Quietos, no se nos ocurra pronunciar las palabras Miguel e Induráin en la misma frase que incluyamos Iván y Romeo. El campeón del mundo sub23 en contrarreloj se presenta a las puertas de este 2025 con muchas ilusiones y un contrato recién renovado que le permite soñar con una carrera estable y disfrutar del calor de hogar que una estructura como Movistar le puede proporcionar, como a los polluelos el nido. Está garantizada la cautela a la hora de subir escalones, marca de la casa, pero no conviene perder de vista las evidencias de crecimiento de este corredor, que ha llegado, no nos olvidemos, de la mano de la selección española. Es una evidencia que el respeto de los tiempos de cada cual es siempre una buena idea, pero también es cierto que en los telefónicos se peca en ocasiones de esperas demasiado largas. El patrón Induráin llevado a todas sus vertientes, como si tan solo existiese una forma de gestionar talento. Esperar, en ocasiones, para siempre. A veces, la labor de dirección debe ser molestar lo menos posible, permitir que el techo de cristal se rompa en añicos y las alas de los ciclistas crezcan hasta donde tengan que hacerlo.
El problema en la gestión del éxito es que siempre anhela un escalón más. De un ciclista que se ha revelado como un diamante en ciernes se esperará siempre lo mejor. No vale quedarse en un corredor de fugas, como lo ha sido hasta la fecha, al menos con la casaca del Movistar. Ha probado varias de las grandes clásicas, ha protagonizado movimientos en ellas y pese a no haber terminado muchas (¿de forma natural o artificial?), parece que se ha ganado la oportunidad de observar hasta dónde llega el pedal del acelerador. Son 21 años, una edad a la que muchos otros equipos jalean las ambiciones en un contexto muy diferente al que se llevaba años ha, y en el que Movistar parece habitar aún. La modernización del librillo empieza a ser un must de manual, sobre todo porque este ciclista empezará a tener novias importantes de aqui a nada si sus fuegos insatisfechos empiezan a convertirse en frustraciones. Las piernas del vallisoletano esconden mucha calidad. Es un rodador excelente, sin perder de vista que en media montaña genera cierta confianza. Si ya ha llegado el momento de soltarle la correa y permitirle volar algo más, se vislumbra la duda de hacerle participar o no en una gran vuelta, aunque sea de forma testimonial, como parte del master en ciclismo que está llevando a cabo.
Un Giro de Italia no hace daño a nadie. Y si el cansancio hace mella, siempre se puede recurrir a bajarse de la bici y regresar a las planicies de la meseta para cambiar de tercio. Total, no es una carrera a la que Movistar preste excesiva atención. Romeo corre el peligro de echar agua al fuego de su talento, en ebullición clara y en tendencia ascendente. Frenarlo significará ir frustrando las ambiciones de un plan que en otros casos no ha funcionado. Por esperar mejores ocasiones el equipo ha dejado de sumar bastantes trofeos. Es un riesgo, claro, todo en la vida lo es. Habrá que romper los huevos para hacer la tortilla, uno de los debes de esta escuadra, que arroja dudas a la hora de responder a las necesidades de corredores que se salen del esquema. Esa tradición que tantas críticas les ha reportado pueden tener cierta base. Su ciudad natal acogerá una contrarreloj en la Vuelta a España. Perfectamente Iván podría ser uno de los contendientes y luchar por la victoria en esa cita. ¿Se le permitirá? Primero debería ser seleccionado, algo que no está ni mucho menos claro que suceda, los programas están por elaborar. Pero, sin duda, bien Giro o bien Vuelta deberían estar en el calendario del campeón del mundo.
Como nota positiva, en Movistar no tiene excesivos líderes para los que trabajar. Hay algunos inciertos, sí, y otros que acaban de aterrizar, pero no hablamos ni muchísimo menos de un álbum de cromos de estrellas como pueda ser el todopoderoso UAE, donde rezuman los egos de líder en cada esquina. Las nuevas temporadas suceden con el contador a cero para todo, y eso es lo mejor, porque lo que un año vale no lo hace doce meses más tarde. Para un ciclista como este, una ocasión de oro para subir un escalón más. Pero, para lograrlo, la correa debe ser destensada y los paisajes que acompañen al corredor más interesantes, más serios. Hay ciclistas que no maduran hasta los 27-28 años, pero en otros casos esperar a que los mejores días lleguen significa estar esperando para siempre. Ése y no otro es el peligro de Iván Romeo, quien en agosto cumplirá 22 años, una edad a la que explotaron muchos campeones y a la que ahora se es casi viejo para despuntar y llamar la atención de cualquier equipo World Tour. Dejémosle ser y será. El riesgo cero no existe.
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.
Hola Jorge:
Ivan Romeo despierta muchas esperanzas y se lo merece.
Lo que con Ivan verdaderamente queremos testar es:
A) Ha sabido subir su nivel en carrera en 2025? Sea en una clásica, sea en contrarreloj o sea en una etapa en una GV?
B) sabe llevar la presión de ser líder de su equipo ? No es igual tener libertad de movimientos que llevar toda la responsabilidad de un equipo
Para testar a y b no es necesario correr una GV . Yo prefiero que no lo haga ya que el equipo Movistar es “campeón en asumir responsabilidades innecesarias”. Dicho de otra manera: seguro que se inventan algo para que nuestro Iván trabaje (en el Giro) para Gaviria o Rubio o para Más en el Tour o la Vuelta.
Lo ideal es testar a y b en una o dos vueltas de una semana. Es facil encontrar una vuelta de una semana con una contrarreloj y media montaña…
Un saludo,
Paco Avila