Durante las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado, las diferentes organizaciones de la Vuelta a España destinaban buena parte de sus presupuestos al pago de “fijos”.
La España de la posguerra civil española era una sociedad bastante retrasada respecto a las sociedades de los países del norte europeo. Era una sociedad bastante autárquica. Las grandes figuras internacionales del ciclismo europeo no sentían ninguna necesidad de acudir a la gran ronda nacional de un país que apenas era tenido en cuenta en el contexto europeo.
El único aliciente que podían encontrar estas grandes figuras para acudir era que la organización de la Vuelta les pagase un “fijo”. Esto era una cantidad de dinero que la organización les abonaba simplemente por estar en la línea de salida e independientemente de sus resultados deportivos durante la carrera. Se presuponía que, moralmente, estaban obligados a emplearse a fondo, en agradecimiento a ese pago. Pero esto no siempre fue así. Y tenemos muchos casos de organizadores despotricando contra aquellos extranjeros que no lo daban todo en la carretera después de habérseles abonado por contrato el fijo. Como ejemplo de esto, los casos de Charly Gaul y Fausto Coppi.
La organización de la Vuelta a España no alardeaba del pago de fijos a estas figuras europeas. O directamente los negaba, o dejaba deslizar una cantidad muy inferior a la que realmente había percibido la figura en cuestión. Todo esto con el objetivo de no cabrear a las figuras nacionales españolas.
Porque las figuras nacionales, o recibían fijos mucho más pequeños, o ni siquiera los recibían. El agravio comparativo era bastante considerable.
Así fueron pasando los años. Las diversas organizaciones de la Vuelta a España entendían que las figuras del ciclismo hispano estaban obligadas a participar en su ronda “porque sí”. Simplemente porque era la gran ronda nacional, el gran evento ciclista del país. Debían correrla, incluso a pesar de los agravios comparativos que recibían respecto a las grandes figuras europeas (pocas) que venían a correr a España.
En 1981 la Vuelta a España sale de Santander. Allí está enclavada la sede del equipo Teka, comandado por lo que ahora denominaríamos su “manager” Santiago Revuelta. En ese equipo están encuadradas dos de las más importantes figuras españolas del momento: Alberto Fernández y Marino Lejarreta. Por supuesto que las versiones de lo que sucedió varían según las fuentes. El hecho es que no hubo un acuerdo económico entre la escuadra y la organización de la Vuelta a España. Los ciclistas del Teka se sentían minusvalorados respecto al fijo que iban a percibir, en relación a las cantidades que iban a ser pagadas a otros corredores.
Lo que nadie esperaba es que el órdago del Teka llegase hasta el final. Que el Teka estuviese dispuesto a no tomar la salida en una Vuelta a España que partía de Santander. Y así sucedió. Ya fuera por cabezonería, por coherencia, por dignidad, por la razón que fuera. Teka no partió de Santander. ¿Quién perdió más? ¿La Vuelta por quedarse en su pelotón sin Lejarreta y Alberto Fernández? ¿Teka por no poder mostrarse ante su mercado español en el gran escaparate del ciclismo nacional que era y es la Vuelta a España?
Lo que quedó muy claro es que cada equipo seguía negociando por separado con una organización relativamente fuerte como era la Vuelta a España. Faltaban aún muchos años y muchos episodios más para que los equipos fueran tomando conciencia de su fuerza e hicieran un frente común para defender sus intereses ante los organizadores.
Mediada la década de los ochenta, la Vuelta a España pegó un espectacular boom gracias a la retransmisión televisiva de sus últimos kilómetros en cada una de las etapas. Sin embargo, en el pelotón internacional va extendiéndose la opinión de que el Giro de Italia es mejor carrera para preparar el Tour de Francia. Bernard Hinault lo había demostrado en 1982 y lo volvería a demostrar en 1985. Y es Ángel Arroyo, por entonces en el equipo Zor, quien en 1985 anuncia que renuncia a correr la Vuelta para participar en el Giro. Notición en aquellos años. A la Vuelta no le sienta nada bien la decisión de Arroyo y Mínguez. Pero eso era la antesala de lo que sucedería tres años más tarde.
Continuará…
Raúl Ansó es pamplonés y cumple más de una década en proyectos como Road & Mud, Urtekaria, Desde la Cuneta, Planeta Ciclismo, High-Cycling y ahora Le Puncheur. El espíritu crítico y una visión siempre interesante sobre la actualidad, además de gran historiador del ciclismo.