Alaphilippe 2.0: la reinvención de Loulou

El ciclismo, como la vida, cambia a una velocidad de vértigo. Lo que antes duraba décadas, ahora se modifica de forma prácticamente anual, variando los cánones establecidos y presentando diferentes escenarios con cada cambio de campaña. Lo vemos en la forma de correr de los equipos, en el formato de las carreras y, cómo no, en los propios ciclistas.

En este sentido, especialmente con la eclosión de superclases como Van der Poel, Van Aert, Evenepoel o Pogacar, que cierran prácticamente todos los nichos del éxito al resto del pelotón, hay ciclistas que han tenido que reinventarse para seguir siendo competitivos. Pese a ser grandes estrellas del pasado y también del presente, han tenido que modificar su preparación, sus objetivos, su estilo… para seguir levantando los brazos con asiduidad. Uno de esos ciclistas cuyo estilo ha variado, por la fuerza, por la enorme competencia existente en la actualidad, es Julien Alaphilippe.

El francés es uno de los grandes ciclistas de la historia del ciclismo. Así lo dicta no solo su palmarés, que sobra escribirlo, sino su estilo, su forma de ganar, su ambición y la pasión que aporta al ciclismo. Esa pasión que le ha hecho no rendirse, luchar contra las adversidades -y las críticas incluso de su propio director- y tirar de humildad, reinventándose para seguir haciendo vibrar a los aficionados y seguir disfrutando de su deporte en una versión diferente, en una versión 2.0.

 

Imagen agencia EFE

De clasicómano ganador…

Julien Alaphilippe arrancó su carrera como un auténtico ‘puncheur’. Cómo nos encanta en este medio hablar de ese estilo de ciclista que no es escalador, pero que pasa muy bien la montaña; que no es un sprinter, pero ganaría una volata al 95% de los ciclistas; un corredor explosivo, valiente, inteligente, dominador en cotas cortas y duras, elegante y absolutamente ganador en llegadas difíciles. Si hablamos de la definición de ‘puncheur’, probablemente Loulou sea el máximo exponente.

Alaphilippe era un ciclista capaz de tirar de osadía y desafiar al pelotón y triunfar en solitario, como hiciera en los dos Mundiales que tiene en su palmarés, o al igual que hizo en su primer triunfo en el Tour de Francia, en 2018, cuando derrocó a una fuga con ciclistas de la talla de Gorka Izagirre, Adam Yates o Bauke Mollema en una etapa pirenaica con final en Bagneres-de-Luchon.

También era capaz de sorprender a otros grandes rematadores, mano a mano, en sprints decisivos y especialmente en finales empinados. Así lo hizo ante auténticos superclases como Roglic, Valverde o Fuglsang en sus tres triunfos en Flecha Valona o, de nuevo, ante el ciclista danés en Strade Bianche.

Pero ojo, que lo de D’Artagnan no se remitía únicamente a finales en cuesta o etapas con puertos y cotas. Y si no que se lo pregunten a nada menos que Peter Sagan o Wout Van Aert, a quienes batió en un sprint de auténtico genio en Milán-San Remo 2019.

Y no, no nos olvidamos de su Tour de Francia 2019, en donde vistió de amarillo y aguantó los ataques de sus rivales en la montaña durante 14 etapas, antes de sucumbir definitivamente en los Alpes ante Bernal, Thomas y compañía. Pero ojo, su botín fue una etapa en línea… ¡y una contrarreloj! Además del cariño de toda la afición francesa que encontró en Loulou un nuevo ídolo y una esperanza de futuro para volver a ganar su carrera, el Tour de Francia.

Podríamos seguir durante horas repasando cómo Julien Alaphilippe ha sido capaz de triunfar en escenarios muy diversos y de maneras muy diferentes. Todas ellas caracterizadas por un aspecto: la clase. Una clase que le permitía ser competitivo incluso sin llegar con la mejor preparación posible. Una clase que le hacía convertirse en el más inteligente de la carrera en el momento oportuno. Una clase que le permitía ser competitivo en los grandes escenarios. Pero en el ciclismo actual, ya no es todo cuestión de clase. O al menos si nos atenemos al significado que habitualmente le otorgamos al concepto de clase.

El corredor francés del Soudal-Quick Step Julian Alaphilippe celebra su victoria al cruzar la línea de meta de la 12ª etapa del Giro de Italia, entre Martinsicuro y Fano, el 16 de mayo de 2024
Imagen Luca Bettini

La mala suerte precipita la ‘decadencia’

Y es que el ciclismo profesional actual requiere de una profesionalidad, valga la redundancia, extrema. Requiere de un nivel de sacrificio incluso más elevado que en épocas pasadas. Los jóvenes vienen pisando fuerte. Y, en base a esa preparación y a ese nivel de cuidado del detalle que existe en los equipos actuales (tanto los profesionales como los de amateur), el viejo ciclismo se queda obsoleto. Una obsolescencia que ha afectado a grandes cracks como Peter Sagan (ya retirado del ciclismo de carretera), Chris Froome (sobra decir cuál es su estado de forma actual) o el propio Julien Alaphilippe.

Solo el francés y su entorno saben lo que ha ocurrido en el cuerpo y la mente del ciclista, cuyo rendimiento y palmarés decayeron de forma ostensible tras un gran 2021. El galo pudo superar el varapalo de la desafortunada caída en el Tour de Flandes 2020, cuando peleaba por el triunfo con Van der Poel y Van Aert. Venía de cuajar una vuelta temporada en el regreso del ciclismo tras la pandemia -buen Tour con triunfo parcial, primer arcoíris en Italia-, pero, en la última carrera del año, el de Saint-Amand-Montrond se iba al suelo tras un desafortunado incidente con una moto.

Aquello fue un golpe físico y, sobre todo, psicológico, del que Loulou, no obstante, supo rehacerse. Resurgió como un fénix para culminar un gran 2021 reeditando su triunfo mundialista en Bélgica y no fallar a sus citas habituales con el Tour de Francia y la Flecha Valona, entre otras victorias. Como siempre tirando de esa otra definición de clase a la que pocas veces nos atenemos.

Pero los golpes que le dio la vida -nunca mejor dicho- en 2022 iniciaron su declive. Golpes que, además, llegaron en algunas de sus carreras favoritas: dura caída en Strade Bianche; una bronquitis que le impidió participar en Milán-San Remo; otra dura caída en Flecha Brabanzona por culpa de un coche de carrera; otra -una más- caída en Lieja-Bastoña-Lieja que le hacía perderse el Tour; positivo en COVID en el Tour de Valonia; y, para rematar, fractura de clavícula en la Vuelta a España, tras irse al suelo en la undécima etapa y, prácticamente, decir adiós a la temporada.

Imagen RCS

¿Y si todo es ‘culpa’ de Lefevre?

Y en 2023, todo fue a peor. Como decíamos antes, no sabemos si el propio Alaphilippe y su entorno conocen las razones para que un ciclista capaz de ganar en prácticamente cualquier escenario, finalice la temporada con apenas dos triunfos y ni un solo top 10 en las grandes clásicas y el Tour de Francia. No sabemos si será cuestión de caídas, de confianza, de físico, de preparación, de mente… probablemente sea una combinación de todo. Una mezcla de circunstancias que tuvieron su punto culminante en febrero de este 2023 con las declaraciones de Patrick Lefevre.

El mandamás de Quick Step se despachó a gusto con Alaphilippe y su entorno, poniendo en absoluta duda su profesionalidad, su cuidado físico, su alimentación, sus problemas con el alcohol… Y ojo, en mi opinión, con cierta razón -no hay más que ver sus vídeos en redes sociales durante la pretemporada-. Pero, ¿es necesario sacar todo eso a la luz? ¿No es mejor lavar los trapos sucios en casa?

No obstante, estando más o menos de acuerdo con Lefevre, parece que esas palabras sirvieron de acicate para que el francés se pusiese las pilas. Tras no triunfar en Tour Down Under en una carrera con muy poquito nivel en comparación a años anteriores, y sendas caídas en Omloop y Strade, Alaphilippe se puso el mono de trabajo. Y no solo para trabajar su forma y estado físico, sino también para moldear su mente y reinventarse ante las adversidades.

Cyclisme. Tour d'Italie : Julian Alaphilippe remporte la 12e étape en solitaire
Imagen Shipa

…a cazaetapas con una clase diferente

Con su equipo dejándole fuera del Tour de Francia, Loulou tenía en el Giro de Italia su oportunidad de redención. El galo llegaba a la carrera transalpina sin demasiadas esperanzas, al menos tal y como se veía desde fuera, tras una aproximación modesta en cuanto a resultados. Pero nosotros, los aficionados, no estamos dentro de las cabezas de los ciclistas. No sabemos en qué piensan, cómo están de motivados, cómo se rehacen de los golpes de la vida. Y si algo ha demostrado Alaphilippe es tener una gran capacidad de resiliencia.

Una resiliencia que, al contrario de Peter Sagan -citado en el artículo- le ha permitido reinventarse y mostrar nuevas capacidades y habilidades durante el Giro de Italia. Al francés se le ha visto muy combativo, estando en numerosas fugas y peleándolas hasta el final. Y eso que la Corsa Rosa también estuvo llena de ‘golpes’ para el francés.

¿Quién iba a pensar que Alaphilippe sucumbiría en un sprint a tres ante algún ciclista tras una escapada? ¿Quién iba a pensar que un prácticamente recién llegado como Pelayo Sánchez le arrebataría el triunfo en una etapa con sterrato, tipo clásica, tras llegar a la par a los últimos 500 metros? ¿Quién iba a pensar que Loulou iba a ser endeble en una llegada en la que, otrora, habría levantado los brazos en diez de diez ocasiones? Un golpe más de la vida.

Un golpe que le ha hecho cambiar, que le ha hecho variar su forma de correr y tratar de evitar llegar en grupo. Si no puedes con tus rivales de tú a tú, tendrás que intentarlo desde atrás. Si ya no tienes esa velocidad que te caracterizaba, tendrás que llegar en solitario. Y eso, que parece tan fácil de escribir, puede ser muy doloroso de aceptar para una superestrella como Alaphilippe.

No en vano, Julien ha sabido reorientar sus pasos durante el Giro de Italia y triunfar en solitario en Fano, tras dejar atrás a ciclistas de calidad como Narváez, Valgren o Hermans. Y también le permitió brillar en una durísima etapa, camino de Sappada, en donde se le vio con la misma actitud: tratar de irse en solitario del grupo desde lejos.

Ahora, más que un ‘puncheur’, Alaphilippe parece unirse al club de los ‘zorros viejos’; al club de los De Gendt, Clarke o De Marchi, de esos ciclistas astutos, inteligentes, valientes y duros que tanto nos hacen disfrutar. Porque si antes Alaphilippe era querido por todos gracias a su forma de ganar, ahora lo es por su forma de correr. Y eso no todos pueden decirlo.

De ‘puncheur’ a cazaetapas; de la finura a la garra; de la velocidad a la valentía; de la calidad al esfuerzo; de la clase… a otro tipo de clase. Cualquier otra superestrella con el palmarés de Loulou se habría dado por vencida, habría ‘muerto’ con las botas puestas. Pero la clase de Julien va mucho más allá de su calidad como ciclista. El francés ha aprovechado esa clase que le caracteriza para reinventarse y convertirse en otro tipo de ciclista.

Así es el Alaphilippe 2.0 y esta ha sido su reinvención.