Hein Verbruggen, tal y como reseñamos en el capítulo cuarto de este serial, presidente en aquellos inicios del año 2005 de la UCI, había desequilibrado la balanza a favor de los equipos ciclistas. Pero ello exigía unos mecanismos legales en la organización de nuestro deporte a nivel mundial. De esta manera, se crearon unos nuevos organismos internacionales en los que se hacía patente ese cambio en la correlación de fuerzas.
De entrada, los veinte equipos que en principio formaban parte del UCI Pro Tour acordaron la creación de una empresa. Esos veinte equipos serían los accionistas mayoritarios de esa nueva empresa. Pero no iban a ser titulares del cien por cien del accionariado. Reservaban el restante a la propia UCI y a la Asociación Internacional de Grupos Deportivos. El que la propia UCI entrase a formar parte del accionariado de esa nueva empresa dejaba bien a las claras de qué lado se había posicionado. La UCI iba a ser partícipe de los posibles beneficios futuros.
En la pura teoría, la nueva empresa se iba a dedicar solamente a gestionar el marketing y las relaciones públicas de la nueva liga mundial. Pero a buen entendedor… Quedaba manifiesta la voluntad de permanencia de aquellas veinte estructuras en la élite mundial, sin que ascensos o descensos por temas meramente deportivos viniesen a romper aquella entente “cordial”, por lo menos al final de aquel año 2005.
Por aquellos primeros meses del 2005 también se anunció la renuncia de Manolo Saiz a la presidencia de la Asociación Internacional de Grupos Deportivos. Esta era una dimisión ya anunciada desde hace algún tiempo, pero que se hizo efectiva durante aquellos días. Su sustituto iba a ser… Patrick Lefevere.
Antiguo ciclista profesional y en aquel momento manager del equipo Quick Step, Lefevere se iba a encargar de dar los pasos necesarios para la creación de la nueva empresa y de buscar un profesional que se encargase de su gestión. De esa gestión, los asuntos más preponderantes eran sobre todo los de buscar patrocinadores comunes a los veinte equipos… y de discutir el reparto de los derechos de televisión frente a las grandes vueltas.
Respecto a este asunto, por aquellos días se podía leer en el semanario META 2 MIL, el siguiente texto: “La decisión de la Unión Ciclista Internacional de estar dentro de esa empresa que aglutina los intereses comerciales de los equipos Pro Tour tampoco es muy buena señal para los intereses –igualmente comerciales– de unos organizadores que cada día ven más clara la postura de la UCI en favor de los equipos dentro del tradicional enfrentamiento entre estos dos bloques necesarios para la existencia del ciclismo”.
Aparte de la creación de esa nueva empresa, por aquellos días la UCI emitía un nuevo comunicado en el que daba cuenta de la creación del Consejo del UCI Pro Tour (CUPT). Este era un nuevo órgano que iba a sustituir al Consejo Ciclista Profesional (CCP). Lo novedoso de este nuevo órgano era su composición: dos miembros elegidos por los corredores, dos por los equipos, dos por los organizadores… y seis por el comité directivo de la UCI. El nuevo órgano quedaba de esta manera férreamente controlado por la nueva alianza Equipos-UCI.
A pocas fechas de la celebración de aquel Giro de Italia de 2005, la estrategia del bloque de los equipos era muy clara: intentar dividir al bloque de los organizadores de las vueltas por etapas. La cercanía en las fechas de celebración de la Corsa Rosa fue aprovechada para intentar chantajear a RCS, organizadora del Giro. Así, el nuevo CUPT emitía el siguiente comunicado que, entre otras cosas, decía lo siguiente: “Hay acuerdo con el Tour, pero se está negociando con el Giro y la Vuelta. Los equipos han pedido permiso para no ir al Giro si no se aceptan las condiciones que exigen”. Comenzaba la guerra por los derechos de televisión. Así lo reconocía, sin ambages, el propio Manolo Saiz en el diario “Marca”: “El organizador del Giro recibe mucho dinero en concepto de los derechos de imagen y los equipos lo único que pedimos es un trato justo”.
Las reivindicaciones de los equipos eran claras y concretas. Que el Giro se hiciera cargo, durante todos los días de la carrera, del alojamiento de 23 personas por cada escuadra. Además, el pago de un fijo a cada equipo de 60.000 euros. Por veinte equipos, se estaba hablando de 1.200.000 euros.
La respuesta de los organizadores de las tres grandes rondas nacionales – Giro de Italia, Tour de Francia y Vuelta a España – no se hizo esperar. Reaccionaron a través de un comunicado en el que negaban cualquier tipo de fisura en su alianza. Además, explicaban una vez más que ellos habían aceptado el UCI Pro Tour con una serie de condiciones, y que entre ellas no figuraba la posibilidad de que algunos equipos se autodescartaran para la disputa de ninguna de las tres carreras.
Esto es lo que se opinaba al respecto en el semanario META 2 MIL:
“El Giro y la Vuelta saben que necesitan del apoyo del Tour. Pero los responsables de la carrera francesa asumen que, si pierden la batalla sus compañeros de Italia y España, dentro de unos años la guerra será por recibir los derechos del propio Tour. Los organizadores y los equipos pueden seguir jugando de farol, pero unos y otros se necesitan y todos lo saben. Del mismo modo que un Giro sin los equipos Pro Tour sería un fiasco deportivo, las empresas que patrocinan a Fassa Bortolo, Lampre, Liquigas o Domina Vacanze no pueden permitirse el lujo de renunciar a la prueba en la que logran más del treinta por ciento de su rendimiento publicitario del año”
Continuará…
Raúl Ansó es pamplonés y cumple más de una década en proyectos como Road & Mud, Urtekaria, Desde la Cuneta, Planeta Ciclismo, High-Cycling y ahora Le Puncheur. El espíritu crítico y una visión siempre interesante sobre la actualidad, además de gran historiador del ciclismo.