Giro 2024. Oropa, sueño o pesadilla

La carrera más dura del mundo en el país más hermoso no será realidad este año, ya que el Giro de Italia no será especialmente desafiante, al menos en comparación con otras ediciones. Sin embargo, la rica historia del Giro siempre ofrece la oportunidad de vivir momentos memorables y de hacer comparaciones, y en esta edición tampoco faltarán.

El Giro tendrá su primer gran momento en la subida final a Oropa, en la segunda etapa, aunque la primera también promete movimientos interesantes. El clímax será una etapa con doble ascenso al Monte Grappa, desde la dura vertiente de Semonzo, con final en Bassano del Grappa, rememorando el maravilloso Giro de 1974.

Main Courtyard
Santuario de Oropa – Main Courtyard

Oropa es una subida que ha aparecido seis veces en la historia del Giro, debutando en 1963 con la victoria de Vittorio Taccone. Sin embargo, en el imaginario colectivo se la recuerda por las ediciones de 1993 y 1999, a pesar de la actuación destacada de Dumoulin en 2017.

Cuando los ciclistas aborden las rampas de Oropa en la segunda etapa, puede que Pogacar lleve la maglia rosa y busque emular al último ciclista que la sostuvo en todas las etapas, Bugno en 1990. Para muchos, ese momento evocará recuerdos de aquella tarde de junio de 1993, cuando la temible Mecair Ballan de Argentin y Ugrumov pusieron en duda el reinado de Indurain.

El 12 de junio de 1993, la etapa se decidió con un grupo de escapados, con una sorprendente victoria de Ghirotto (el menos escalador del cuarteto que incluía a Maduas, Rondón y Giovanetti). Aunque el día anterior Indurain había destrozado a sus rivales, salvo Ugrumov que mantuvo la distancia por debajo del minuto, la etapa de Oropa fue un desafío inesperado. La dura aceleración de Argentin y los posteriores ataques de Ugrumov hicieron que Indurain sufriera como nunca antes. A unos 5 km de la meta, Ugrumov logró lo impensable: hacer ceder al líder.

Ugrumov se lanzó hacia la gloria, mientras que Indurain quedó atrás, superado por Chiapucci, Roche y Tonkov. El líder llegó a meta retorciéndose, 38 segundos detrás de Ugrumov, con el alivio de que el segundo Giro estaba asegurado.

Seis años después, el 30 de mayo de 1999, otra jornada memorable de ciclismo en Oropa. Aunque el Giro estaba en su ecuador, Marco Pantani, que había recuperado la maglia rosa el día anterior, parecía encaminado a su segundo Giro consecutivo. Un problema mecánico obligó a Pantani a cambiar de bicicleta, mientras Jalabert y Heras lideraban el ataque. El Mercatone Uno trabajó para acercar a su líder, y Pantani comenzó su espectáculo, superando rivales como si fuese un juego, hasta cruzar la meta en solitario, en una de sus victorias más apabullantes.

El Giro parecía decidido, pero días después, el alto nivel de hematocrito en Madonna di Campiglio puso fin a las aspiraciones de Pantani y, en esencia, a su carrera, a pesar de su enfrentamiento con Armstrong en 2000 y su resurrección en el Giro de 2003.

Este año, cuando nos sentemos a ver la segunda etapa del Giro, una parte de nuestro subconsciente querrá ver al Pirata remontando o a Miguelón sufriendo en uno de sus peores días. Mientras Pogacar quizá gane la etapa, o una fuga tenga éxito, o algún outsider sorprenda, pensaremos en esas tardes de 1993 y 1999, en las que vivimos emociones intensas, y en las que una parte de nuestra infancia se convirtió en realidad o en pesadilla, todo en ese santuario de Oropa.

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