Larra-Larrau

Cuenta la leyenda que la idea de la Larra-Larrau surgió durante una apuesta, seguramente regada con algún buen caldo. La sombra de la duda se cernió sobre uno de los asistentes. Y se sabe también que la duda ofende. El quid de la cuestión era saber si, el “agraviado”, era capaz o no de, partiendo del Valle de Roncal, subir el puerto de Belagua, bajar hacia Arette, y luego regresar al valle navarro cruzando el puerto de Larrau y el portillo de Laza. Todo esto sobre una bicicleta. La cabezonería triunfó sobre la racionalidad, y el “deshonrado” quiso demostrar al resto que estaban del todo equivocados. No sabemos si el honor del mancillado se recompuso o no. Pero gracias a su tozudez nació esta marcha cicloturista allá por 1998.

La estrella de este reto se llama Larrau. Consiste en ascender desde el albergue de Logibar, en lo más profundo del Valle de la Soule, hasta una altura de casi 1.600 metros, ya muy cerca de la cima del pico de Orhi. Para salvar tal desnivel se disponen sólo de 15 kilómetros.

LARRA LARRAU / GRAN FONDO

Este era un puerto casi desconocido para la mayoría de la afición ciclista. En 1.996, la organización del Tour de Francia decidió incluirlo por vez primera en su trazado. Una monstruosa etapa de 262 kilómetros cuyo final estaba sito en Pamplona y pasaba por delante de la casa donde Miguel Induráin vivió durante su niñez con sus padres y hermanos. Una etapa concebida como homenaje a Miguel en el que se suponía iba a ser el Tour de su sexta victoria consecutiva. Pero que se convirtió en un castigo físico y mental para el villavés. A partir de ese hecho, el puerto adquirió mayor reconocimiento y popularidad. El puerto de Larrau ha vuelto a ser incluído en la edición del Tour de Francia de 2007, y en la de la Vuelta a España de 2023, en septiembre pasado, y recordada por la enésima demostración de Remco Evenepoel.

Al poco tiempo de que la marca cicloturista entrase a formar parte del circuito de pruebas de este carácter, la fama del puerto de Larrau hizo que se multiplicasen las solicitudes para participar en ella. Sin embargo, la organización siempre ha limitado las inscripciones para seguir manteniéndola en un ambiente casi familiar, lejos de masificaciones.

Aparte del reto deportivo de superar el Larrau con ya un centenar de kilómetros en las piernas en la versión larga, el otro gran atractivo de esta marcha es el paisajístico. Salir con el frescor de la mañana desde Isaba y adentrarse en el valle de Belagua, levantar la vista y observar la batería de montañas y de picos que le esperan al ciclista… verdaderamente impacta a aquél que lo hace por vez primera. Ascendidos los primeros kilómetros, la pendiente del primer puerto de la marcha, el de Belagua, se suaviza, y se puede rodar sin problemas contemplando el macizo kárstico de Larra, sus típicos pinos negros y los lejanos picos. Allá en julio se celebra el Tributo de las Tres Vacas. Cercana se halla también la entrada a la sima de San Martín; un imponente lago dentro de una cueva majestuosa. El pico Anielarra domina toda la zona. Coronado el puerto de Belagua (también conocido como collado de Ernaz o Piedra de San Martín) bajamos ya hacia Arette. Lo hacemos por la mismísima carretera donde Chris Froome sentenció el Tour de 2015. Atravesamos espléndidos hayedos y praderas. En el alto de Issarbe el Anielarra sigue siendo el juez que nos contempla y nos juzga sobre cómo estamos llevando a cabo nuestra particular gesta. Descenso por más hayedos. Estamos rodando por encima de las gargantas de Kakueta. Rocas rojizas nos anuncian que estamos cerca del albergue de Logibar y va a comenzar el gran sufrimiento: Larrau. Frondosa vegetación nos acompañará hasta casi el collado de Erroymendi…Ya en el alto de Larrau, las praderas a nuestros pies y el majestuoso Orhi por encima de nosotros. Merece la pena rodar durante todo el trayecto a una velocidad adecuada que nos permita contemplar estos entornos, e incluso parar a contemplarlos más plácidamente. Porque aunque la organización toma tiempos, seguramente sea lo de menos.

LARRA LARRAU / GRAN FONDO
Imagen de archivo Larra Larrau

Esta marcha actualmente sería impensable sin el apoyo de los y las voluntarias, mayoritariamente de Isaba y el Valle de Roncal, que se vuelcan en ella desde varias semanas antes. Aparte de repartir bebida y comida, animan a los participantes y velan por su seguridad; conocen como nadie esas reviradas carreteras, animales que se pueden cruzar, curvas con humedad inesperada…

Los consejos técnicos para afrontar esta marcha son los típicos de “comer, beber y guardar”. Para afrontar con éxito Larrau, previamente habrá que pensar constantemente en él, tanto en la subida al collado de Ernaz como al alto de Issarbe. Lo más duro del puerto de Larrau son los interminables siete kilómetros que separan el pueblo de Larrau del collado de Erroymendi. Con porcentajes medios del 11. La carretera hace lazos. El ciclista que ves no está delante de ti. Está por encima de ti. Hay que alzar la vista para verlo. Menos mal que hay un descansillo previo a la rampa final antes del collado. Esta rampa alcanza un porcentaje del 16 por ciento. Llegados al collado de Erroymendi, el reto está ya conseguido en la mente. Sólo falta conseguirlo con las piernas. Pero ya es casi lo de menos. En Isaba espera un buen plato de pasta mientras se comenta la gesta con los compañeros. Antes hay que terminar de subir Larrau y superar el portillo de Laza. Un tercera categoría comparado con lo que hemos subido antes. Duelen las piernas. Y nuestra mente estaba ya más en Isaba que en ese portillo… Así que aunque duelan, es mucho más llevadero.

¿Qué balance final realizar de la jornada ciclista? El orgullo deportivo de haber superado tres colosos. El haber vivido un día entero para hacer lo que más te gusta, sintiéndote casi como un ciclista de esos que se ven por la tele. Y todo ello en un entorno natural privilegiado.

Bendita sea aquella cabezonería.