Es posible que en algunos medios o en la calle en algunos países extranjeros, como ha podido suceder en Países Bajos, la recurrente imagen de los políticos patrios abrazados a cajas con naranjas y otras frutas les haya pillado con el pedal desencalado. Puede que hayan confundido el tocino con la velocidad, el infantilismo y el vilipendio patrio con la promoción de hábitos de alimentación saludables y el enésimo apoyo a la siempre de moda dieta mediterránea.
Si cualquiera va a la frutería de su localidad y pregunta es posible que le ofrezcan alguna variedad del levante español ya sea para comer o para beber en forma de zumo. Puede que, en estas fechas, le ofrezcan alguna variedad con matices amargos, quizás de Córdoba, ideal si quisiera hacer alguna confitura o mermelada amarga. Si alguno de los puestos goza de un surtido más amplio, quizás le ofrezca la variedad canaria. No tan de moda desde luego, aunque siempre en el ideario del importador británico. Menos dulce que otras variedades y con matices ácidos, pulpa jugosa y una piel en la que abundan también los tonos amarillos.
Si al finalizar el acopio de víveres culmina su rutina desayunando en un bar es posible que en su mesa o en las contiguas, junto a las tazas y vasos con los numerosos tipos de elaboraciones cafeteras, haya un jugo de esta fruta. En definitiva, las naranjas no pasan de moda ni escasea su variedad ni sus presentaciones. Análogamente, en el ciclismo en carretera femenino, las neerlandesas – las oranje – dominan desde hace un par de décadas el panorama ciclista con numerosas, distintas y versátiles corredoras.
La temporada europea en carretera comenzó hace ya meses, en Mallorca. Imaginamos que el youtuber e instagramer Miquel Montoro no estuvo presente en los trofeos de la Challenge de Mallorca, pero sin duda, su frase «ses teronjes son molt be» sigue plenamente vigente.
El apogeo actual de las naranjas
Al elucubrar quienes van a ser las mejores o más dominadoras ciclistas de la vigente temporada se antoja inevitable pensar en las corredoras habituales de la selección neerlandesa e incluso en las que no tienen cabida frecuentemente por la alta competencia y el límite de plazas.
Vollering era paladín. Strade 2023 fue en cierto modo profética, pedaleó detrás de «su» caballo o yegua y terminó batiéndose en duelo con su compañera Kopecky. Fue la caballera que puso en jaque a la entonces reina del ciclismo, Annemiek van Vleuten. Su temporada fue exiguamente mejorable. Si acaso a nivel resultadista en grandes vueltas. Quedar segunda en La Vuelta es igual a perder a nivel de resultados, aunque a nivel de rendimiento fue el punto de inflexión, la primera vez que se imponía a van Vleuten en el terreno que había convertido su coto privado.
Pero este año, Demi, ya se ha convertido en la líder mundial. Supera las 10 victorias en tan solo medio año y se ha llevado 4 triunfos de mucho nivel por etapas, como son La Vuelta, la Itzulia, la Vuelta a Burgos y el Tour de Suiza. Ahora su próximo gran reto serán los Juegos Olímpicos y el Tour.
Wiebes hace tiempo que se apropió del cetro de reina de la velocidad, versión mejorada. Pero no indiscutible. Su otrora gregaria Kool se ha erigido en una de sus principales antagonistas en casa, aunque en 2024 no ha sido capaz de morderle la tostada bien untada de mermelada de naranja.
Siempre con el permiso de Vos. Quien sigue dando pinceladas de genialidad entre lesión y lesión. Vos parece estar menos presente, o al menos no ser omnipresente, pero ahí sigue, este año ya van 7 victorias. No es la omnímoda que fue, pero no está muerta, sigue en busca de parranda aun habiendo superado ya la victoria número 250 y de clavar la pica en los remotos y escasos lugares donde aun no lo hizo.
La aún prometedora van Anrooij ha demostrado ya una inusitada versatilidad a su edad en pruebas de un día y por etapas y parece llamar a la puerta para convertirse en otra ciclista total de acento neerlandés. Markus, acercándose a la madurez, ha dado pedaladas de gigante en esa misma vía, aunque con menor versatilidad que Shirin.
Sin olvidarnos en este sentido de las coetáneas Brand y van den Broeck-Blaak y de las prometedoras contemporáneas llamadas a la sucesión: el binomio van Empel-Pieterse. Maternidad mediante, van Dijk sigue siendo el convoy que cohesiona un grupo tan nutrido y diverso, la gran rodadora capaz de brillar individualmente o sacar a relucir la luz de sus compañeras. Su dos de dos en las contrarrelojes individuales en 2024 lo refuta.
Vollering es la adalid actual, la cabecilla. El liderazgo de van Vleuten llegó a su fin justo el año de su adiós. Su dominio no fue monopolista, si acaso un oligopolio junto a la sociedad van der Breggen (que vuelve a las andadas en 2025) y con el permiso y bajo el adiestramiento de la omnipotente Marianne Vos.
Hubo una época en que pagar un millón de euros por una naranja hubiera sonado a cosa de majaretas. En otra era hubiera encendido todas las alarmas de burbuja; todos los termómetros hubieran indicado que habíamos entrado en trance, que estábamos frente a otra tulipomanía.
Y es a aquellos años a donde pretendemos tornar la mirada, el hecho de que una mujer compitiera en bici no era solo cosa de locas sino de pocas, incluso en los Países Bajos.
La primera floración neerlandesa del ciclismo femenino
Dejando a un lado el auge del ciclismo en pista de finales del siglo XX en los Estados Unidos, no fue hasta la era de Elsy Jacobs cuando de verdad el ciclismo femenino en carretera gozó de una mínima notoriedad en algunos de países tradicionales ciclistas. Hubo de pasar casi un par de lustros desde la victoria de la luxemburguesa en los primeros campeonatos del mundo femeninos en carretera (1958; Elsy Jacobs) de la historia hasta que las neerlandesas se subieran al podio.
Keetie van Oosten-Hage, lo lograba en la segunda mitad de la década de los 60, en plena carrera global por la llegada del hombre a la luna. En 1968, antes de que Neil Armstrong quisiera poner en perspectiva la nimiedad de su gesta como individuo pero su singularidad colectiva, ya teníamos la primera campeona del mundo de la oranje.
Habían pasado diez años desde que la luxemburguesa Elsy Jacobs se hiciera con el primer campeonato mundial en línea disputado en Reims en 1958, en la misma temporada en que batió el récord de la hora en el velódromo milanés de Vigorelli (41,347 km.). La neerlandesa también refrendó su maillot arcoíris con una nueva plusmarca mundial de la hora. En Munich recorrió 43,082 km. En las ediciones 1971, 1973 y 1974 la neerlandéesa Hage no estuvo muy lejos de sumar un nuevo triunfo mundial, volviéndose a subir al podio.
Si bien la siguiente que logró el maillot más codiciado fue Tineke Fopma. Quién a pesar de su incredulidad se convirtió en campeona del mundo en 1975. El suyo fue un reinado efímero, al menos en clave del grupo que hoy tratamos. Ya que en 1976 volvía a proclamarse campeona del mundo Keetie Hage. Poco después del momento de Haage llegaría el turno para Petra de Bruin. Con ella llegaría el final del primer gran momento de las neerlandesas como fuente eminente en el ciclismo. Después llegó el reinado de la francesa Longo con todas las sombras y luces que conocemos.
Oranje, la «nouvelle cuisine»
Tras los triunfos de Haage y de Bruin llegó la “tiranía” francesa del ciclismo femenino con Jeannie Longo y Catherine Marsal. De aquella época surgió la primera gran referente del ciclismo moderno. El ejemplo a seguir y a no. Ahora lo entenderéis, no es una errata.
Leontien Zijlaard-van Moorsel (de soltera van Moorsel) se erigió a comienzos de los años noventa en la nueva realidad, en la nueva cocina neerlandesa, en la alternativa a la tiranía francesa. De muy joven logró el éxito. A sus 23 años se había proclamado campeona mundial en línea y ganado el Tour Cycliste Féminin en dos ocasiones. Después de eso todo el mundo daba por hecho que su trayectoria solo podría seguir en ascendencia. Sin embargo, la realidad nos demuestra que no debemos presuponer.
Todo se torció cuando su preparador le afirma que tiene que perder peso para ser más competitiva (a pesar de haberlo ganado ese año) respecto a su rival Jeannie Longo. Tiene que perder peso para subir más ligera en las etapas de montaña y dejar para siempre en la oscuridad a Longo. Leontien comenzó a perder peso, pero se sentía gorda; el objetivo inicial de bajar de peso se convierte en una obsesión. Terminó por perder el horizonte. Perdió fuerza, al perder masa muscular, pero para ella la razón por la que no alcanza su rendimiento fue que aún no había bajado los suficientes kilos de peso. Siguió forzando su cuerpo.
Leontien entonces no lo supo. Ni nosotros en ese momento. Estaba adentrándose en la espiral de la anorexia. Se retira en 1994. El mundo del deporte está centrado en Michael Jordan, en su hiato baloncestístico y su paso por el béisbol. Nacie hacía caso de una mujer deportista que había puesto su vida en riesgo sin saberlo por las indicaciones de su preparador. Las malas recomendaciones médicas pesaron, su cuerpo sufrió y su carrera pareció haber llegado a su fin de manera prematura. Pero entonces, como suele suceder en la mayor parte de las historias que se cuéntan, apareció el lado bueno de las cosas. Se encontró con el que ahora es su marido (Michael Zijlaard) y paso a paso Leontien volvió a ser ciclista.
Con Zijlaard, también ciclista, Leontien recondujo la anorexia y regresó a unos hábitos alimenticios más saludables. Cuando fue capaz de recuperar su nivel Leontien asumió que ya que no era una escaladora como la que fue. No fue un camino simple, no fue una transición que aconteció mientras dormía, tuvo que pasar tiempo y bregar mucho para poder recuperarse. Cuarenta años después de la primera campeona mundial (Elsy Jacobs) y treinta de la primera neerlandesa (Keetie van Oosten-Hage), en 1998, Zijlaard-van Moorsel se volvía a sentir ciclista. Había costado mucho y seguiría… Pero ya nada volvería a ser como antes.
Hubo un ejemplo. Por primera vez, se habló de trastornos alimenticios, de anorexia, de malos comportamientos o conductas de los preparadores en el ciclismo. Aunque quizás en los círculos más interiores del ciclismo y no llegó al acerbo popular. Más aún en una ciclista a la que no solo se mitificó por su rendimiento físico y prestaciones sino por su belleza. Van Moorsel nos quitó la venda. La tiranía sin tiranos la formamos todos, no solo ella. La nouvelle cuisine fue la corriente revolucionaria culinaria que se caracterizó por platos más ligeros y un mayor énfasis en la presentación.
En el ciclismo, la época de la “oranje: nouvelle cuisine” nos permitió observar la realidad, que habíamos evitado mirar, que había en torno a la alimentación. Visibilizó el problema de la anorexia, los trastornos alimenticios y las malas conductas al respecto desde las áreas de gestión deportiva. Si en el ámbito culinario la revolución de la nouvelle cuisine puso de relieve la primacía de platos más ligeros, en el ciclismo puso de relieve los riesgos de la ligereza, de la extrema ligereza. Menos peso no siempre es más rápido, ni mejor.
Hizo visible el daño que se puede infligir el deportista y lo que le puede costar recuperarse – casí un lustro en el caso de van Moorsel –, pero también llevó la palestra que es posible hacer las cosas de manera diferente y que existe la posibilidad de recuperarse, aunque nunca sea una garantía.
En 1998 Leontien Zijlaard van Moorsel volvió a competir en unos Mundiales, ganó el oro en la contrarreloj y fue segunda en la prueba en línea. Su regreso fue un éxito, aunque no fue suficiente. No bastaba con regresar haciendo las cosas de otra forma y alcanzar el éxito. Debía refutar el camino, probar que era posible preservar haciendo las cosas mejor que antes.
Cuando se disputaron los Juegos Olímpicos de Sydney, los segundos femeninos de la historia, van Moorsel tenía 30 años. Se impuso en la prueba de persecución individual en pista (entonces 3 km.) y quedó segunda en la puntuación. Posteriormente, en la carretera, se hacía también con el oro en la prueba en línea y en la contrarreloj. Leontien había culminado su regreso. Había dejado claro cuáles son algunos de los riesgos del deporte o de las conductas de algunos preparadores. Mostró a todas que otra forma de afrontar la competición y encarar el rendimiento es posible. Que no todo es el vatio/kilo.
Leontien Zijlaard van Moorsel no ha sido ni la única, ni la primera, en sufrir trastornos de la conducta alimentaria. Pero sí ha sido la primera que habló de ello sin tapujos, abiertamente, para sacar a la luz este problema. Fue capaz de abordarlo, hacerlo visible para el público y demostrar que no solo es posible sobrevivir a ello, sino que también es posible encauzar una vida y volver al más alto nivel, sin necesidad de volver a recaer en las conductas suicidas previas.
Entre Sydney 2000 y Atenas 2004, Leontien continuó compitiendo y rayando al más alto nivel, logrando otro campeonato mundial en los 3 km. persecución y volvió a afrontar el récord de la hora, esta vez en México en 2003. Logró superar la barrera (de entonces) de los 46 kilómetros. En Atenas, Leontien cerró su carrera deportiva competitiva con un bronce en persecución individual y el oro en la prueba contrarreloj.
Ha habido muchas ciclistas neerlandesas que han sido referentes, pero sin duda pocas o ninguna como van Moorsel. ¿Quién podría habernos mostrado las distintas caras del camino hacia los éxitos en este deporte? A lo que nos puede conducir el deporte con malas guías y falta de perspectiva.
Con van Moorsel Paises Bajos tuvo su referente revolucionaria. Quizás permitió o contribuyó a que en las brillantes dos décadas posteriores el ciclismo femenino neerlandés no cayese irremediablemente en los abismos del deporte. Y vaya que si lo consiguió.
Pucelano, este deportista varios años colaborando con proyectos tan exitosos como Road&Mud, High-Cycling y ahora Le Puncheur. Ciclismo femenino, masculino y siempre una opinión certera, informada y que aporta a quien la lee.