La etapa 20 de La Vuelta, la etapa de mi niñez

 Se acerca una de las semanas que más he esperado, la jornada que lleva en mi mente desde Diciembre de 2023, la etapa 20 de La Vuelta. Como alguien con raíces profundas en el Valle de Mena, donde he pasado media vida (y aún me queda mucho por vivir allí), me siento orgulloso de considerarme, en gran parte, menés, y por tanto, parte de las Merindades.

Pronto cumpliré un sueño. Mi pueblo es Sopeñano de Mena (os recomiendo visitar el nacimiento del río Cadagua, en la pedanía aledaña del mismo nombre), una pequeña pedanía del municipio del Valle de Mena, el municipio más al noroeste de Burgos y uno de los pocos que no se encuentran en la meseta, sirviendo de puerta de entrada a ella.

Como aita y ama trabajaban, pasábamos mucho tiempo con mis abuelos, tanto maternos como paternos, todos residentes en Sopeñano. Se puede decir que me crié allí. Y también que allí me convertí en ciclista, razón por la que soy lo que soy hoy. Al estar bastante aislados, nuestro ocio giraba casi exclusivamente en torno a la bicicleta.

Si queríamos ir a otro pueblo para bañarnos en el río, íbamos en bicicleta. Si queríamos salir a tomar algo, lo hacíamos en bici. ¿Que nos echábamos una novia en el Valle? Pues también íbamos en bici a visitar a nuestro amor de verano. Pero, además, la mayoría de nosotros sentíamos verdadera pasión por el ciclismo. Aunque solo mi hermano y yo practicábamos seriamente, hoy en día, muchos de aquellos amigos (que siguen siéndolo) están más unidos que nunca a la bicicleta. Algunos de ellos hacen un trabajo increíble en la promoción del ciclismo con el club Mena Bikers, con el que han creado una red de senderos en el Valle de Mena, convirtiéndolo en un destino muy atractivo para el ciclismo de montaña.

Siempre he dicho que, para mí, el ciclismo es una herramienta de exploración que descubres cuando eres niño. Te da una libertad increíble, aunque también provoca algunos sustos en los adultos a tu cargo. Pero desde aquí le digo a mi bebé, Oihan (sé que he mencionado mi paternidad varias veces ya, lo siento): explora, piérdete, sé libre. Es el mejor consejo que te puedo dar. Y si algún día hay que ir a buscarte a 100 km de distancia, iré, como hizo mi aita conmigo 🙂

Imagen @Guticaa2

Como os digo, esos eran tiempos de exploración, de descubrir qué había más allá del Valle. Nos hablaban y veíamos en la tele puertos imponentes que teníamos que conocer. Al principio, exploramos puertos como el Carel, que nos permitía ir en bici a bañarnos a un río con agua tibia y un tobogán natural de roca erosionada por el agua (sí, tan increíble como suena).

Luego, subimos el alto de Ro para conocer el embalse de Artieta y sus duras rampas del 10%. Pero no podíamos quedarnos ahí; queríamos conquistar la leyenda máxima: Peña Angulo. En esa época no sabíamos de mapas ni de distancias; solo de ganas de explorar. Así que, una vez arriba de Peña Angulo, decidimos bajar por el otro lado, recorriendo muchos más kilómetros de los que estábamos preparados para hacer, y descubriendo nuevas zonas que explorar. ¡Habíamos llegado a la parte superior del Cabrio, después de subir un coloso como Peña Angulo!

Para nosotros, era un juego descubrir esos nuevos puertos. Con el tiempo, el nivel fue subiendo y pasé de hacer estas aventuras en compañía a hacerlas solo. Esos lugares se convirtieron en mis rutas de entrenamiento, pero nunca dejaron de ser un juego, un juego de exploración. Para mí, eso es la bicicleta. Así llegué a conocer lo que la Vuelta a España ha tardado tantos años en aprovechar: La Sía, Lunada y Estacas de Trueba. Conocíamos Picon-Blanco, pero no era muy famoso en aquel entonces, ya que en su cima había una base militar (donde uno de mis mejores amigos hizo la mili, como supe más tarde).

Desde entonces, mi relación con esa zona ha sido puro amor. Para mí, un día es bueno cuando sé que voy a ir a «La Sía»; me levanto de mejor humor, contento, feliz. Son nuestros pequeños Pirineos y eran nuestro pequeño secreto. Mis compañeros de verano entrenaban en puertos menos desafiantes como Humarán o Bezi, mientras yo coronaba «La Sía», Lunada o Estacas de Trueba. Claro, siempre después de subir «El Cabrio», un puerto que antes tenía su encanto con sus curvas de herradura hacia el Mesón «El Cabrio» (donde nació mi abuelo materno), ofreciendo una vista preciosa del valle. Ahora es una larga recta con mucho tráfico, un peaje a pagar para acceder al paraíso. Eso sí, al comienzo del puerto, podéis subir al Santuario de Nuestra Señora de Cantonad, que es precioso y tiene las mejores vistas de todo el valle.

Así que, después de todo esto, no es difícil imaginar la ilusión que siento por esta etapa. Sergio Yustos fue testigo en la presentación de la Vuelta de cómo, al ver el mapa, le dije: «Sergio, esa etapa me va a sorprender«. Y cuando vi todo lo que incluía, ¡madre mía, no me lo esperaba para nada! Mi alegría fue inmensa por dos motivos: primero, porque deseaba esta etapa con todo mi corazón; y segundo, porque todos con los que hablamos la deseaban también. Y, además, la etapa que han diseñado es perfecta para recorrerla con amigos o en una marcha. Para los profesionales, dependerá de ellos; dureza hay de sobra, aunque salvo Picon-Blanco, ninguno de los puertos presenta especial dificultad. El ritmo y la actitud serán la clave. Espero que honren mis recuerdos de infancia y hagan feliz al niño que aprendió a explorar los mapas jugando a ser ciclista.

No puedo dejar de recomendaros que vengáis a las Merindades. Sé que los puertos más exigentes están en Cantabria, pero quiero invitaros a conocer lo de casa, que además está menos promocionado. Como os dije, soy de las Merindades, al menos en gran parte, y hasta este año no había descubierto todo lo que esta comarca tiene para ofrecer. Siempre pensé que la parte de las Merindades en la meseta eran sus «ciudades»: Medina de Pomar, Villarcayo o Trespaderne, pero con el tiempo descubrí que había muchísimo más.

Frias por @natxo_natxete_

No se puede hablar de esta zona sin mencionar la cultura pasiega, originaria de los Valles Pasiegos en Cantabria pero extendida a las Merindades de Burgos, un reflejo de una forma de vida tradicional basada en la ganadería y la trashumancia. Con sus características cabañas de piedra (en Lunada y Castro Valnera hay varias), la producción artesanal de quesos y mantequillas, y una rica tradición folclórica, los pasiegos han mantenido una identidad cultural única, profundamente conectada con su entorno natural, incluso con un dialecto propio.

Además, la zona cuenta con pueblos espectaculares como Puentedey, Orbaneja del Castillo, Tobera o Frías; monumentos como Ojo Guareña o el Monasterio de Santa María de Rioseco; la naturaleza exuberante del Valle de Mena y del Valle de Valdivielso; las cascadas de Pedrosa de Tobalina, el bosque de tejos de Tartalés de Cilla… Y muchas cosas más. Si os gusta la naturaleza, hay pocos lugares en España que ofrezcan tanto y tan variado.

Cascada de Pedrosa de Tobalina por @natxo_natxete_

Repito, yo era de los que creían que las Merindades no tenían nada que ofrecer turísticamente, pero mi visión cambió al conocer al mejor embajador de las Merindades, mi buen amigo Xala, y al participar en la Merindades Bike Race, una marcha de MTB que te lleva por lugares absolutamente de cuento. Ahí me dije: «¿Cómo me he perdido esto tantos años?«. Por cierto, para los aficionados al MTB, en las Merindades hay un montón de marchas que os harán conocer la comarca a fondo, pero no puedo dejar de recomendaros la Templaria del Valle de Mena en septiembre. No solo porque la organizan mis amigos, sino porque es divertida, bonita… Y la Merindades Bike Race, porque su recorrido es la mejor carta de presentación de la comarca.

Así que, ¡disfrutad de las Merindades (y de Cantabria)!