou Souley Issoufou, se mostraba entusiasmado con la victoria local: «Si Paul Daumont gana, es la Alianza de Estados del Sahel (AES) quien gana.» También el director de Mali, Drissa Koné, era un aliado: «El premio AES del Tour du Faso es una buena iniciativa del presidente Ibrahim Traoré». Y es que Traoré se inventó una clasificación AES con 100.000 francos CFA diarios de premio (150 euros) al mejor ciclista de cada uno de los tres países de esta alianza de países en los que hay un gobierno militar golpista (Níger, Mali y Burkina Faso), con lo que había hasta 5 equipos (los 3 locales más los dos vecinos), 30 ciclistas, casi la mitad del pelotón, dispuestos a trabajar para Daumont…
Puede parecer poco dinero, pero esa cifra casi triplica el salario mensual en estos países. Si a esto le sumamos la ausencia de equipos más potentes como Argelia o los habituales clubes europeos que esta vez no han viajado a Burkina, ¡muy mal se le tenía que dar al bueno de Paul para no ganar este año! Y eso que los medios son escasos, como habitualmente en Burkina: este verano, en el mundial de Glasgow 2023, Daumont mostraba sus manos manchadas arreglando en lo posible su bicicleta, que había usado desde 2017 y que ha cambiado por otra, que ya tocaba, de cara al Tour du Faso 2023.
Mediáticamente, la incontestable victoria de Paul Daumont es un triunfo del gobierno de transición de Burkina. Desde el podio, vestido de militar en un traje que nos recuerda al mítico equipo ciclista francés Armée de terre, el capitán Ibrahim Traoré, el organizador-benefactor, quería vendernos esta victoria como un «símbolo de resiliencia, abnegación y combatividad.» Traoré agradecía la participación de todos los equipos por su «solidaridad, amistad y fraternidad» hacia Burkina Faso. Y destacaba que los organizadores han logrado sacar adelante una prueba «exitosa y en condiciones de TOTAL seguridad.»
No tengo claro cuánto de verdad y cuánto de panfleto hay en estas declaraciones. Pero yo sí destacaría que la selección de Burkina, dirigida por Karim Yameogo, ha demostrado su unidad sin fisuras en este Tour du Faso. Hace años los europeos ponían en valor la fortaleza de los ciclistas burkineses y lamentaban que su falta de estrategia y trabajo en equipo les hiciera destacar menos de lo que merecían. En Burkina Faso hay gran rivalidad entre los clubes locales que son muchos. El L’Association Sportive Bessel del campeón nacional Daumont, l’A.J.C. de Koudougou que capitaneaba Mathias Sorgho, el RCK Rail Club du Kadiogo liderado por Souleymane Koné, el USFA de Bachirou Nikiema, l’A.S. Sonabel de Ouagadougou de Daouda Soulama, el Makafa Velo Club de Siniéna (Banfora) con Kanhaye Soulama…
En el calendario de pruebas locales y en los campeonatos nacionales todos quieren ganarse su sitio en la selección, que no deja de ser una amalgama de ciclistas que apenas tienen ocasiones para competir unidos. Solamente en el campeonato continental en febrero y en algunas vueltas por etapas. Este año en la Tropicale Amissa Bongo en enero, el Tour du Sahel en febrero, el Tour du Bénin en mayo, el Tour de Côte d’Ivoire en septiembre y el Grand Prix Chantal Biya en octubre.
En el Tour du Faso 2023 sí se han centrado en trabajar para Daumont, un único líder, el único que tenía alguna oportunidad de quedar por delante de belgas y marroquíes. Recuerdo aquí otra frase: «Levante su tinaja y alguien le ayudará a ponérsela sobre la cabeza» es un dicho popular en Lyélé, una de las lenguas del país. Sin duda a Paul no le han faltado manos para levantar los brazos como vencedor final este año.

No hay necesidad de una crónica mucho más amplia, basta con leer la prensa local y sus fotos y reseñas desde Ouga. Paul Daumont e Ibrahim Traoré representan, uno en lo deportivo y otro en lo militar, al héroe, a «le Capitaine des Étalons», al nuevo «príncipe Ouédraogo»: «el caballo semental», en francés y en lengua mossi, símbolo del escudo burkinés desde 1991. Con Sankara el escudo revolucionario era más gráfico, un una hoz y un fusil soviético AK45. Sin embargo, como veremos en la segunda parte de este artículo, a Traoré le ha salido el tiro por la culata. Daumont es quizá el «más francés de los burkineses«, probablemente uno de los ciclistas que peor puede ser portador del mensaje que nos quiere transmitir el gobierno militar del país de su alejamiento de la “madre colonial Francia.”
En torno al campeón, Daumont, se generan automáticamente expectativas elevadas. Sin embargo, tenemos muchos antecedentes de héroes burkineses que quedaron en el camino sin llegar al ciclismo profesional. Como el mítico Hamado Pafadnam en Café Baqué en 2002 o, más recientemente, Mathias Sorgho (que ganó el Tour du Faso 2018), y Souleymane Koné (3º en 2021), quienes probaron en 2022 en un equipo aficionado francés, el de Villeneuve Saint-Germain. El mismo Daumont pasó por otro equipo galo en 2022, el Occitane Cyclisme Formation OCF y yo no descartaría que en 2024 vuelva a algún equipo nacional en Francia.
Ningún burkinés ha llegado a un equipo profesional europeo, ni siquiera a uno semiprofesional de categoría UCI continental. En mayo de 2023, Bachirou «Castelot» Nikiema, maillot verde en el Tour du Faso en 2019, dejó plantada a su selección en Tour du Bénin, aparcando la bici para siempre para ganarse la vida en otros menesteres en Estados Unidos, como antes hicieron en 2016 los ex-campeones nacionales Hamidou Yameogo y Rasmané Ouedraogo.
Una historia muy similar a la de muchos ciclistas ruandeses que dejaron a un lado la pasión por el ciclismo y el patriotismo para emigrar, por más que el Tour du Rwanda y el futuro mundial de Kigali 2025 haya desbancado al Tour du Faso en los últimos años. Nada hay que reprochar a los exiliados: entre Patria o Muerte. Ante todo, detrás de cada ciclista hay una persona con la necesidad de buscarse y ganarse la vida. No hay mayor victoria personal que esa, aunque haya que saltarse otros principios para lograrla.
Comienza el UCI Africa Tour 2024 con un claro cambio en el orden en el continente. El ciclismo UCI en África ha crecido en los últimos veinte años mediatizado por la influencia y apoyo principalmente de Francia, aunque en el caso de Ruanda también cuentan con el apoyo económico en la sombra de estados como Qatar. Igualmente, Rusia ha dado en los últimos años pasos para apoyar a muchos países africanos como Burkina Faso en la retórica anticolonial. Lo que nos ha propuesto este Tour du Faso es algo distinto a las ediciones anteriores: un mensaje político-militar de que las cosas son diferentes ahora en una buena parte de los países africanos. Indirectamente, de una manera o de otra, está claro que toda esta situación política distinta que se ha desarrollado en los últimos años va a afectar al despegue o no del ciclismo en África.
Y hasta aquí la primera parte de mis crónicas desde el Tour du Faso. En la segunda, hablaré de algunas de las curiosas historias de algunos de los «hombres íntegros» (o no tan íntegros) que han protagonizado esta vuelta desde sus orígenes.
Foto: Tour du Fasso

Touriste-routier interesado por la historia y el salseo en bicicleta. Seguidor del ciclismo más modesto, global, diferente y, muchas veces, bizarro. Las «grandes vueltas» cada año para mí son el Tour du Rwanda y el Tour de Langkawi. Orgulloso colaborador de Le Puncheur y antes en High Cycling. En redes soy «Viktor Frankenaerts» o @cyclinggeo
Muy entretenido y curioso el artículo.
Estaría bien mencionar el paso de la selección de Burkina Fasso en la única participación en el mundial de ciclismo en 2006, además de la participación en los juegos de Tokio.
Muy buen artículo, para disfrutarlo de principio a fin aprendiendo del ciclismo más modesto con el estilo único de Alberto (@cyclinggeo), que nos atrapa en cada párrafo.