“Los olivos asisten impertérritos asombrados al ataque violento de Tadej Pogacar al que no le dan los vatios para soltar a Pippo Ganna” narraba Javier Ares tras el ataque del esloveno en la Cipressa, y ahí estábamos nosotros, como los olivos italianos pero desde casa, asistiendo impertérritos a un espectáculo único, a una jornada de ciclismo inigualable a la que prácticamente ninguna otra carrera del calendario se le acerca. La expectación durante toda la semana ya estaba dando sus frutos, y aún quedaba lo mejor.
Se que han pasado ya más de 48 horas desde la carrera, pero quería escribir este artículo completamente en frío, a sabiendas de que el fervor de los minutos posteriores a la victoria de Van der Poel podían hacerme exagerar en las sensaciones y por consecuencia en las palabras que quería plasmar aquí. Pero no, resulta que esperar no ha hecho que bajen mis pulsaciones, ni tampoco la emoción que siento al volver a ver esa última media hora de carrera, con la narración de Ares y los comentarios de Contador y Flecha. Esperar dos días tampoco ha servido para que leyendo tweets, artículos o sensaciones de la gente, se me siga poniendo la piel de gallina y los pelos de punta.

Para muchos, la Milano-Sanremo 2025 es la mejor edición de su historia. Y cuando digo muchos, me refiero a gente que lleva viendo ciclismo desde antes de que yo naciera (1990). Yo, que llevo poco en esto, no puedo ser objetivo en tal afirmación, puedo decir que ha sido la mejor edición, sí, pero yo solo he visto 6 Sanremo en mi vida, por tanto mi opinión poco importa.
Pero de lo que sí puedo hablar, es de la actualidad, del ciclismo con el que vibramos estos últimos años, día sí, día también. Y es que la aparición de Tadej Pogacar ha cambiado por completo el rumbo y la historia de la Milano-Sanremo, un monumento que históricamente era para sprinters, observa ahora como por sus carreteras pegadas al mar, la carrera se ha convertido en el salvaje oeste donde solo los hombres que suben rápido la Cipressa y el Poggio, tienen opciones a la victoria final. Luego ya, de todo ese grupo, entramos en los que bajan bien, son rápidos al sprint, o tienen explosividad para coger unos metros en el Poggio y saludar a sus adversarios en meta.
En cualquier caso, la carrera ha cogido una nueva dimensión desde que Pogacar aparece en la startlist. Creo que nadie, ni Mathieu van der Poel, influyen tanto en los posibles escenarios y desenlaces de esta carrera. Y ojo, porque aunque parezca mentira, al ciclista neerlandés le beneficia enormemente la locura mental que transita por el cerebro esloveno, siempre dispuesto a dinamitar las carreras desde lo más lejos posible, o desde donde nadie antes se había atrevido a intentarlo. Supongo que de eso trata la genialidad, de lograr lo que otros ni siquiera tienen la valentía de imaginar.
Es sabido por muchos, mi admiración por Van der Poel desde que decidí darle una segunda oportunidad al ciclismo allá por 2020. Por aquel entonces, enloquecía delante del televisor con sus duelos con Wout van Aert, quien, por cierto, el otro día estaba entrenando en el Teide, mientras se escribía uno de los capítulos más bonitos y locos de la historia del ciclismo. Allá él. Pero dejando ese tema de lado, a donde quiero llegar, es que cuando en su día elegí a Mathieu por delante de Wout, jamás pensé que 5 años después, la balanza que por aquel entonces era de 1-1, pasaría a ser de 7-1 a favor del nieto de Poulidor.
Aquella elección fue como elegir entre papá y mamá, no había por qué hacerlo, pero para mí era necesario quedarme principalmente con uno, aunque el otro fuese y es el número dos en mi lista de corredores favoritos.
Que Wout fuera ligeramente algo más ganador que Mathieu en ese momento, me hacía decantarme más bien por el de Alpecin, al que además se le veía un carácter más letal y un aura especial, y sí, por qué no admitirlo: la sangre francesa que corría por sus venas fueron también clave y decantaron la balanza a su favor.
Así que aquí estamos, celebrando una nueva victoria del ciclista de Alpecin, quien no perdona una cita para grabar a fuego su nombre. Es el 11º ciclista que logra 7 monumentos, y el 7º más joven en conseguirlo. Por si fuera poco, en los 19 monumentos que ha disputado ha conseguido acabar en el top-10 en 18 de ellos, la excepción fue precisamente en la 1ª Milano-Sanremo que disputó, sí, en 2020, la que ganó Wout van Aert. Además de las 7 victorias, hay que sumarle otros 5 podios, lo que hacen un total de 12 en, repito, 19 monumentos. Unos registros de auténtico extraterrestre, de auténtico killer, de auténtica Mamba de Kapellen.

¿Sabías que la Mamba Negra solo ataca cuando se siente en peligro, amenazada o acorralada? Así fue como cocinó su victoria Van der Poel. A rueda de Pogacar cuando este lanza su primer ataque con el enorme trabajo de Narváez que puso en jaque a todo soldado que aguantaba en el grupo principal en Cipressa. Y no, no es casualidad que Van der Poel fuera el hombre mejor situado del pelotón en ese momento, junto a Pippo Ganna. Su lectura de las carreras es un 10. Luego, aguanta las embestidas del esloveno, una tras otra, tanto en Cipressa como en el Poggio, llegando a colaborar incluso con él en las bajadas y el llano para jugarse la victoria final mano a mano. Por momentos, parecía que el ciclista de Alpecin sufría y que era cuestión de tiempo que acabara cediendo unos metros poco a poco, fruto del desgaste y de esos arreones explosivos que imprimía el Príncipe de Klanec. La Mamba de Kapellen se sentía amenazada y acorralada, estaba en claro peligro, se defendió tantas veces como hicieron falta, y… ¿ya sabéis lo que pasa cuando la Mamba Negra se siente así, no? Efectivamente, que atacó, fue la única vez, en una rampa del Poggio y casi deja al ciclista de UAE K.O. Porque así es la Mamba Negra, que con dos gotas de veneno te mata, y la primera ya había sido inyectada en esos metros del Poggio. La segunda llegaría más tarde, en la recta de meta, donde la Mamba de Kapellen atacó antes que nadie para sumar la 2ª Milano-Sanremo en su palmarés, ante la desesperación de Ganna y la impotencia de Pogacar, que veía como otro año más, se le escapaba en su cara.
Bravo (por Pogacar), bravo (por Ganna), bravísimo (por Van der Poel), fueron las palabras que grité al acabar semejante espectáculo ciclista. Gracias a los dioses de los pedales por brindarnos esta batalla. Nos vemos en 2026.

Imagenes Tornanti_CC

Nacido un 16 de septiembre de 1990, Cedric Molina Gómez ensalza la imagen del ciclista de sofá, pero eso no le ha impedido amar este maravilloso deporte como cualquier otra persona. De ser un aficionado de las Grandes Vueltas en sus inicios, gracias a Ullrich, a serlo actualmente y sobre todo de las salvajes y siempre locas clásicas, gracias a Van der Poel.
Hola Cedric,
Gracias por el entusiasmo que desborda tu artículo y que tú bien transmites !
Y no hace falta esperar hasta 2026. Esta semana ya se enfrentan de nuevo y diez días más tarde también en La Ronde van Vlaanderen y ….quien sabe…si en la Paris Roubaix unos días más adelante.
Un saludo,
Paco Avila