Perico (Parte I): Le Fou des Pyrenees

Aquí comienza la historia de un ciclista apodado Perico que trascendió más allá de sus resultados deportivos, cruzando fronteras y ganando corazones. En España, se convirtió en un ídolo de masas, alimentando continuamente su fervor con éxitos y fracasos, pero nunca con indiferencia.

Debutó en la temporada de 1982, y aunque tuvo buenos resultados, no alcanzó la notoriedad hasta su participación en el Tour de Francia de 1983. La cronoescalada al Puy de Dôme, con un impresionante 1-2 de Arroyo y Perico, es inolvidable. Sin embargo, su verdadero despegue ocurrió días antes, en los Pirineos, durante una de las etapas reinas que culminaba en Luchon después de descender el Peyresourde (su querido Perysur), tras pasar por Aubisque, Tourmalet y Aspin.

En aquella etapa, el líder Kelly y otros favoritos como Anderson o Zoetemelk cedieron terreno, mientras una nueva generación de ciclistas, incluidos Millar y Fignon, se unía a la contienda. Curiosamente, LeMond, que no participó, ganaría posteriormente el Mundial. Fue la primera etapa de montaña, marcada por constantes ataques y altibajos (Fignon, tras liderar numerosos ataques, sufriría en la subida final). Perico, el joven escalador novato del Reynolds, demostró su habilidad no solo en el ascenso, sino también en un descenso kamikaze hacia Luchon, donde recortó gran parte de la ventaja de Robert Millar en la cima, terminando segundo a pocos segundos del escocés.

Ese día, la prensa francesa y gran parte de la española descubrieron a Pedro Delgado, apodado «Loco de los Pirineos» tras su audaz descenso. El resto del Tour fue la esencia pura de Perico: una gran etapa en Alpe d’Huez y un bajón cuando luchaba por el Tour en el camino hacia Morzine. Desde sus inicios, Perico mostró su autenticidad, con luces y sombras. Terminó 15º en la clasificación general, pero con la sensación de que el Tour podría haber sido suyo.

Tour 1983 Etapa 10 Pau-Bagneres de Luchon. Victoria de Millar. La ...

Para 1984, Perico era una apuesta segura. Intentó conquistar su primera Vuelta a España y, posteriormente, la carrera que le había cautivado: el Tour. En 1984, por fin experimentó lo que era llevar el maillot de líder en una gran vuelta. La etapa en Rasos de Peguera no solo fue el día en que Alberto Fernández, tristemente fallecido posteriormente, perdió la Vuelta por segundos frente a Caritoux, sino también el día en que Perico, segundo en la meta (Caritoux ganó la etapa y Perico pudo haber ido a por todo algo tarde), asumió el liderato. Sin embargo, perdió el liderato días después en su cima «fetiche», Lagos de Covadonga.

Finalmente, no consiguió ni el pódium, terminando en cuarto puesto, y experimentó el amargo sabor de ver que el ciclismo estaba movido por intereses diversos, cuando Moser y su equipo, que no se jugaban nada, desbarataron un intento final de Perico en la Vuelta para acercarse a la victoria o al menos al pódium. A pesar de esto, Perico estaba afinando para el Tour, la carrera que soñó con ganar en 1983 y para la cual ya era un outsider a tener en cuenta en Alpes y Pirineos.

El Tour de 1984 resultó ser extremadamente competitivo, con el equipo Renault y el corredor Fignon, que humilló a Hinault y se rió de sus ataques camino a Alpe d’Huez. Perico hizo un buen Tour en montaña, pero un mal día en Alpe d’Huez comprometió sus opciones de pódium (ya difíciles de alcanzar con el final dominado por Fignon, Hinault y LeMond). Destacó con un tercer puesto en Guzet Neige tras Millar y Herrera, y un buen puesto en la cronoescalada a La Ruchère, demostrando su capacidad en cronoescaladas o mixtas. La lucha con su futuro archirrival Robert Millar por el gran premio de la montaña terminó en el camino hacia Morzine, cuando Reynolds parecía tener un 1-2 en la etapa (Arroyo ganó en solitario). Con Arroyo escapado, Perico se separó de los demás favoritos en el descenso de la Joux Plane, pero una caída con fractura de clavícula le impidió participar al día siguiente y perder la opción de hacer su primer top 10 en el Tour. Además, se despedía de su equipo, Reynolds, con el que seguiría hasta el final de la temporada pero sin volver al Tour… por el momento.

Su nuevo destino sería el Seat Orbea, que hizo un gran desembolso para fichar a un ciclista que empezaba a ser un ídolo de masas y que podría darles triunfos y presencia en grandes vueltas. El año 1985 resultó ser una temporada muy Perico: victorias, polémica, pájaras y demarrajes… Perico en estado puro. Sus momentos importantes de la temporada llegarían en la Vuelta y el Tour, aunque curiosamente en la Vuelta cruzaría caminos con el líder más joven de la historia de la Vuelta, un tal Mikel Indurain, quien cedió el liderato a Pedro Delgado en Lagos de Covadonga. Allí, Perico logró su primera victoria de etapa en una gran vuelta, en dura pugna con Robert Millar, su inseparable siempre que las carreteras miraban al cielo.

El Orbea también contaba con Peio Ruiz Cabestany en posiciones destacadas, pero en apenas 24 horas, un mal día de Perico en Alto Campoo le hizo perder muchas de sus opciones en la general, aunque fue relevado por su compañero Peio en el liderato. A partir de ahí, surgió polémica (la prensa y José María García criticaron duramente el ataque de Perico en los últimos kilómetros de la llegada a Panticosa en lugar de permanecer con su compañero líder), y decepción. Perico afrontó la última etapa decisiva de la Vuelta en sexta posición, a más de 6 minutos de su némesis Millar.

El desenlace, con niebla, Pepe Recio en el Kelme, los equipos españoles ayudándose entre sí y un Peugeot de Robert Millar desconcertado, vio al escocés del pendiente (como era conocido Millar) felicitar a Peio Ruiz Cabestany y Pacho Rodríguez por haber sido dignos rivales. Entre su gente en la sierra segoviana, Perico hizo historia y se convirtió en el ídolo de una generación y el referente deportivo de un país necesitado de héroes.

El director del Peugeot fue despedido y Robert Millar dejó el equipo para unirse a Panasonic en 1986, pero aquella Vuelta ya estaba perdida, y nunca nadie pudo hacerle olvidar aquel fracaso. Así, Pedro Delgado ganó su primera Vuelta a España y empezó a trascender el deporte.

Perico Delgado Vuelta
Podium Vuelta a España 1985

Aún quedaba el Tour, en el que intentaría luchar por la montaña, alguna etapa y ver si el Tour estaba a su alcance como había pensado en 1983, o si aún le quedaba grande como en 1984. Resultó ser lo segundo. En el Tour de 1985, sin Hinault por lesión y con la Vie Claire de Hinault y LeMond dominando la carrera, que favorecía claramente a los rodadores frente a los escaladores (apenas una etapa reina en los Pirineos y etapas secundarias en los Alpes), Perico no tuvo su mejor año en las cronometradas, lo que le hizo llegar a la montaña muy atrás. Tuvo que remontar, pero sus aspiraciones previas se desvanecieron. La montaña era inalcanzable ante un Lucho Herrera sideral, y la victoria parecía una quimera… solo un buen rendimiento y una etapa podían salvar su Tour.

Y lo hizo, dejando para el recuerdo una subida a Avoriaz a demarraje limpio (un pinchazo le hizo empezar la subida muy atrás) que le permitió ser el primero de los mortales tras la dupla Hinault-Herrera, con victoria para el colombiano y una aparente sentencia de Tour para el francés. En la etapa reina, en el Tourmalet, en Luz Ardiden, la etapa polémica entre LeMond y La Vie Claire, Perico ganó su primera etapa del Tour, aprovechando que Lucho Herrera estuvo supeditado a Hinault durante gran parte de la etapa.

Perico ganó una etapa muy recordada, con una llegada novedosa a Luz Ardiden (cima que Laudelino Cubino ganaría en Porvenir/CEE, Tour y Vuelta) y con la curiosidad de que los tres puertos del día fueron coronados por tres ciclistas distintos del Orbea. Un sexto puesto final no era un mal botín, con la etapa y un segundo puesto en la montaña (arrebatado in extremis a Robert Millar) tras Lucho Herrera.

Era hora de un cambio de aires. Una oferta muy suculenta del extranjero hizo que Perico replanteara su carrera. Así comenzó un nuevo periplo para el segoviano en el equipo PDM holandés.