Si retrocedemos a la temporada ciclista de 2004, en un mes como el de junio, previo al inicio del Tour de Francia, un solo nombre cobra protagonismo de cara al triunfo definitivo en la Grande Boucle. Obviamente, nos referimos al corredor norteamericano Lance Armstrong. Desde estas líneas, no tiene mucho sentido opinar sobre lo acontecido alrededor de la controvertida figura del entonces ciclista del US Postal: la desposesión de sus victorias, sus juicios, su circo mediático, etc. No solo su caso particular sino el de otros contendientes, por lo que nos vamos a centrar en relatar hechos que materialmente ocurrieron en esos días.
Nos trasladamos a la quincuagésima sexta edición de la todavía conocida como Dauphiné Libéré, aunque ya con el añadido de Critérium. La histórica antesala del Tour de Francia, donde muchos de sus aspirantes tienen su último banco de pruebas. Un año antes, en la gran carrera francesa, un corredor vizcaíno, de Igorre para más señas, con el naranja Euskaltel a la espalda, nos brindaba una sensacional victoria en la cima de Alpe d’Huez para finalizar en la sexta posición en la clasificación general. Iban Mayo, ya siendo un ciclista de importancia para el gran público, comenzaba aquella Dauphiné de 2004 con victoria y liderato tras su triunfo en el corto prólogo de Megève.
Un par de jornadas después y habiendo perdido el liderato en beneficio del valenciano Quique Gutiérrez tras su éxito en una escapada, el corredor vasco afrontaba con evidente optimismo la cronoescalada al Mont Ventoux desde la localidad de Bedoin, cita clave en el desarrollo de esta carrera francesa. Aunque en los días previos tanto Lance Armstrong como su compatriota Tyler Hamilton, que militaba en las filas del conjunto Phonak, trataron de dejar claro que acudían a aquella Dauphiné tan solo a preparar su inminente participación en el Tour, se encontraban sin lugar a dudas entre los favoritos al triunfo en la cima del Gigante de Provenza, una cumbre mítica donde cualquier corredor quiere ganar, aunque sea en una prueba de preparación.
Tyler Hamilton sí realizó una buena ascensión, quedando segundo en la etapa con apenas medio minuto de retraso. Sin embargo, Armstrong no tuvo opciones en ningún momento y quedó relegado a la quinta posición, a casi dos minutos del vencedor. El triunfador de aquel día en el Ventoux no fue otro que el propio Iban Mayo, que protagonizó una subida prácticamente perfecta, y de paso se aseguraba con bastante probabilidad el triunfo en la clasificación general de la carrera, por primera vez para el equipo Euskaltel.
Las jornadas restantes no tuvieron repercusión en la clasificación definitiva y Mayo se coronaba vencedor en la ciudad alpina de Grenoble, poniendo la guinda a una gran temporada, con triunfos en la Vuelta a Asturias, la Subida al Naranco y la Clásica de Alcobendas. “Estoy en un gran estado de forma. De cara al Tour, tengo un año más de experiencia y noto que mi organismo está más fuerte que en 2003”. Fue una Dauphiné sin excesiva historia, aunque sí se podían extraer algunas conclusiones de cara a un futuro cercano.
Además de la propia victoria en sí, siendo Dauphiné una prueba de enorme prestigio para el palmarés de la mayor parte de los ciclistas, en su momento este hecho pudo suponer, sobre todo entre prensa y aficionados, un aviso de cara a ese próximo Tour de Francia, especialmente para el imbatible corredor americano. La euforia en los días previos a esa carrera parecía desatada, con mayor trascendencia lógicamente en tierras vascas, que veían en el de Igorre una opción segura de luchar por el triunfo en París. La expectación era máxima, pues en las cinco ediciones anteriores, tan solo en alguna ocasión el alemán Jan Ullrich había inquietado de alguna forma al de US Postal y cualquier alternativa a su victoria se miraba con muy buenos ojos. No obstante, el propio Mayo quitaba peso al asunto, afirmando que su lucha iba a ser por una plaza en el podio, ya que tanto el alemán como el norteamericano estaban muy por encima de él.
Como ya ocurrió un año antes, las montañas de los Pirineos se teñían de color naranja para recibir a sus corredores, no solo a Mayo, también al guipuzcoano Haimar Zubeldia, quinto en la anterior edición. Pero la realidad se impuso a las ilusiones de miles de aficionados y en la primera etapa de alta montaña de aquella edición, con final en la célebre estación de esquí del Tourmalet, La Mongie, el corredor vizcaíno perdía un minuto con Basso y el propio Armstrong, en un terreno en el que, por lógica, debería haber estado en cabeza.
La debacle para el de Euskaltel se confirmó al día siguiente en la etapa reina de los Pirineos, con final en el terrible Plateau de Beille, a cuya cima llegó a tres cuartos de hora del vencedor de la etapa, quién sino, Lance Armstrong, y estuvo a punto de abandonar si no hubiera sido por las arengas de compañeros y director. Un abandono que se consumaba un par de días después, en la jornada de descanso, donde según sus directores apenas podía seguir el ritmo de entrenamiento de los compañeros de equipo. En la jornada con final en Villard-de-Lans ya no tomó la salida y se marchó para casa con la vista puesta en la siguiente edición de la Vuelta Ciclista a España.
Alberto Díaz Caballero es madrileño y uno de los puntales de Le Puncheur. Anteriormente, había participado también en High-Cycling, así como en otros proyectos como Road & Mud y Planeta Ciclismo. Sobre historia, sobre actualidad o sobre cualquier tema. Un todoterreno del ciclismo que transmite conocimiento y pasión en cada texto.